Todos
se quedaron en silencio. Kanha estaba desconcertada y en vista de que el
momento de silencio iba para largo se aventuró a hacer la pregunta del millón.
— ¿Qué son
los Cetra? — A pesar de que la respuesta no fue inmediata a causa del shock que
aún reinaba en el ambiente Tifa fue la primera en responder.
— Son los
primeros humanos que poblaron Gaia. Cuenta la historia que eran una tribu
nómada que vivían de la tierra y en comunión con la naturaleza, que respetaban
todas las formas de vida.
— ¿La
última de los Cetra, dices? — Insistió extrañada la joven extranjera interrumpiendo
a su amiga. Todas las miradas se posaron sobre Aerith que agachó la cabeza para
evitar todos esos ojos inquisitivos. — No entiendo nada…
— Si eso es
verdad, —empezó Cloud— entiendo por qué Rufus está poniendo toda la carne en el
asador por encontrarte. — Se hizo una pausa esperando que la florista hiciese
una nueva aportación, pero no ocurrió. — Ahora entiendo muchas cosas…
— ¿Cosas
como qué? — Quiso saber Tifa.
— En
Soldado no sólo entrenamos el cuerpo, también nos hacen estudiar, sobretodo los
fundamentos de la magia, pero además tocamos temas muy dispares como técnicas
militares, monstruos y sus debilidades y por supuesto estudiamos a los Cetra
que se supone que son los impulsores de la magia, los primeros en saber
utilizar la energía vital para su beneficio.
— No fue
exactamente así. — Replicó Aerith con cierto tono de indignación. — La magia
apareció a consecuencia de la relación que tenemos con el torrente principal.
No lo usamos sólo en nuestro beneficio, o lo que es más importante, no lo
usamos para perjudicar otras formas de vida. Nunca invocamos un hechizo de
fuego para quemar vivo a un animal, sino para encender hogueras para
calentarnos o para cocinar. Nunca usamos el agua para hacer daño a alguien sino
para regar los cultivos y para hidratarnos. Y así podría seguir durante varias
horas, dándoos ejemplos de la simbiosis que existía entre los Cetra y el
torrente de energía vital. Básicamente se trataba del respeto a la vida, cosa
que ahora no es valorada por la mayoría.
— ¿Por eso
querías proteger las flores de la iglesia? — Interrumpió Kanha y Aerith
asintió. Tifa se pasó nerviosamente las manos por la cara como si se apartara
unas telarañas que se le hubiesen quedado pegadas y que no supiera exactamente
dónde estaban.
— He de
confesar que no sé mucho más que lo que ya he dicho sobre los Cetra, — dijo al
fin — pero una de las cosas que sí sé es que desaparecieron de Gaia hace
siglos. Se trataba de pequeños grupos nómadas y cuando empezaron a construirse
las aldeas y después las ciudades desaparecieron del mapa y poco a poco se
fueron transformando en los humanos que somos hoy. Son nuestros ancestros pero
ya no existen.
— ¿Quieres
decir que los Cetra serían como los neandertales, por ejemplo? — Todos sin
excepción pusieron cara de póker ante esa pregunta. — ¿Qué? — Preguntó molesta
ante tantas caras de desconcierto.
—
¿Neanderqué? — Preguntó Tifa.
—
¡Neandertales! — Insistió como si esperara que todos supieran lo que era eso. Y
ante la falta de reacción la joven desistió. — No importa… — Así que Tifa
volvió al ataque.
— Si dices
que eres una Cetra y asumimos que no mientes, sólo veo dos escenarios posibles:
o bien tienes más de dos mil años, o bien tienes una enfermedad mental grave
que te hace creer cosas que no son reales. Y no quiero ofenderte, de verdad,
pero es que me parece algo imposible. — Se volvió a hacer el silencio, dando a
entender que el resto compartía esa opinión.
— Yo no os pido
que me creáis. — Quiso concluir Aerith. — Simplemente estoy respondiendo a
vuestras preguntas con la verdad. Creo que ha llegado el momento de dar un paso
al frente para proteger la vida en nuestro planeta y pienso hacer todo lo que
esté en mi mano. Si Shinra me captura no temo por mi vida, sino por lo que
puedan hacer con el conocimiento que albergo.
— Sin
entrar en la polémica de si dice la verdad o no, —aportó Cloud— creo que
debemos seguir adelante con nuestro itinerario. Aerith, sea Cetra o no, la
verdad es que es la persona que conozco que más sabe de magia. Sabe incluso más
que cualquier instructor que conocí en Soldado. Puede que incluso más que
Sephirot. Por lo que creo que debemos seguir entrenando bajo su tutela para
dominar la magia con más precisión y ampliar nuestro abanico de hechizos al
máximo antes de que debamos irnos de la granja.
— Estoy de
acuerdo. — Concluyó Tifa.
Sin nada
más que añadir a lo dicho hasta el momento la reunión concluyó y cada uno se
fue a descansar a su cama esperando afrontar un nuevo día de trabajo. Ni
siquiera las dos compañeras de cuarto quisieron seguir con la conversación, sin
embargo, Aerith no se quedó tranquila tras su confesión.
— ¿Tú me
crees? — Preguntó en la oscuridad de la noche, cuando el silencio ya reinaba.
— ¿Por qué
debería dudar de ti? Tú me ayudaste cuando más lo necesité, me diste un don
para ayudar a los demás, me has estado aconsejando sin dudar de mi amnesia. No
dudaste de mí ni por un segundo. ¿Por qué debería dudar yo de tu versión?
— Gracias. —
Y parecía que la conversación había concluido, pero… — ¿Cómo has dicho eso antes:
neanqué?
—
Neandertal.
— ¿Y eso
qué es? — Kanha no sabía si responder. Le parecía increíble que nadie hubiese
oído esa palabra antes.
— Los
Neandertales son los ancestros de los seres humanos. Según Darwin son simios
bípedos, con un cerebro más evolucionado.
— ¿Y Darwin
es un profesor de tu escuela? — Kanha se quedó helada, se incorporó e intentó encontrar los ojos de su amiga en
la oscuridad. Evidentemente, no fue difícil encontrar su resplandor verde sin
ningún otro foco de luz en el lugar que pudiera eclipsarlo.
— ¿Me estás
tomando el pelo? — Preguntó incrédula.
— ¿Por qué
lo dices?
— ¿No sabes
quién es Darwin?
— Pues no
le conozco, no.
— Hace un
siglo que está muerto, pero con su teoría de la evolución dio una versión
alternativa a la religión sobre el origen de la humanidad. A causa de su tesis
las personas podemos elegir si creer que los seres humanos son básicamente una
creación de Dios o bien son una evolución de los monos.
— ¿Los
monos?
— Sí,
claro.
— Pues
siento decirte que tampoco sé qué es eso. — Aquella situación parecía el mundo
al revés: Kanha explicando cosas y que los demás le preguntaran qué era eso,
cuando normalmente era justo lo contrario. — ¿Tal vez estás recordando algo de
tu vida anterior?
— No. Todo
este conocimiento lo tengo grabado a fuego. Es como si fuese información
básica, como el lenguaje.
— Bien.
Ahora debemos descansar. Cuando reanudemos nuestro viaje tendremos tiempo de hablar
de monos, de Neandertales y del tal Darwin, si te apetece.
— ¿También
me hablarás de los Cetra?
— Por
supuesto. — Con esto la conversación se dio por concluida.
Durante
las jornadas posteriores todo el grupo siguió una rutina bastante marcada: levantarse,
ayudar con las tareas de la granja, comer, hacer una breve clase de magia,
seguir con las tareas e intentar arreglar la camioneta, cenar, reunirse en la
habitación de las chicas para hacer balance del día y dormir. En cuestión de un
par de días todos sabían usar con mayor o menor facilidad el hechizo del fuego.
Cada uno iba a su ritmo, pero Aerith se adaptaba a cada uno de ellos. Kanha,
por ejemplo, recibió una formación personalizada que incluía prácticamente sólo
magia blanca. La muchacha aprendía a una velocidad de vértigo y en cuestión de
una semana aprendió toda la magia blanca básica, simplemente le faltaba
práctica para mejorarla y usarla a un nivel superior. Cloud aprendió a mejorar
su magia negra sin demasiado esfuerzo y pronto incrementó la eficacia de los
hechizos que ya conocía. Barret y Tifa aprendieron las bases de la magia negra
y pronto se vieron preparados para usar sus nuevas habilidades en combate. Sólo
había pasado una semana cuando creyeron que lo único que les retenía allí era la
reparación del camión y en otra sesión formativa Aerith instó a su alumna
predilecta a usar el hechizo “prisa” sobre Barret para que trabajara más
rápido. Gracias a eso en dos días más estuvo todo listo.
— He
hablado con Clive y le he dicho que si nos necesita para algo más, que sino
partiremos mañana mismo. — Era la hora del entrenamiento de magia, después de
comer que representa que debían estar descansando, pero se habían reunido en el
granero para decidir cuál iba a ser su siguiente paso. — En principio, no habrá
problema.
— Tendríamos
que salir hoy. — Dijo Barret secamente.
— Sería
descortés por nuestra parte irnos así. — Apuntó Aerith. — Se han portado muy
bien con nosotros. No sería justo irnos como si huyéramos de ellos.
— Pero la
verdad es que estamos en fuga. — Replicó Cloud. — Y no es buena idea detenernos
durante tanto tiempo en un mismo lugar. Por muy recóndita que sea esta granja,
no deja de estar desprotegida de la llegada de los Turcos.
— ¡No
exageres, Cloud! — Intervino Kanha. — Hemos estado huyendo durante más de diez
días sin a penas descansar. Estoy segura de que ya nos perdieron la pista hace
tiempo. Además, no estamos hablando de quedarnos de vacaciones, sólo estamos
diciendo que hoy deberíamos hacer los preparativos para irnos mañana.
¡No hables de lo que no conoces! Dijo un
Cloud un tanto furioso en su mente. Entonces ella le miró a los ojos y empezó a
sentir esa sensación de abducción que le era tan familiar, pero antes de que se
produjera totalmente Aerith se puso en medio para impedirlo.
— Los dos
tenéis razón, pero creo que sería mejor seguir el consejo de Cloud. — Todos la
miraron sorprendidos porque normalmente no estaban demasiado de acuerdo y mucho
menos abiertamente. — Debo confesaros que Nora está muy rara: me he dado cuenta
de que nos espía cuando nos alejamos para entrenar y últimamente no está
demasiado comunicativa, como si ocultara algo.
— ¿Nora? No
creo que sea ningún problema. — Interrumpió Tifa. — Clive está de nuestro lado.
Él cree en la filosofía de AVALANCHA y nos apoya en nuestra misión. Por eso
estamos aquí.
— ¿Qué
quieres decir? — Preguntó Aerith.
— Que
cuando me separé del campamento para negociar con Clive nuestra estancia se
puso eufórico al saber que éramos los fundadores de AVALANCHA. Incluso aquí ha
llegado nuestra propaganda negativa de Shinra y no dudó ni un instante en
invitarnos a su casa. Sin embargo, no me pareció correcto quedarnos aquí como
si fuese un hotel con todo los gastos pagados. Así que fui yo quién le ofreció
el tema de trabajar y colaborar con las tareas diarias. Pero, si por él fuera…
Por eso digo que no hay problema.
— ¿Y Nora? —
Insistió Aerith.
— ¿Qué?
— ¿Ella
también se mostró tan receptiva?
— Bueno…
Ella no dijo nada. De hecho, la mayoría del tiempo no dice nada. Es como la
esposa perfecta para un granjero trabajador, ¿no?
— ¡Callad! —
Dijo Kanha sobresaltada. De pronto había oído un ruido que hacía mucho que no
oía. — Es un helicóptero.
Cloud abrió
los ojos como nunca con cierto terror en la cara y enseguida todos entendieron que
ese sonido era motivo de alerta máxima. Sin más que añadir el grupo se dispersó
como una exhalación y cada uno se dedicó a hacer sus tareas para evacuar el
lugar lo antes posible. Aerith llevó a los anfitriones a un lugar seguro, por
si acaso y el resto, principalmente, se centró en cargar el camión con sus
pertenencias, pero el sonido cada vez era más fuertes y en cuestión de pocos
minutos el helicóptero apareció sobre la colina. Era totalmente negro y
enseguida bajaron tres personas vestidas con gafas de sol y un traje del mismo
color. Todos los residentes de la granja se ocultaron para observar lo que
estaba por venir. Se trataba de dos hombres y una mujer. El que parecía llevar
la voz cantante era alto con una larga melena peinada hacia atrás; se quitó los
lentes y se dispuso a hablar.
— Me llamo
Tseng y soy el líder de los Turcos. — Empezó diciendo a grito pelado intentando
que el ruido del helicóptero no le entorpeciera. A los pocos segundos, el
vehículo se alejó permitiéndole continuar sin tener que forzarse tanto. — Hemos
venido en una misión pacífica. No vamos a hacer daño a nadie. Simplemente
estamos buscando a dos personas: se trata de un chico rubio de ojos azules y
una chica morena de ojos verdes. Son fáciles de identificar porque ambos tienen
ojos de mako. — Hizo una pausa para observar a su alrededor. — No tiene por qué
haber altercados, simplemente queremos que se entreguen y nos iremos igual que
hemos venido. No habrá represalias. Lo prometo. — Otro silencio.
Entonces
Nora salió de la casa con la misma sonrisa con la que les había recibido a
ellos el primer día. Estaba sola y no caminaba temerosa sino alegre y con
cierta seguridad. Se acercó a Tseng y habló con él unos instantes, pero nadie
oyó lo que decían. Detrás de su líder estaban sus dos subordinados: un hombre
corpulento, calvo, y una chica que parecía bastante joven.
Hacía mucho tiempo que no veía a Tseng dijo la
voz de Cloud en la cabeza de Kanha. Si ha
venido él personalmente es que Rufus tiene prisa. Es un hombre implacable por
muy adorable que parezca. El calvo de detrás es Rude, el compañero de Reno, que
seguramente sería el piloto del helicóptero. Y entiendo que si les acompaña una
persona más es porque se trata de una aprendiz. Tseng siempre hace pareja con
los novatos y sino prefiere ir solo.
¿Dónde
estás? quiso saber la joven que no lo había localizado aún.
No importa. Escúchame atentamente. No vamos a
poder escapar sin pelear. Ya os avisé que con los Turcos tras nosotros no nos
podíamos relajar. Ahora están aquí y va a ser imposible darles esquinazo
fácilmente. Kanha se estaba empezando a asustar. Vamos a enfrentarnos a ellos, por lo menos mientras que ponemos en
marcha nuestro camión para salir lo más rápido posible. Ahora están distraídos,
pero no podemos confiarnos. Ves a buscar a Aerith y reuníos con nosotros en el
taller.
— Ya estoy
aquí. — Dijo Aerith mientras le tocaba el hombro por detrás, como si hubiese
oído todo lo que habían estado hablando. — Nora nos ha traicionado. Ella llamó
a Shinra y por eso están aquí. Debemos irnos sin provocar daños. Ese hijo que
esperan no debe padecer las consecuencias de un combate que se prevé duro.
Vamos al taller.
No hubo
momento para preguntas ni para más aclaraciones. Una vez juntos, Tseng volvió a
hablar.
— Tanto la
granja como sus habitantes están bajo nuestra protección, por lo que os
aconsejo que os entreguéis. No venimos con intención de luchar sino de llevaros
ante Rufus. Sólo quiere hablar con vosotros. No debéis temer.
— No creáis
lo que dice. Es el maestro del engaño. Ni siquiera creo que dude en pegar fuego
a la granja si se cabrea lo suficiente. — Aclaró Cloud.
— En ese
caso, debemos atraerlos fuera de la granja. Por mucho que Nora nos haya
delatado, Clive sigue siendo mi amigo y estoy convencida de que no ha tomado
cartas en este asunto. ¡Segurísima! — Concluyó Tifa conteniendo su rabia
acumulada.
— Si no nos
queda alternativa, lucharemos. — Dijo Barret y por primera vez desde que Kanha
lo conocía ejerció de líder. — El plan es el siguiente: subiremos todos al
camión y huiremos lo más rápido posible. Evidentemente, no llegaremos muy
lejos, pero obligaremos a los Turcos a perseguirnos y a salir del recinto, por
lo que Clive y Nora permanecerán a salvo. Cuando nos obliguen a parar bajaremos
Tifa, Cloud y yo. Vosotras dos os quedaréis a cubierto, no me importa si dentro
o fuera del camión, pero no os expongáis porque la magia blanca no nos va a ser
de gran ayuda. — Cloud lo miró asombrado ante esa última afirmación tan
categórica y Aerith frunció el ceño en señal de desaprobación, pero nadie osó a
llevarle la contraria en un momento de máxima tensión. — Será una dura batalla
y posiblemente no salgamos bien parados o incluso la perdamos, pero ahora mismo
no tenemos una alternativa mejor. — Todos asintieron y Barret hizo un gesto
como si fuese el pistoletazo de salida para empezar a correr.
Los Cetra y su conexión con el torrente de energía vital |