lunes, 31 de octubre de 2016

Capítulo 14. A real threat

Todos se quedaron en silencio. Kanha estaba desconcertada y en vista de que el momento de silencio iba para largo se aventuró a hacer la pregunta del millón.

— ¿Qué son los Cetra? — A pesar de que la respuesta no fue inmediata a causa del shock que aún reinaba en el ambiente Tifa fue la primera en responder.

— Son los primeros humanos que poblaron Gaia. Cuenta la historia que eran una tribu nómada que vivían de la tierra y en comunión con la naturaleza, que respetaban todas las formas de vida.

— ¿La última de los Cetra, dices? — Insistió extrañada la joven extranjera interrumpiendo a su amiga. Todas las miradas se posaron sobre Aerith que agachó la cabeza para evitar todos esos ojos inquisitivos. — No entiendo nada…

— Si eso es verdad, —empezó Cloud— entiendo por qué Rufus está poniendo toda la carne en el asador por encontrarte. — Se hizo una pausa esperando que la florista hiciese una nueva aportación, pero no ocurrió. — Ahora entiendo muchas cosas…

— ¿Cosas como qué? — Quiso saber Tifa.

— En Soldado no sólo entrenamos el cuerpo, también nos hacen estudiar, sobretodo los fundamentos de la magia, pero además tocamos temas muy dispares como técnicas militares, monstruos y sus debilidades y por supuesto estudiamos a los Cetra que se supone que son los impulsores de la magia, los primeros en saber utilizar la energía vital para su beneficio.

— No fue exactamente así. — Replicó Aerith con cierto tono de indignación. — La magia apareció a consecuencia de la relación que tenemos con el torrente principal. No lo usamos sólo en nuestro beneficio, o lo que es más importante, no lo usamos para perjudicar otras formas de vida. Nunca invocamos un hechizo de fuego para quemar vivo a un animal, sino para encender hogueras para calentarnos o para cocinar. Nunca usamos el agua para hacer daño a alguien sino para regar los cultivos y para hidratarnos. Y así podría seguir durante varias horas, dándoos ejemplos de la simbiosis que existía entre los Cetra y el torrente de energía vital. Básicamente se trataba del respeto a la vida, cosa que ahora no es valorada por la mayoría.

— ¿Por eso querías proteger las flores de la iglesia? — Interrumpió Kanha y Aerith asintió. Tifa se pasó nerviosamente las manos por la cara como si se apartara unas telarañas que se le hubiesen quedado pegadas y que no supiera exactamente dónde estaban.

— He de confesar que no sé mucho más que lo que ya he dicho sobre los Cetra, — dijo al fin — pero una de las cosas que sí sé es que desaparecieron de Gaia hace siglos. Se trataba de pequeños grupos nómadas y cuando empezaron a construirse las aldeas y después las ciudades desaparecieron del mapa y poco a poco se fueron transformando en los humanos que somos hoy. Son nuestros ancestros pero ya no existen.

— ¿Quieres decir que los Cetra serían como los neandertales, por ejemplo? — Todos sin excepción pusieron cara de póker ante esa pregunta. — ¿Qué? — Preguntó molesta ante tantas caras de desconcierto.

— ¿Neanderqué? — Preguntó Tifa.

— ¡Neandertales! — Insistió como si esperara que todos supieran lo que era eso. Y ante la falta de reacción la joven desistió. — No importa… — Así que Tifa volvió al ataque.

— Si dices que eres una Cetra y asumimos que no mientes, sólo veo dos escenarios posibles: o bien tienes más de dos mil años, o bien tienes una enfermedad mental grave que te hace creer cosas que no son reales. Y no quiero ofenderte, de verdad, pero es que me parece algo imposible. — Se volvió a hacer el silencio, dando a entender que el resto compartía esa opinión.

— Yo no os pido que me creáis. — Quiso concluir Aerith. — Simplemente estoy respondiendo a vuestras preguntas con la verdad. Creo que ha llegado el momento de dar un paso al frente para proteger la vida en nuestro planeta y pienso hacer todo lo que esté en mi mano. Si Shinra me captura no temo por mi vida, sino por lo que puedan hacer con el conocimiento que albergo.

— Sin entrar en la polémica de si dice la verdad o no, —aportó Cloud— creo que debemos seguir adelante con nuestro itinerario. Aerith, sea Cetra o no, la verdad es que es la persona que conozco que más sabe de magia. Sabe incluso más que cualquier instructor que conocí en Soldado. Puede que incluso más que Sephirot. Por lo que creo que debemos seguir entrenando bajo su tutela para dominar la magia con más precisión y ampliar nuestro abanico de hechizos al máximo antes de que debamos irnos de la granja.

— Estoy de acuerdo. — Concluyó Tifa.

Sin nada más que añadir a lo dicho hasta el momento la reunión concluyó y cada uno se fue a descansar a su cama esperando afrontar un nuevo día de trabajo. Ni siquiera las dos compañeras de cuarto quisieron seguir con la conversación, sin embargo, Aerith no se quedó tranquila tras su confesión.

— ¿Tú me crees? — Preguntó en la oscuridad de la noche, cuando el silencio ya reinaba.

— ¿Por qué debería dudar de ti? Tú me ayudaste cuando más lo necesité, me diste un don para ayudar a los demás, me has estado aconsejando sin dudar de mi amnesia. No dudaste de mí ni por un segundo. ¿Por qué debería dudar yo de tu versión?

— Gracias. — Y parecía que la conversación había concluido, pero… — ¿Cómo has dicho eso antes: neanqué?

— Neandertal.

— ¿Y eso qué es? — Kanha no sabía si responder. Le parecía increíble que nadie hubiese oído esa palabra antes.

— Los Neandertales son los ancestros de los seres humanos. Según Darwin son simios bípedos, con un cerebro más evolucionado.

— ¿Y Darwin es un profesor de tu escuela? — Kanha se quedó helada, se incorporó  e intentó encontrar los ojos de su amiga en la oscuridad. Evidentemente, no fue difícil encontrar su resplandor verde sin ningún otro foco de luz en el lugar que pudiera eclipsarlo.

— ¿Me estás tomando el pelo? — Preguntó incrédula.

— ¿Por qué lo dices?

— ¿No sabes quién es Darwin?

— Pues no le conozco, no.

— Hace un siglo que está muerto, pero con su teoría de la evolución dio una versión alternativa a la religión sobre el origen de la humanidad. A causa de su tesis las personas podemos elegir si creer que los seres humanos son básicamente una creación de Dios o bien son una evolución de los monos.

— ¿Los monos?

— Sí, claro.

— Pues siento decirte que tampoco sé qué es eso. — Aquella situación parecía el mundo al revés: Kanha explicando cosas y que los demás le preguntaran qué era eso, cuando normalmente era justo lo contrario. — ¿Tal vez estás recordando algo de tu vida anterior?

— No. Todo este conocimiento lo tengo grabado a fuego. Es como si fuese información básica, como el lenguaje.

— Bien. Ahora debemos descansar. Cuando reanudemos nuestro viaje tendremos tiempo de hablar de monos, de Neandertales y del tal Darwin, si te apetece.

— ¿También me hablarás de los Cetra?

— Por supuesto. — Con esto la conversación se dio por concluida.

Durante las jornadas posteriores todo el grupo siguió una rutina bastante marcada: levantarse, ayudar con las tareas de la granja, comer, hacer una breve clase de magia, seguir con las tareas e intentar arreglar la camioneta, cenar, reunirse en la habitación de las chicas para hacer balance del día y dormir. En cuestión de un par de días todos sabían usar con mayor o menor facilidad el hechizo del fuego. Cada uno iba a su ritmo, pero Aerith se adaptaba a cada uno de ellos. Kanha, por ejemplo, recibió una formación personalizada que incluía prácticamente sólo magia blanca. La muchacha aprendía a una velocidad de vértigo y en cuestión de una semana aprendió toda la magia blanca básica, simplemente le faltaba práctica para mejorarla y usarla a un nivel superior. Cloud aprendió a mejorar su magia negra sin demasiado esfuerzo y pronto incrementó la eficacia de los hechizos que ya conocía. Barret y Tifa aprendieron las bases de la magia negra y pronto se vieron preparados para usar sus nuevas habilidades en combate. Sólo había pasado una semana cuando creyeron que lo único que les retenía allí era la reparación del camión y en otra sesión formativa Aerith instó a su alumna predilecta a usar el hechizo “prisa” sobre Barret para que trabajara más rápido. Gracias a eso en dos días más estuvo todo listo.

— He hablado con Clive y le he dicho que si nos necesita para algo más, que sino partiremos mañana mismo. — Era la hora del entrenamiento de magia, después de comer que representa que debían estar descansando, pero se habían reunido en el granero para decidir cuál iba a ser su siguiente paso. — En principio, no habrá problema.

— Tendríamos que salir hoy. — Dijo Barret secamente.

— Sería descortés por nuestra parte irnos así. — Apuntó Aerith. — Se han portado muy bien con nosotros. No sería justo irnos como si huyéramos de ellos.

— Pero la verdad es que estamos en fuga. — Replicó Cloud. — Y no es buena idea detenernos durante tanto tiempo en un mismo lugar. Por muy recóndita que sea esta granja, no deja de estar desprotegida de la llegada de los Turcos.

— ¡No exageres, Cloud! — Intervino Kanha. — Hemos estado huyendo durante más de diez días sin a penas descansar. Estoy segura de que ya nos perdieron la pista hace tiempo. Además, no estamos hablando de quedarnos de vacaciones, sólo estamos diciendo que hoy deberíamos hacer los preparativos para irnos mañana.

¡No hables de lo que no conoces! Dijo un Cloud un tanto furioso en su mente. Entonces ella le miró a los ojos y empezó a sentir esa sensación de abducción que le era tan familiar, pero antes de que se produjera totalmente Aerith se puso en medio para impedirlo.

— Los dos tenéis razón, pero creo que sería mejor seguir el consejo de Cloud. — Todos la miraron sorprendidos porque normalmente no estaban demasiado de acuerdo y mucho menos abiertamente. — Debo confesaros que Nora está muy rara: me he dado cuenta de que nos espía cuando nos alejamos para entrenar y últimamente no está demasiado comunicativa, como si ocultara algo.

— ¿Nora? No creo que sea ningún problema. — Interrumpió Tifa. — Clive está de nuestro lado. Él cree en la filosofía de AVALANCHA y nos apoya en nuestra misión. Por eso estamos aquí.

— ¿Qué quieres decir? — Preguntó Aerith.

— Que cuando me separé del campamento para negociar con Clive nuestra estancia se puso eufórico al saber que éramos los fundadores de AVALANCHA. Incluso aquí ha llegado nuestra propaganda negativa de Shinra y no dudó ni un instante en invitarnos a su casa. Sin embargo, no me pareció correcto quedarnos aquí como si fuese un hotel con todo los gastos pagados. Así que fui yo quién le ofreció el tema de trabajar y colaborar con las tareas diarias. Pero, si por él fuera… Por eso digo que no hay problema.

— ¿Y Nora? — Insistió Aerith.

— ¿Qué?

— ¿Ella también se mostró tan receptiva?

— Bueno… Ella no dijo nada. De hecho, la mayoría del tiempo no dice nada. Es como la esposa perfecta para un granjero trabajador, ¿no?

— ¡Callad! — Dijo Kanha sobresaltada. De pronto había oído un ruido que hacía mucho que no oía. — Es un helicóptero.

Cloud abrió los ojos como nunca con cierto terror en la cara y enseguida todos entendieron que ese sonido era motivo de alerta máxima. Sin más que añadir el grupo se dispersó como una exhalación y cada uno se dedicó a hacer sus tareas para evacuar el lugar lo antes posible. Aerith llevó a los anfitriones a un lugar seguro, por si acaso y el resto, principalmente, se centró en cargar el camión con sus pertenencias, pero el sonido cada vez era más fuertes y en cuestión de pocos minutos el helicóptero apareció sobre la colina. Era totalmente negro y enseguida bajaron tres personas vestidas con gafas de sol y un traje del mismo color. Todos los residentes de la granja se ocultaron para observar lo que estaba por venir. Se trataba de dos hombres y una mujer. El que parecía llevar la voz cantante era alto con una larga melena peinada hacia atrás; se quitó los lentes y se dispuso a hablar.

— Me llamo Tseng y soy el líder de los Turcos. — Empezó diciendo a grito pelado intentando que el ruido del helicóptero no le entorpeciera. A los pocos segundos, el vehículo se alejó permitiéndole continuar sin tener que forzarse tanto. — Hemos venido en una misión pacífica. No vamos a hacer daño a nadie. Simplemente estamos buscando a dos personas: se trata de un chico rubio de ojos azules y una chica morena de ojos verdes. Son fáciles de identificar porque ambos tienen ojos de mako. — Hizo una pausa para observar a su alrededor. — No tiene por qué haber altercados, simplemente queremos que se entreguen y nos iremos igual que hemos venido. No habrá represalias. Lo prometo. — Otro silencio.

Entonces Nora salió de la casa con la misma sonrisa con la que les había recibido a ellos el primer día. Estaba sola y no caminaba temerosa sino alegre y con cierta seguridad. Se acercó a Tseng y habló con él unos instantes, pero nadie oyó lo que decían. Detrás de su líder estaban sus dos subordinados: un hombre corpulento, calvo, y una chica que parecía bastante joven.

Hacía mucho tiempo que no veía a Tseng dijo la voz de Cloud en la cabeza de Kanha. Si ha venido él personalmente es que Rufus tiene prisa. Es un hombre implacable por muy adorable que parezca. El calvo de detrás es Rude, el compañero de Reno, que seguramente sería el piloto del helicóptero. Y entiendo que si les acompaña una persona más es porque se trata de una aprendiz. Tseng siempre hace pareja con los novatos y sino prefiere ir solo.

 ¿Dónde estás? quiso saber la joven que no lo había localizado aún.

No importa. Escúchame atentamente. No vamos a poder escapar sin pelear. Ya os avisé que con los Turcos tras nosotros no nos podíamos relajar. Ahora están aquí y va a ser imposible darles esquinazo fácilmente. Kanha se estaba empezando a asustar. Vamos a enfrentarnos a ellos, por lo menos mientras que ponemos en marcha nuestro camión para salir lo más rápido posible. Ahora están distraídos, pero no podemos confiarnos. Ves a buscar a Aerith y reuníos con nosotros en el taller.

— Ya estoy aquí. — Dijo Aerith mientras le tocaba el hombro por detrás, como si hubiese oído todo lo que habían estado hablando. — Nora nos ha traicionado. Ella llamó a Shinra y por eso están aquí. Debemos irnos sin provocar daños. Ese hijo que esperan no debe padecer las consecuencias de un combate que se prevé duro. Vamos al taller.

No hubo momento para preguntas ni para más aclaraciones. Una vez juntos, Tseng volvió a hablar.

— Tanto la granja como sus habitantes están bajo nuestra protección, por lo que os aconsejo que os entreguéis. No venimos con intención de luchar sino de llevaros ante Rufus. Sólo quiere hablar con vosotros. No debéis temer.

— No creáis lo que dice. Es el maestro del engaño. Ni siquiera creo que dude en pegar fuego a la granja si se cabrea lo suficiente. — Aclaró Cloud.

— En ese caso, debemos atraerlos fuera de la granja. Por mucho que Nora nos haya delatado, Clive sigue siendo mi amigo y estoy convencida de que no ha tomado cartas en este asunto. ¡Segurísima! — Concluyó Tifa conteniendo su rabia acumulada.


— Si no nos queda alternativa, lucharemos. — Dijo Barret y por primera vez desde que Kanha lo conocía ejerció de líder. — El plan es el siguiente: subiremos todos al camión y huiremos lo más rápido posible. Evidentemente, no llegaremos muy lejos, pero obligaremos a los Turcos a perseguirnos y a salir del recinto, por lo que Clive y Nora permanecerán a salvo. Cuando nos obliguen a parar bajaremos Tifa, Cloud y yo. Vosotras dos os quedaréis a cubierto, no me importa si dentro o fuera del camión, pero no os expongáis porque la magia blanca no nos va a ser de gran ayuda. — Cloud lo miró asombrado ante esa última afirmación tan categórica y Aerith frunció el ceño en señal de desaprobación, pero nadie osó a llevarle la contraria en un momento de máxima tensión. — Será una dura batalla y posiblemente no salgamos bien parados o incluso la perdamos, pero ahora mismo no tenemos una alternativa mejor. — Todos asintieron y Barret hizo un gesto como si fuese el pistoletazo de salida para empezar a correr.

Los Cetra y su conexión con el torrente de energía vital


lunes, 24 de octubre de 2016

Capítulo 13. Magic

Los chocobos venían con las alforjas cargadas hasta arriba. Clive bajó enseguida para abrazar a su esposa y Tifa venía contenta aunque visiblemente cansada.

— ¿Todo bien? — Preguntó mirándoles y viendo bastantes caras largas. — Supongo que tendréis cosas que contarme, pero primero descargaremos la compra. Barret, en aquel chocobo está todo lo que me pediste, llévatelo cerca de la camioneta.

— Enseguida. — Agarró al animal de las riendas y se lo llevó para llevar a cabo su tarea.

— Aerith, toma. — Le dijo mientras le ofrecía una bolsa de cuero no más grande que un zapato. — Aquí está lo que me pediste. — La joven la recogió con sumo cuidado. — Pensé que sería más difícil de conseguir, incluso que no encontraría todo que me pediste; pero la verdad es que fue lo primero que compramos y cabe añadir que no escasearon. Eso sí, tuve que desembolsar bastante dinero. Menos mal que Clive me ha echado una mano para comprar lo que me pidió Barret, que sino no podría haberlo pagado todo. La parte negativa de recibir su ayuda es que ahora tendremos que trabajar para él de manera extraordinaria y así devolverle ese dinero que me prestó. Lo siento, porque deberíamos seguir con nuestro viaje lo antes posible tal y como decidimos, pero si encima que nos da de comer y nos cobija nos presta dinero…

— ¿De cuánto se trata? — Preguntó Cloud secamente, que seguía allí aunque nadie le prestara atención.

— Es mucho. Son 2.000 gils… Calculo que tendremos que quedarnos aquí uno o dos meses y eso si tenemos suerte de que las bestias de por aquí sean valiosas y podamos sacar algún extra porque…

— Yo se lo pago. — Sentenció sin dejarla terminar. El resto de presentes se quedaron atónitas ante un Cloud que les dio la espalda para hacer unos símbolos mágicos e invocar una caja en la que guardaba dinero. Cogió lo que necesitaba, se lo guardó en el bolsillo y acto seguido la volvió a hacer desaparecer. Después se dirigió a Clive que aún estaba junto a su chocobo conversando con su mujer y les interrumpió para entregárselo, cosa que también les pilló por sorpresa pero que agradecieron visiblemente. Después miró de reojo al público femenino que le observaba aún asombrado y decidió que sería mejor acompañar a Barret y ayudarle en lo que estuviera haciendo en lugar de volver con ellas y ser interrogado.

— Pronto será la hora de comer. Voy a ayudar a Nora. ¿Nos vemos después en el granero? — Preguntó Aerith haciendo que todas volvieran en sí.

— Por supuesto. — Contestó Tifa. — Voy a acompañar al chocobo al establo. ¿Me acompañas? — Kanha se había mantenido al margen de toda la conversación y se sintió encantada de que alguien la incluyera, así que asintió y la siguió. — Parece que Cloud no está de muy buen humor… — Dejó caer.

— Pues la verdad es que está un poco raro.

— Defíneme “raro”. — La chica pensó por unos instantes qué decir.

— Digamos que está menos comunicativo, que prefiere no hablar.

— No es un chico hablador, ya lo sabes.

— Ya… — Kanha se dio cuenta de que no podía hablar más de la cuenta si quería mantener el secreto, así que decidió girar el rumbo de la conversación hacia algo más productivo. — Oye, Tifa, ¿tú sabes quién es Zack Fair?

— ¿Zack Fair dices? — Pensó por unos segundos. — No. Ni idea. ¿Por qué?

— Es que el otro día se le escapó ese nombre a Cloud pero no me quiere hablar de él…

— Curioso…

— Por favor, no le digas que te lo he contado.

— No te preocupes. — Llegaron al establo y Tifa empezó a quitar la montura del chocobo. — ¿Te acuerdas de lo que te conté de cuando Cloud se alistó en Soldado? — La joven asintió. — Pues poco después de que llegara el destacamento de Sephirot hubo un incendio en el pueblo. Fue un incendio muy grave y todo el mundo se volcó en intentar apagar las llamas, incluso los soldados… Bueno, la verdad es que no todo el mundo. Yo, por ejemplo, no estaba. Mi madre había enfermado y le costaba bastante respirar, así que no podía hacer mucho ejercicio físico y procuraba reposar el máximo de tiempo posible y no salía de casa por no contagiarlo a los demás. Mi padre había acompañado al general de Soldado hasta el reactor, que no estaba demasiado cerca del pueblo pero tampoco muy lejos, y ya habían pasado varias horas. La noche se acercaba y no volvían, así que me empecé a preocupar pensando que alguna bestia les podía haber hecho daño. Cogí cuatro cosas de casa, me despedí de mi madre y me fui a buscarlos. Me extrañó que un general como Sephirot no pudiera defenderse de los monstruos de los alrededores. Sí que se habían vuelto más agresivos pero ese hombre tenía mucha fama de demoledor, no parecía el tipo de persona que se deja intimidar fácilmente. Sin embargo, algo pasó y yo no me podía esperar en casa tranquilamente.

— ¿Y no tenías miedo?

— ¡Claro que sí! ¿Pero que más podía hacer? Además, los monstruos no era lo que asustaba, sino lo que pudiera encontrar…

— ¿Temías por la vida de tu padre?

— Por supuesto. ¿Sabes? Mi padre era un hombre alto y muy corpulento, alguien parecido a Barret, pero con la piel blanca y con un gran sentido del humor. Además era adorable con todo el mundo y en especial con los niños de todo el pueblo. Por eso Cloud era como uno más de la familia. Era un hombre de campo, hecho a sí mismo, y me deshice en lágrimas cuando me lo encontré moribundo al pie de la escalinata que llevaba a la entrada principal del reactor. — Se hizo un silencio sepulcral. Tifa no mostraba signos de debilidad o de estar a punto de echarse a llorar. Es una mujer muy fuerte pensó Kanha. — Enseguida me acerqué a él para ver si podía hacer algo para evitar que siguiera sangrando, pero pareció que ya era demasiado tarde. Tenía una única herida en el abdomen y sin lugar a dudas no se la había provocado el ataque de un monstruo, sino el filo de una espada. “Huye” fue su última palabra. Sentí mucha tristeza que en cuestión de segundos se convirtió en ira. Para mí había un asesino claro y era Sephirot. En ese momento no podía pensar en nada más que no fuese la venganza, en hacer pagar a ese desalmado por la vida de mi padre. No pensé en que si había podido con él yo sería como una pelusa que apartas con el pie para no pisarla y que se te quede pegada en la suela del zapato. En ningún momento pensé que podría acabar como él o incluso peor. Simplemente no pensé y corrí hacia el interior del reactor. — Entonces Tifa calló.

— ¿Y qué pasó? — Insistió la joven viendo que su amiga no parecía tener intención de retomar su relato.

— Pasó que otro día te lo acabo de contar. Siento que sea por capítulos, pero no quiero que todos lo sepan. — Kanha se giró y vio como Nora se acercaba al establo.

— ¿Y por qué me lo cuentas a mí?

— Porque veo que Cloud y tú tenéis una relación especial. Yo le quiero mucho, pero no me gustaría que te confundieras con nosotros. Ya que él no es muy hablador, me pareció buena idea darte mi punto de vista de nuestra historia. Por desgracia, no tengo ni idea de lo que le pasó cuando se fue de Nibelheim ni de cómo llegó a entrar en Soldado. Tal vez, algún día, te lo cuente él mismo… — Su sonrisa era sincera.

— Tal vez… Con él nunca se sabe…

Enseguida Nora entró en establo y les informó de que la comida estaba lista. Las dos muchachas acabaron de recoger los bártulos y fueron a comer. En el descanso de después volvieron todos al establo para decidir qué hacer. Sorprendentemente, fue Barret quién empezó a hablar.

— La camioneta tiene un par de averías. Podría circular durante un tiempo sin darnos demasiados problemas, pero si no la reparaba enseguida después hubiese sido mucho peor. Ahora hay unas piezas resquebrajadas aunque enteras, si se hubiesen roto durante el trayecto hubiéramos tenido unas piezas rotas que seguramente hubieran estropeado otras partes del motor. Sin embargo, gracias a haber encontrado todo lo que te pedí no habrá problema en repararla.

— ¡Perfecto! ¿Y de cuánto tiempo estamos hablando?

— No estoy seguro. Si me pudiese dedicar todo el día a hacer esto, creo que en un par de días lo tendría solucionado, pero como tenemos que hacer las tareas de la granja, yo diría que necesitaré una semana como mínimo. — Cloud arrugó el gesto, pero no dijo nada.

— Vaya… Eso es más de lo que pensé… — Observó Tifa.

— Tal vez sea más tiempo. — Intervino Aerith. Nadie se esperaba que se metiera en la conversación.

— ¿Por qué lo dices? — Preguntó Tifa. La joven sacó el saco de cuero que le habían entregado al llegar y vació su contenido dentro del círculo que formaban sentados en el suelo del granero. Parecían canicas de colores.

— Supongo que todos sabéis lo que son.

— ¿Son fragmentos de materia? — Preguntó Kanha.

— Sí.

— ¿Y por qué son de diferentes colores?

— Porque invocan diferentes tipos de magia. — Sentenció un Cloud que no pudo más con la ignorancia de su aprendiz. — ¿Y qué se supone que vamos a hacer con toda esta materia?

— Os voy a enseñar magia. A todos. — Dijo Aerith. — Incluso a ti. — Ambos se quedaron mirando en unos momentos de tensión.

— Me parece perfecto. ¿Y por dónde empezamos? — Interrumpió Tifa.

Aerith repartió los fragmentos de materia y buscaron la manera de encastarlos en las armas que utilizaban cada uno de ellos. Barret utilizaba un arma de fuego. Cuando la florista se acercó para ponerle un par de fragmentos Kanha se quedó de piedra porque se dio cuenta de algo sorprendente. Siempre le había visto llevar un arma encima y creyó que formaba parte de su hostilidad pero en aquel momento se dio cuenta de que no era ese el motivo, sino que no podía desprenderse de ella porque en realidad se trataba del extremo de su brazo, de que era un implante que substituía una mano amputada. Había mantenido tanto las distancias con él que ni siquiera se había preocupado en observarlo con detenimiento. También le sorprendió ver que Tifa usaba unos guantes parecidos a los suyos y, aunque Cloud ya le había dicho que era una luchadora estupenda, ni siquiera se la podía imaginar luchando. Aerith sacó un cetro de detrás suyo y también se puso materia. Cloud invocó su espadón para añadirle la materia que la joven de ojos verdes le ofreció y finalmente Kanha sacó sus guantes para añadirles más fragmentos.

— Nos alejaremos un poco de la granja. No es que quiera intimidad, pero la magia podría ser peligrosa si no se sabe usar bien y prefiero mantenerlos a salvo.

Aerith se puso en pie y todos la siguieron, incluso Cloud, que no parecía muy entusiasmado con la idea. Cuando llegaron a una zona que parecía idónea empezó con las explicaciones. Lo primero que hicieron fue sentarse en el suelo con las piernas cruzadas y poner su arma contacto directo con la piel para intentar sentir la fuerza de la energía vital. Evidentemente, para Cloud y Kanha fue una tarea muy fácil. Tifa fue la siguiente y Barret no tardó en seguirles. Pronto vieron a Clive en la lejanía que se acercaba al grupo.

— Guardad vuestras armas antes de que las vean. Son buenas personas y no deberían formar parte de esta contienda. — Todos estuvieron de acuerdo y lo hicieron sin rechistar.

— ¡Hora de volver al tajo! — Dijo lleno de alegría y el grupo se dispersó.

Barret hizo las tareas tan rápido como pudo y acto seguido empezó con las reparaciones del camión. Cuando llegó la hora de la cena tan solo había podido desmontar el motor, así que lo tuvo que tapar con una lona para poder continuar en otro momento. Los demás no hicieron nada fuera de lo común. No se vieron hasta que Nora les anunció que la cena estaba lista. Cuando acabaron, y como venían haciendo los últimos días, se reunieron en la habitación de las chicas.

— A partir de ahora, — continuó Aerith como si hubiesen acabado la clase de magia en aquel momento — tendréis que practicar lo que hemos hecho antes cuantas veces podáis. Cada vez que tengáis un momento de intimidad, justo antes de iros a dormir, cuando sea, pero no dejéis de practicar. Recordad que la base de la magia y lo primero que se debe aprender cuando se quiere aprender a dominarla es esa conexión que todos tenemos con el torrente de energía vital. ¿Entendido?

— No. — Contestó Tifa tajante. Aerith la miró sorprendida. — No lo entiendo. Porque si fuese así, ¿por qué vosotros tenéis la marca? ¿Por qué los soldados deben pasar por la exposición para poder usar magia? Además, no todos pueden usarla con la misma intensidad, ¿no? — La joven interrogada cogió aire siendo consciente de que había llegado el momento de dar explicaciones.

— Shinra lleva años estudiando esa conexión. Es cierto que no todos la tenemos con la misma intensidad, pero sí que es falso que sólo unos cuantos pueden usarla. No tengo muy claro de dónde salió ese rumor, pero supongo que se lo inventaron personas que querían la magia sólo para ellos. De ahí nació la figura del mago, que más tarde se perdió y que ahora está resucitando de la mano de Soldado, aunque su labor no es exactamente la misma… El caso es que después de tanto tiempo con gente interesada en proteger este tipo de información ésta se vio distorsionada e incluso se perdió. Shinra intentó recuperarla, pero no le quedó otra que investigar ruinas antiguas, civilizaciones extintas y manuscritos incompletos. El resto de la información tuvo que improvisarla, experimentar, etc. Así es como llegaron a la conclusión de que para acelerar y reforzar ese vínculo era necesario exponerse directamente al torrente de energía vital. Teniendo en cuenta que Shinra es la empresa que maneja esta energía como si fuese la presa hidroeléctrica de un río, tenían fácil lo de acceder a la energía mako y usarla en su beneficio. Sin embargo, y corrígeme si me equivoco, — dijo mirando a Cloud — esa exposición es un riesgo innecesario. Muchos seres humanos no son capaces de soportar llevar más energía vital en su cuerpo que el que la propia naturaleza les ha otorgado al nacer y mueren o quedan muy mal parados. — El joven soldado asintió con cierto pesar. — Evidentemente, los que sobreviven y pasan esta prueba en condiciones no vuelven a ser los mismos: sí que es cierto que su conexión con el torrente vital es mayor, básicamente porque albergan más energía vital en su interior, pero también es verdad que llevan una doble carga que les pesa en el alma.

— ¿Nos estás diciendo que la exposición es un invento de Soldado que no sirve para nada?

— Os estoy diciendo que Soldado no tiene la verdad absoluta y que su política de ensayo y error está costando muchas vidas.

— ¿Por eso Rufus está tan interesado en ti? — Preguntó Cloud y se hizo un silencio. Nadie recordaba en ese momento que Aerith estaba siendo perseguida por el presidente de Shinra y que había enviado a los Turcos a por ella.

— Más o menos. — Contestó con cierta timidez.

— Yo tengo otra pregunta. — Volvió a intervenir Tifa que parecía que se sintiese como si se le fuese a escapar el turno de palabra. — Si nunca has estado en Soldado, si no has pasado por la exposición, ¿por qué tienes ojos de mako? — Todas las miradas se giraron hacia ella. Era obvio que todos esperaban la respuesta a eso.


— Porque soy la última de los Cetra.

Cloud invocando magia