—
Andrea… ¡Andrea!
—
¿Sí? —
respondió la joven que por un segundo había perdido el mundo de vista, algo más
común de lo que le gustaría. En aquel momento se dio cuenta de que estaba en
clase y de que nada a su alrededor había cambiado. Todos sus compañeros la
miraban esperando algo de ella, algo que seguramente le habían preguntado
segundos atrás pero que no tenía ni idea de lo que era.
— ¿Sigues
con nosotros? — y la muchacha se ruborizó ante la mofa general. Por supuesto,
cuando le repitieron la pregunta pudo responder sin ningún problema. No le
hacía falta estar escuchando todo el rato para entender lo que explicaban y
casi siempre desconectaba. Por lo que después de la anécdota la clase continuó
con normalidad y la muchacha volvió a hundirse en sus propios pensamientos.
Su vida era
bastante monótona, la típica de una adolescente de diecisiete años y eso la
hastiaba en demasía. Iba del instituto a casa i viceversa. No tenía una
habilidad especial para relacionarse con otras personas por lo que su círculo
de amistades era bastante reducido, por no decir inexistente. En casa, sus
padres no le prestaban demasiada atención porque decían que la consideraban muy
inteligente y responsable, por lo tanto creían que no necesitaba supervisión
por su parte. Esto era un arma de doble filo porque por un lado la convertía en
una persona muy independiente y por el otro en una persona sumamente solitaria.
Pero era justamente en momentos de soledad cuando Andrea se sentía más a gusto
consigo misma, cuando tenía la oportunidad de autoexplorarse, de leer y
adentrarse en mundos imaginarios que la hacían sentir mucho más libre y feliz.
A veces,
sin embargo, pensaba en su realidad diaria y se entristecía. Tenía muy pocas
personas o ninguna en las que confiar. De hecho, en el instituto no había nadie
a quién llamar “amigo” y era objetivo de burlas con demasiada asiduidad. No era
una niña que encajara en los estándares de adolescente actuales, ya que creía
que el físico tenía mucha más importancia social que la que realmente merecía y
como muestra de su desacuerdo siempre vestía con ropa que no combinaba o que no
le favorecía. Justamente este acto de rebeldía provocaba las burlas y risas de
más de uno. No obstante, ella no prestaba demasiada atención a todo esto,
aunque no podía evitar que de alguna manera le afectara. Por eso, en momentos
de debilidad, creía que su obstinación no la llevaría a ningún sitio y se
planteaba seguir la corriente, ser como las demás, maquillarse por las mañanas,
calzarse unos buenos tacones o plataformas y ponerse ropa que le marcara las
curvas, en busca de algún macho alfa que la cortejara. Pero enseguida se
quitaba esa idea de la cabeza porque ella no era así y no quería transformarse
para que otras personas la aceptaran, sería lo mismo que vivir una mentira.
Desde que
tuvo edad para hacerlo, como sus padres le daban tanta autonomía, decidió
trabajar a tiempo parcial para poder pagarse sus caprichos. ¿Ropa? ¿Joyas?
¿Zapatos? ¿Viajes? No, nada de eso. Andrea entendió que tenía que buscar un
método para hacer sus horas de soledad más llevaderas y encontró en los libros
y los videojuegos ese gran aliado que tanto esperó. Fue precisamente a través
de la plataforma virtual que empezó a hacer amigos, gente que no la conocían en
persona y que no la juzgaban por su aspecto, personas de cualquier parte del
mundo que compartían sus momentos de ocio con ella. Así fue como encontró a las
personas que entendió que podía llamar “amigos”. Pero era una relación
complicada porque no podía reunirse con ellos en el momento en que hacían el
descanso en el instituto, no podía sentarse junto a ellos en clase, no podía
quedar con ellos para tomar algo, no podía abrazarlos, etc. A pesar de saber
que estaban al otro lado de la pantalla seguía sintiendo que estaba sola. Por
muy excéntrica que resultase para los demás, Andrea no dejaba de ser una joven
adolescente en busca de su lugar en el mundo y a menudo pensaba en ello sin
hallar una respuesta que la convenciera.
Aquel día
fue especialmente duro y estaba deseando acabar las clases para encerrarse en
su cuarto y exactamente eso fue lo que hizo: llegó a casa, saludó aunque sabía
que no había nadie, se metió en su habitación, cerró la puerta, se calzó sus
auriculares, encendió la consola y se sentó frente al televisor de su cuarto esperando
a que el sistema se inicializara. Enseguida apareció en pantalla una de sus amigas, Lana. No hacía mucho que la
conocía, pero habían conectado enseguida y habían jugado muchas horas online
haciendo equipo. Se compenetraban bastante bien y Andrea se alegró mucho al ver
que estaba conectada.
— ¿Lista? —
Oyó por el auricular.
— Sí, con
ganas de un poco de acción. — Tampoco tenía ganas de explicarle lo aburrida que
era su existencia. Por mucho que se hubiesen compenetrado, no dejaba de ser una
desconocida y Andrea no tenía ni un pelo de tonta.
— ¿En
serio? Pues me alegro de oír eso porque acabo de llegar de la tienda con un
juego que hace meses que espero a que salga a la venta y si lo tenía que probar
con alguien me alegro de que seas tú.
— ¿Y qué juego
es ese?
— Te lo
enseño…
La pantalla
se puso en negro y enseguida vio la introducción del juego. Se llamaba Final Fantasy VII. Andrea disfrutaba
mucho con los juegos pero no estaba obsesionada con ellos, por lo que no
compraba revistas y estaba bastante desinformada.
— ¿A que
mola?
— ¿De qué
va este juego?
— Es un
juego de rol. Ya sé que se sale de nuestro estándares, que normalmente
compartimos juegos de lucha o de estrategia, pero éste es la caña, te lo
aseguro.
— ¿Y cómo
lo sabes? ¿No dices que acaba de salir a la venta?
— ¡Exacto,
recién salido del horno! Pero no es un juego nuevo. En realidad hace 25 años
que se creó y tuvo tanto éxito que se hicieron películas y secuelas. Le sacaron
mucho partido y siempre dio frutos. Esto que tenemos entre manos es ese juego
mítico para los que nos gustan los de rol pero con los gráficos mejorados. La
historia es increíble, ya lo verás, pero en su momento los personajes tenían un
diseño poligonal y los movimientos muy limitados. ¡Esta nueva versión tiene que
ser la caña! Llevo meses viendo tráileres por YouTube de cómo será el producto
final y aún no me puedo creer que lo tenga en mis manos. — Lana estaba
totalmente emocionada y Andrea se dejó entusiasmar por ella. De repente sintió
mucha curiosidad y unas ganas terribles de pulsar el botón START de su mando.
— ¡Pues a
qué estamos esperando!
Sin recibir
respuesta lo presionó y el juego empezó. Aquel primer día le dedicó alrededor
de tres horas y lo tuvieron que dejar porque ya era la hora de cenar y debían
irse a dormir temprano. Sin embargo, el juego no las decepcionó y se conectaban
cada vez que podían. El problema llegó cuando Lana dijo que debía irse una
temporada y claro, si ella, que fue la que compró el juego, no se conectaba no
podían jugar. En ese momento se dio cuenta de lo enganchada que estaba, que
necesitaba seguir adelante con la historia para saber qué iba a pasar a
continuación. Andrea no había oído hablar nunca de este juego, mientras que
Lana se lo sabía de cabo a rabo y sabía perfectamente qué pasaría a continuación, dónde había
que ir y qué era necesario hacer para continuar. Era cierto que los que
retocaron el juego añadieron muchas más cosas, porque Lana no las conocía o no
las controlaba del todo, pero aún así la tenía totalmente fascinada y no se
imaginaba un solo día sin continuar con él. Así que cuando recibió la fatídica
noticia decidió gastarse sus pequeños ahorros de final de curso en este juego
que la había cautivado tanto.
Emocionada
hasta la médula de haberlo encontrado después haber registrado de arriba abajo
más de cinco tiendas, se fue a casa con una alegría tan desbordante que incluso
la hacía sentirse estúpida. Y la verdad es que no fue tarea fácil, teniendo en
cuenta que estaba cayendo una tormenta de mil demonios y que para colmo se
había dejado el paraguas. Al llegar a casa no se molestó ni en secarse, se fue
directamente a su cuarto, encendió la consola e introdujo el juego en el lector.
De manera automática se puso los auriculares. Estaba chorreando por la lluvia
que había tenido que soportar al ir a pie a todas partes, pero la emoción le
impedía despegarse de la pantalla. Cuando vio el título del juego en primer
plano sintió un gran alivio al cerciorarse de que funcionaba bien y un
estruendo ensordecedor la aturdió un poco por el susto que se llevó. Enseguida
notó frío y cuando se giró vio que la ventana estaba abierta y que incluso estaba
entrando agua, así que se dispuso a ir a cerrarla. Pero cuando tenía la mano
puesta sobre el aluminio oyó un extraño ruido proveniente del juego y se giró
temiendo que finalmente fuese defectuoso. Un resplandor la cegó y perdió el
mundo de vista.
Escribes muy bien Maribel. Veremos si tu historia me engancha. Saludos!
ResponderEliminarGracias!! Espero que te guste ;)
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