— ¡Vaya,
menuda sorpresa! — Un chico pelirrojo apareció de entre las sombras. Parecía
excesivamente confiado, como si aquella ruina de iglesia fuese de su propiedad.
También llamaba mucho la atención que fuese vestido con un traje negro y camisa
blanca. La seriedad de su vestimenta contrastaba
con su cabello alborotado. — Cloud Strife vuelve a la carga, pero me temo que
esta vez estás en el bando equivocado.
— Cierra
esa bocaza, Reno. — Escupió Cloud con desprecio. Kanha lo miró e soslayo
asombrada porque, a pesar de que la simpatía no era una de sus virtudes,
tampoco era habitual oírlo hablar con aquel tono.
— ¿Y esa
monada de niña? — Continuó Reno cambiando de tema.
— No soy
una niña. — Contestó Kanha ofendida.
— Te gustan
salvajes, ¿eh? Y dime, ¿qué os trae por aquí? ¿Acaso has despertado tu lado más
beato, Cloud? — Bromeó abriendo los brazos, como si quisiera mostrar lo que
quedaba de aquel lugar que en el pasado seguramente fue de culto.
— Sí… Se
podría decir que sí…
— Pues si
soléis venir por aquí tal vez podáis ayudarme… Estoy buscando a una chica que
vende flores. — A la joven muchacha le dio un vuelco el corazón. Ese chico no
le daba buena espina y que estuviera buscando a Aerith no le gustó ni un pelo.
— Me dijeron que la podía encontrar aquí, pero creo que este lugar ya no tiene
nada que ofrecer. Tal vez me hayan engañado… ¿Tú qué crees?
— No hemos
visto a nadie y no sabemos de quién nos hablas. — Concluyó Cloud.
— Es
curioso porque los guardas de la puerta me informaron de que veníais y de que
esta chica tenía algún tipo de conexión con la joven que estamos buscando. — Se
hizo un silencio incómodo que Reno se encargó de romper. — No importa. La
encontraremos igualmente sin vuestra ayuda. — Concluyó iniciando el camino que
le conducía a la puerta para salir de allí. Kanha empezó a temblar de miedo
aunque no tenía demasiado claro qué era lo que tenía que temer. Cloud se dio
cuenta y se puso entre Reno y ella como si la quisiese proteger.
— ¿Qué
importancia tiene esa chica para vosotros? — Dijo. — Ella solo vende flores, no
es una amenaza para Shinra.
— Curioso,
¿verdad? Una joven que vende flores… — Reno se giró hacia ellos poco antes de
llegar a la salida para seguir con la conversación. — ¿Cuántas has visto en
toda la ciudad que lo hagan? De hecho, ¿cuántas flores has visto desde que
llegaste? ¿No te parece algo insólito? Todo el mundo la conoce justamente por
ello, porque es única. Además, el jefe cree que esta chica es más especial de
lo que parece. Cree que hay una conexión que desconocemos entre ella y la
energía vital. Cree que ella tiene la clave para evitar la extinción de la vida
en la tierra. Nos interesa a todos encontrarla, ¿no creéis?
— Tal vez,
pero ya te hemos dicho que no sabemos dónde está. No te podemos ayudar. — El
tono de Cloud era cada vez más hostil y sus músculos se tensaban a cada palabra
que pronunciaba.
— Una
lástima…
Kanha se
dio cuenta de que su compañero estaba dispuesto a saltar a la carga con
cualquier indicio sospechoso, pero Reno no parecía dispuesto a iniciar una
batalla. Se los quedó mirando durante unos instantes y finalmente se giró y se
fue sin hacer ruido, tal y como había aparecido al principio.
— No te
fíes de lo que acaba de decir. — Dijo Cloud cuando se cercioró de que el
pelirrojo ya no les podía oír. — Reno era un soldado como yo, pero a causa de
su mente retorcida le ascendieron rápidamente a los Turcos, por eso no lleva el
uniforme azul convencional de soldado, aunque eso no significa que no siga
siendo uno de los perritos falderos de Rufus.
— ¿Qué son
los Turcos?
— Es una
división selecta de los mejores soldados que reciben órdenes directas de Rufus.
Reciben un trato especial porque sus misiones también lo son y normalmente
están asociadas a asesinatos y cosas de esas que no requieren demasiada moral
para poderlas llevar a cabo. En otras palabras, si buscan a tu amiga será mejor
que la encontremos nosotros primero. — Un escalofrío recorrió la espalda de la
chica.
Entonces
Kanha desvió su atención porque creyó oír algo entre los escombros y corrió
hasta ellos, justo donde antes crecían las flores salvajes, y aunque las
sombras le impedían ver si Aerith estaba allí le pidió a su compañero que la
ayudara a apartar los restos de la explosión. La extraordinaria fuerza del
muchacho volvió a sorprenderla y en menos de lo que jamás hubiese imaginado ya
había despejado la zona lo suficiente como para realizar su comprobación. Y
allí estaba Aerith un día y medio después, cubriendo a sus pequeñas protegidas
con su propio cuerpo. Estaba muy magullada, deshidratada y seguramente al
límite de sus fuerzas. Cloud se esforzó por acabar de despejar la zona de
restos de la explosión y Kanha no dudó ni por un instante en usar su magia con
ella. Aún llevaba los guantes puestos y en un instante la iglesia dejó de tener
sombras para dar paso a la luz de la magia blanca. Fue mucho más fácil que las
otras veces y el efecto mucho mayor: una de las piernas de Aerith se colocó en
su sitio con un crujido bastante desagradable, las heridas se cerraron casi en
el acto y los moratones de su cara, brazos y piernas desaparecieron en cuestión
de segundos. Cuando la luz empezó a disiparse Aerith abrió los ojos y se mostró
muy contenta de reencontrarse con su amiga, por lo que no dudó en abrazarla.
— ¡Sabía
que volverías! Las flores te necesitaban y tú acudiste en su ayuda.
— La
marca…— Susurró Cloud. — ¡Tienes la marca!
— ¿Cómo
dices? — quiso saber Aerith.
— Has
estado expuesta a la energía vital. ¿Eres una soldado? — La joven no pudo
reprimir una risita nerviosa y negó con la cabeza.
— Te
equivocas, chico. No soy lo que crees.
— No
importa. — Interrumpió Kanha. — Debemos irnos. Aquí no estamos seguros y el
tipo de antes podría volver en cualquier momento.
— ¿Qué
tipo? — Preguntó Aerith.
— Tienes
razón. — Contestó Cloud ignorando la pregunta. — Debemos volver a la base. En
su casa tampoco estará a salvo. — Añadió.
Kanha ayudó
a su amiga a ponerse en pie y le ofreció agua. Cuando se dispusieron a salir de
la antigua iglesia se dieron cuenta de que la noche ya había caído.
— No sé si
vuestra base está cerca o lejos, pero el camino va a ser complicado sin lugar a
dudas. — Entonces Cloud empezó a dibujar con la punta de los dedos una especie
de símbolos en el aire que dejaban tras de sí una estela luminosa. Un instante
después apareció un destello del que surgió un espadón casi tan grande como el
propio portador. Tanto Aerith como Kanha quedaron sorprendidas.
— Esto es
un hechizo de magia negra. — Explicó el joven sin perder de vista a la gente
que pululaba en la noche de los Suburbios. — Es una invocación de nivel básico.
Te permite invocar tu propia arma. Es muy útil si se trata de un arma grande,
como es mi caso. De esta manera no tengo por qué cargar con ella constantemente,
pero puedo disponer de ella cuando la necesite. — Se giró hacia la que sin
darse cuenta se estaba convirtiendo en su aprendiz. — Tú no lo necesitarás, a
no ser que quieras tener un arsenal disponible. Pero es un buen comienzo si
quieres invocar algo más poderoso.
— ¿Algo más
poderoso como qué? ¿Como un cañón? — Preguntó Kanha.
— No me
refería a poder militar. Ya te lo explicaré más adelante…
Las dos
jóvenes caminaron junto a Cloud que las condujo a través de los Suburbios hasta
la sede de AVALANCHA. Las personas que frecuentaban la noche eran sombrías y no
inspiraban demasiada confianza, pero nadie quería enfrentarse a un joven que
blandía un espadón pesado de más de un metro de largo con la misma agilidad que
alguien que hace malabares con pelotas de arena. Kanha se dio cuenta de que por
la noche no había soldados en los Suburbios, de que realmente no importaba
demasiado lo que pasaba allí. Son todos
unos marginados, concluyó mentalmente. Aquello era el vertedero de la
ciudad de la superficie. Midgar existía tal y como era porque los Suburbios lo
permitían.
Kanha
explicó a su amiga todo lo que le había pasado desde que se separaron. Aerith
solo pudo decirle que corrió tan rápido como pudo hasta la iglesia y que cuando
vio que todo estaba bien oyó un gran estruendo y su instinto la llevó a
proteger a las flores, que no recordaba nada más.
— ¡Pues si
estábamos contentos de haber encontrado una maga blanca imagínate con dos! — Tifa
estaba eufórica después de oír lo que debía saber sobre Aerith.
— No sé por
qué te pones tan contenta. Os agradezco mucho que me hayáis acogido, pero no
pienso quedarme y mucho menos colaborar con vosotros. — Contestó Aerith en un
tono seco.
— ¿Por qué
no? Shinra te está buscando y eso no es buena señal. ¿Qué digo Shinra? Rufus ha
enviado explícitamente a los Turcos y eso no es ni medio normal.
— No me
importa. No me encontrarán.
— ¿Y si te
encuentran? — Insistió Tifa.
Estaban en
la habitación que Kanha creyó que era el comedor, donde había compartido el
estofado con Cloud y Barret aquella misma tarde. Miraba a las dos
interlocutoras discutir con cierta curiosidad porque no podía decir nada a
causa de su gran ignorancia y tampoco se veía capaz de posicionarse de un lado
o del otro. Sin embargo, Cloud y ella cruzaron sus miradas accidentalmente y se
produjo una conexión que hizo que la joven perdiera el hilo de la conversación
y que todo en la habitación, excepto él, desapareciera de su campo de visión.
El tiempo también dejó de tener sentido y aquellos ojos enigmáticos se
convirtieron en su ancla. Vamos oyó
en su mente y acto seguido Cloud se levantó de la mesa y abandonó la sala sin
hacer ruido. Kanha se quedó desorientada al aterrizar de nuevo en la tierra, al
ver aparecer elementos que antes no estaban pero que en realidad nunca se fueron.
No se sentía con ánimos de intentar reengancharse a la conversación entre las
dos féminas que era cada vez más acalorada, así que siguió su instinto y se fue
de allí. Cloud la estaba esperando fuera, apoyado contra la pared del pasillo,
y cuando la vio salir empezó a caminar lentamente, como si la invitara a
seguirle.
Salieron de
la sede de AVALANCHA y caminaron varios minutos por las calles penumbrosas de
los Suburbios. Cloud iba delante y Kanha unos metros más atrás. No se dijeron
nada hasta que él paró de andar y se giró hacia ella. Le ofreció su mano y la
invitó a subirse a una estructura que no veía muy bien a causa de la oscuridad
de la noche, pero que presumiblemente no sería más que una pila de escombros.
Ella aceptó, subieron y se sentaron el uno junto al otro.
— Cuando
las cosas se ponen feas me gusta venir aquí. — Dijo Cloud como si llevaran un
buen rato hablando y mirando al cielo.
— ¿Son
imaginaciones mías o me has pedido que te siguiera? — Kanha ya estaba harta de
rodeos y fue directa al grano. Cloud la miró sorprendido por unos segundos y se
tumbó boca arriba. Después continuó hablando como si no la hubiese oído.
— Esta
parte de los Suburbios está menos iluminada por lo que es más peligrosa de
noche. Tal vez por eso la sede de AVALANCHA esté aquí… Pero este lugar también es
especial porque te permite contemplar un cielo estrellado que es difícil de ver
desde cualquier punto de la ciudad a causa de la gran contaminación lumínica. —
Kanha estaba desconcertada: ni le contestaba a sus preguntas ni parecía decir
cosas coherentes. — ¿Lo ves? Esta noche tenemos un cielo precioso. — Visto lo
visto, finalmente optó por tumbarse a su lado y observar las estrellas junto a
él.
Cloud le
explicó historias de constelaciones que ella desconocía. No paraba de señalar
al cielo apuntando a ciertos puntos, compartiendo ese momento con ella y
finalmente llegó un momento de silencio. Normalmente no era un chico muy
hablador pero era agradable estar con él cuando daba conversación, por eso
Kanha se sintió incómoda cuando llegó
ese momento. ¿Y ahora qué? pensó.
— No son
imaginaciones tuyas. — Añadió finalmente el joven, sin venir a cuento.
— ¿Qué? — La
joven estaba cada vez más perdida: cuando por fin creía que le seguía el ritmo
él hacía un cambio de rumbo y ella se volvía a desorientar.
— Es
cierto; te he pedido que me siguieras. — La chica se sentó de un salto como si no
se pudiese mantener relajada por más tiempo y él continuó como si nada hubiese
pasado, como si tuviera la necesidad de darle esas explicaciones. — No es muy
común, pero a veces la energía vital se sincroniza y la telepatía es posible. —
Kanha seguía sin entender, pero no quería cortar el torrente de información que
estaba por surgir. — En la instrucción de soldado nos enseñan muchas cosas
sobre la energía vital del planeta. Esa teoría es necesaria para entender mejor
el don que nos dan durante la exposición, antes de empezar la instrucción, y
así poderlo manipular más tarde con más facilidad. Todos los seres vivos
contienen energía vital. Cuando un bebé nace éste toma prestado de la tierra
una parte ínfima de su torrente de energía vital. Esta energía le permite vivir
y cuando el bebé crece, se hace adulto, envejece y finalmente muere devuelve su
parte prestada al torrente principal de energía vital para que el ciclo de la
vida se repita una y otra vez. Y lo mismo ocurre con cada ser vivo que habita
nuestra tierra. Ese es el cometido real de la energía vital y esto se ha
estudiado durante décadas. Con el tiempo apareció una empresa que desarrolló un
método para extraer esa energía y sacarle provecho de otras maneras.
— Shinra…
— Así es.
El padre de Rufus junto con un socio científico que era amigo suyo crearon Shinra.
Creyeron que podían sacarle mucho beneficio a esa energía que parecía ilimitada
y así fue. Pero el padre de Rufus tenía cierta moral, cosa que el doctor Hojo,
su socio, no tenía y siempre ansiaba ir un paso más allá. Así fue como nació el
ejército de Shinra. El doctor Hojo tuvo la genial idea de hacer pasar a todos
los reclutas por un proceso de exposición directa a la energía vital. Hubo
muchas muertes. Muchísimas. Piensa que cuando nacemos una porción muy pequeña
de esa energía se une a nuestra alma, si nos exponemos a demasiada cantidad nuestro
cuerpo colapsa y nuestra mente se derrite como si fuese cera caliente. Parecía
una locura, pero el doctor Hojo confiaba ciegamente en sus cálculos y estaba
seguro de que en algún momento habría resultados positivos. El padre de Rufus
se opuso totalmente a este proceso inhumano, hasta el punto de querer suspender
la investigación y abandonar la idea de crear ese ejército, pero poco después
murió en circunstancias sospechosas. Rufus heredó su puesto y, junto al doctor Hojo,
en pocos años le dieron forma a la Shinra que conocemos hoy. Al cabo de un
tiempo de experimentar y de cambiar parámetros, empezaron a sobrevivir soldados
y poco a poco se fue formando un ejército de personas con habilidades
especiales y marcadas por la energía vital.
—
¿Marcadas?
— Sí. La
energía vital se mezcla con nuestro ADN. Forma parte en mayor proporción de lo
que somos y eso nos marca. Nuestros ojos son diferentes; proyectan la luz de
esa energía, por lo que no podemos evitar mostrar al mundo que somos soldados
de Shinra, por mucho que nuestra situación cambie, por mucho que huyamos de
ello.
— Pues si
convertirse en soldado es tan horrible no entiendo cómo pueden tener tantos reclutas…
— Porque
mienten. O mejor dicho, porque no lo cuentan todo. Nadie sabe nada sobre el
proceso de exposición. Jóvenes de todo el mundo viene a Midgar con la esperanza
de formar parte de algo grande y parece ser que formar parte de Shinra, aunque
sea como soldado, es una muy buena opción. Al fin y al cabo es la empresa más
poderosa del mundo, no hay nadie que no conozca su nombre. — Nadie excepto yo pensó Kanha. — Muchos
de ellos encuentran la muerte durante la exposición. No todo el mundo la soporta.
No se trata sólo de parámetros científicos sino de la predisposición del
individuo para aceptar esa sobredosis de energía. Los pocos de cada promoción
que sobreviven siguen un proceso de instrucción que dura varios meses, después
se les hace un examen para determinar en qué división encajarían mejor y más
tarde se les destina allí para que se especialicen en su nuevo puesto. Es en la
parte común que nos enseñan a usar la magia.
— ¿Pero qué
relación hay entre la magia y la energía vital? ¿Y qué son estos fragmentos de
materia? — Insistió la chica mostrándole su colgante blanco.
— ¿No te
parece lo suficientemente mágico el misterio de la vida? Como te dijo Tifa,
todos tenemos la magia dentro de nosotros pero solo unos cuantos la pueden
usar. Y es cierto, todos tenemos una parte de ese torrente de vida en nuestro
interior, pero en una cantidad muy moderada. La energía vital es tan poderosa
que te permite hacer cosas sobrenaturales. Los soldados tenemos más fuerza
física que la gente normal, más velocidad, más destreza y además podemos usar
magia. Unos destacan más en unas cosas que en otras, pero en líneas generales
todos somos así. Yo no soy especialmente hábil con la magia, pero tengo mucha
destreza con la espada y bastante fuerza física, por eso me asignaron el
espadón que viste antes como arma. En la empuñadura tengo varios fragmentos de
materia que contienen magia negra para usarla en combate, pero ya te digo que uso
hechizos bastante básicos, aunque no dejan de ser potentes. Esos fragmentos son
restos de la energía vital del planeta que se solidifica cuando existe una
masificación de ésta. No son comunes, pero a causa de la manipulación a la que Shinra
la tiene sometida cada vez es más fácil encontrarlos. Creo que es un mal
augurio, pero en cierta manera nos resultan bastante útiles, sobretodo ahora
que se acerca una gran batalla.
— ¿La
guerra es inevitable? — A Kanha le asqueaba la idea.
— Eso
parece…
— Lo que me
sorprende es, que teniendo en cuenta la inversión que hace Shinra en sus
soldados, que os dejen ir sin más cuando decidís que ya no apoyáis su causa. — Cloud
se empezó a reír como si hubiese dado en el clavo y se incorporó para quedarse
sentado.
— No nos
dejan ir. Cuando te sometes a la exposición también te administran una especie
de suero que de alguna manera te esclaviza. Te manipula la mente y crees que Shinra
es lo más importante del mundo, que les debes tu vida y que no debes dudar en
jugártela si llegara el caso.
— ¡Pero eso
es horrible!
— Es una de
las cosas que el padre de Rufus no aprobaba. Por eso, ver desertores como yo no
es algo común.
— ¿Aunque
veáis que todo lo que hace Shinra es horrible? ¿Aún así no podéis renunciar a
formar parte de ello? ¿Es que acaso perdéis la consciencia, dejáis de discernir
entre el bien del mal?
— Digamos
que manipulan nuestra realidad. No lo vemos como lo veo yo ahora. Simplemente
estamos en el otro bando y seguimos órdenes.
— Pues si
estáis tan sometidos cuando estáis en Shinra ¿qué fue lo que te hizo cambiar de
opinión?
— Te
parecerá una locura pero creo que fuiste tú.
— ¿¡Yo!? — Otro
giro. Kanha cada vez estaba más perdida con ese chico.
— Lo
sospeché esta mañana cuando me sanaste y hace un rato casi que podría asegurar
que lo confirmé.
— No
entiendo nada… — Se rindió.
— Cuando
estaba en Shinra no era un soldado especialmente hábil, no destacaba demasiado.
Además había otros reclutas en mi promoción como Reno, el chico que encontramos
en la iglesia, que sí que llamaron la atención del doctor Hojo y eso
ensombrecía aún más mi presencia allí. Podríamos decir que era invisible, uno
más. Sin embargo, pasé la fase de exposición y me convertí en soldado. Era
un iniciado convencido y entregado a mi
labor. Me dediqué en cuerpo y alma a formarme de la mejor manera posible para
superar las expectativas que hubiesen depositado en mí. Y un día, de pronto,
empecé a oír una voz en mi cabeza. Esa voz me decía que no estaba bien lo que
hacía, que Shinra era el enemigo, que su empresa acabaría con la energía vital
del planeta y yo sabía perfectamente lo que eso significaba: si el torrente de
energía se agota el planeta muere y la vida dejaría de fluir, el ciclo de la
vida se acabaría y sólo habría lugar para la muerte y más tarde para la nada.
Empecé a curiosear por los archivos de Shinra y me informé mejor. Más tarde
confirmé mis sospechas. AVALANCHA apareció en escena con su propaganda y en una
misión de reconocimiento me encontré con Tifa. Ella no me reconoció por mi
uniforme de soldado ya que el casco nos mantiene en el anonimato justamente
para evitar que nos reconozcan, para que no nos vean con la marca, pero en un
momento de intimidad le confesé quién era y que apoyaba su causa. Entonces
trazamos un plan para simular mi muerte y poder escapar de Shinra impunemente.
Y así había sido hasta hoy, que Reno me ha visto. Ahora que saben que hay un
ex-soldado rondando por los Suburbios estoy seguro de que la cosa se pondrá
fea. Creo que deberíamos alejarnos de Midgar hasta que fuésemos más fuertes.
— No te
vayas del tema… ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? — Insistió la joven.
— En uno de
los libros de la academia leí que muy raramente se producía una especie de sincronía
entre dos usuarios de la energía vital y que si la energía de los dos vibraba
con la misma intensidad esa conexión les unía a un nivel inexplorado. Una de
las habilidades que resaltaban en aquel libro era la telepatía. Aquella voz era
muy clara en mi cabeza cuando me advertía de lo equivocado que estaba. Hoy he
oído tu voz dos veces y dada una situación tan sumamente extraordinaria veo imposible
tener esta sincronización igual con dos personas diferentes. Hoy eras tú, por
lo que cuando estaba en Shinra también debías ser tú.
— Pero eso
es imposible. Yo no soy de aquí.
— Lo sé.
Pero ¿qué otra explicación le das?
¿Realmente me oyes? Pensó la
chica con toda la intensidad que pudo.
— Alto y
claro. — Kanha no se lo podía acabar de creer, pero era evidente que no era una
broma. — Creo que seguiré instruyéndote para que aprendas a usar tu potencial y
esperemos que poco a poco vayas recuperando tu memoria. La única cosa que no me
cuadra es que no tengas la marca. Tampoco entiendo por qué Aerith sí la tiene
si no ha estado expuesta a la energía vital. Todavía hay demasiados cabos
sueltos… — La chica no sabía qué decir ni tampoco qué pensar. — En cualquier
caso, será mejor que volvamos a la base. Creo que sería prudente marcharnos de Midgar
antes del amanecer. Conociéndole, dudo mucho que Reno me dé un respiro… Estoy
seguro de que pasó el aviso de que seguía con vida en cuanto salió de la iglesia,
por lo que no me extrañaría que estuviesen barriendo los Suburbios para
encontrarme. Tenemos que decírselo a Barret y Tifa cuanto antes. Si nos
encuentran no podremos evitar la batalla y en las condiciones que estamos ahora
mismo no podríamos enfrentarnos a ellos sin sufrir bajas.
Reno |