martes, 21 de febrero de 2017

Capítulo 28. The test

Después de firmar los diferentes formularios, pasar por una entrevista con el jefe de Yassir y por un test psicológico para verificar que Andrea estaba en sus cabales, todo estuvo listo para poner una fecha definitiva. No fue hasta entonces que se lo dijo a su madre. Al principio no se lo tomó muy bien porque le parecía que era acercarse demasiado a la experiencia anterior y le hacía recordar lo mal que lo pasó cuando creyó que su hija no iba a despertar, pero poco a poco y encarándolo desde la vertiente más investigativa, básicamente diciendo que podría ayudar a muchas otras personas (aunque ella no se refería a los terrícolas, precisamente), pudo apaciguarla e incluso hacerle creer que iba a hacer un gran aporte a la ciencia moderna. Realmente creyó que la dejaba en las mejores manos y se mostró tranquila ante la idea de que estuviera bajo la vigilancia directa del doctor Yagoubi. Así que, finalmente, el día tan esperado llegó y Andrea se despidió de su madre como cada mañana, aunque en esa ocasión se dieron un abrazo extra.

— Cuídate mucho, hija.

— Claro, mamá. — Y lo último que vio en ella fue una sonrisa llena de orgullo.

El lugar designado fue un edificio adyacente al hospital donde estuvo ingresada. Por dentro se parecían bastante, aunque éste no tenía habitaciones con pacientes. Una enfermera la acompañó a una salita en la que se tenía que desnudar del todo y ponerse una bata azul. Aquello le recordó a cuando entró en el laboratorio del doctor Hojo de la mano de Reno, aunque no tenía nada que ver ya que en esta ocasión lo estaba haciendo por propia voluntad y sin amenazas. Cuando estuvo lista la acompañaron hasta una habitación contigua a una especie de oficina o centro de control. Yassir apareció ataviado con vestimenta azul y se acercó a ella.

— Aún estás a tiempo de cambiar de idea. — Le susurró.

— Sabes que no caerá esa breva. — Le contestó ella sonriendo. Él dio un paso atrás y empezó con la explicación de protocolo.

— Bien. Te tumbarás en esta camilla y las enfermeras te pondrán estos sensores además de ponerte aquel gorro que captará tus ondas cerebrales para que las podamos monitorizar. Cuando lo tengas todo, pasaremos a la sedación. Primero te dormiremos con gas y cuando pierdas la consciencia te pondremos en vena un anestésico más potente que hará que entres en fases de sueño más profundas. La duración de la prueba es indeterminada por lo que puede que dure un día como un mes o más. Durante todo este tiempo habrá siempre alguien aquí, durante las veinticuatro horas del día, para asegurarse de que tus constantes vitales se mantienen dentro de la normalidad. En caso de que se produjese alguna alteración se me avisaría de inmediato y yo mismo tomaría las decisiones correspondientes. — Sus ojos verdes la penetraban intentando encontrar algo de arrepentimiento, de duda; pero no hallaron más que decisión e ilusión. — ¿Estás de acuerdo con todo lo que te he dicho?

— Sí, aunque quería puntualizar una cosa ahora que utilizamos al personal médico como testigos. Si me pasase algo durante la ejecución de esta prueba quiero que todo el mundo sepa que no ha sido culpa del doctor Yagoubi. Soy una persona adulta, en plenas facultades y conozco los riesgos y los acepto; por lo que no quiero que se le tache de ninguna manera si todo esto no saliera bien. Legalmente así lo he arreglado, pero en cuanto a su fama o popularidad en el hospital e incluso en el gremio no quiero que se le ponga en duda. ¿Queda claro? — Todo el personal asistente asintió al unísono y pasados unos segundos de rigor cada cual se puso en marcha para hacer que la maquinaria del experimento empezase a rodar.

Una enfermera la ayudó a tumbarse con cuidado en la cama mientras que otra le colocaba sensores en el pecho y en los brazos y una tercera le arreglaba el pelo para poder ajustarle el gorro. Yassir estaba a los pies de la cama y la miraba un tanto preocupado, con cierta tristeza; en cambio ella no podía más que sonreír y no entendía por qué él no se mostraba más alegre. Al fin y al cabo había sido idea suya, ¿no?

— Preparados para anestesiar, doctor. — Dijo el anestesista con la mascarilla en la mano. Él lo miró con desgana y asintió. — Andrea, debes respirar hondo e intentar hacer una cuenta atrás empezando desde el diez, ¿sí?

— Sí. — Enseguida le puso la mascarilla y un olor curioso la inundó cegando su mundo y dejándola a oscuras. No sabía si había empezado a contar cuando eso sucedió, el caso era que fue muy rápido, y que de pronto volvía a estar en aquel limbo en el que flotaba, perdiendo la noción del tiempo. Tampoco podía evaluar si seguía allí o si ya se había ido.

Kanha…

¡Estoy aquí! Se produjo un silencio que no se supo cuánto duró.

Kanha.. ¡Vuelve, por favor! Insistió la voz que la estuvo incitando desde hacía un par de días. No la reconocía, pero sabía que era aliada, amiga y por eso se entregaba a ella cada vez que la oía. Kanha…

¡Estoy aquí! Repitió la joven, pero el silencio devastador volvió a reinar en su mente.

Pasado otro periodo de tiempo que fue incapaz de determinar empezó a ver un resplandor. Parecía nacer de su propio interior y paulatinamente se fue haciendo más intenso. Tenía un tono verdoso y ella creyó que sabía lo que era: el Lifestream. ¿Me he muerto? Preguntó por si había alguien que le pudiera responder. ¿He muerto y estoy regresando al torrente principal? Insistió, pero no obtuvo respuesta alguna. Aquella luz la empezó a envolver y notó un calor interior que le daba una paz enorme.

Kanha… Esta vez ella no respondió. Realmente creyó que aquel era su fin. El resplandor verde dio lugar a una especie de aura que cada vez brillaba con más intensidad y que incluso parecía que tomaba cuerpo. Era como una acumulación masiva de energía vital. La chica se sintió tan atraída por todo aquel espectáculo que no dudó en aceptar lo que tuviera que pasar, como si fuese algo normal, algo que simplemente pasaba y que no se podía evitar. Pero en un momento dado y de forma totalmente inesperada las suaves ondas de energía que la rodeaban empezaron a girar a su alrededor bruscamente y de pronto se metieron en su cuerpo. Ella notó cómo su energía aumentaba exponencialmente y se sintió llena de vida. Su reacción natural a todo aquello fue abrir los ojos y encorvarse, como si le hubiesen asestado un puñetazo en el estómago.

— ¡Kanha! — Gritó alguien visiblemente alterado.

Se acababa de despertar de un largo sueño, o al menos eso le pareció. Estaba sentada en el suelo de una especie de chabola, sobre una tela no más fina que una simple sábana. Respiró hondo y notó un olor que recordó perfectamente.

— ¡Cloud! — Repitió en voz alta sabiendo que estaría cerca y en ese momento notó como alguien la abrazaba y se ponía a llorar sobre su hombro. Ella estaba muy desubicada, pero también se dejó llevar por sus sentimientos y derramó lágrimas de alegría. Lo he conseguido, ¡he vuelto! gritó para sí misma llena de júbilo. Sin embargo, enseguida cesó porque se dio cuenta de que la persona que le estaba abrazando no era quien ella pensaba y se recompuso para identificarla. Reconoció aquel cabello negro y largo, aquella piel excesivamente blanca, pero no creyó que la viera llorar de aquella manera algún día y menos por ella. —  ¿Tifa? — La joven se tapó la cara para secársela y mostrarse. — ¿Qué pasa? ¿Estás bien? — Le costó varios segundos recuperar la compostura aunque las lágrimas no cesaron en ningún momento.

— ¡No puedo creer que hayas vuelto! — Y volvió a dejarse llevar por sus sentimientos, perdiendo de nuevo el control. Entonces una mole enorme y negra entró por la pequeña puerta de la cabaña: Barret. Sorprendentemente le dedicó una amable sonrisa y se llevó a Tifa con una delicadeza impropia de su envergadura. Cuando abandonaron el lugar se percató de que un joven rubio estaba de pie apoyado en la pared junto a la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, el semblante serio y una enorme espada cargada a la espada y que además la miraba como si quisiera atravesarla con aquellos enormes ojos azules. Kanha notó un pinchazo en el corazón al verlo allí, sin hacer un ruido, observándola en silencio. Se quedaron así unos instantes, hasta que él se despegó de la pared y se puso a andar para salir de aquel lugar. Kanha se levantó enseguida para seguirle. Aún no le había hablado de Jénova y no sabía que habían perdido su telepatía. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando por la cabeza, pero tenían que hablar cuanto antes. Se tenía que poner al día de lo que había pasado, de cómo habían salido del edificio Shinra, de dónde se encontraban, de qué había pasado con Sephiroth y también tenía que aprender a invocar Sagrado. Demasiadas dudas como para que Cloud se pusiera exquisito y se enfadara.

Igual que cuando despertó del coma, cayó al suelo en cuanto se puso de pie enseguida. Se dio cuenta de que le volvían a flojear las piernas. Pero no lo entiendo: si representa que todo esto es un mundo virtual no debería estar en forma físicamente para poder moverme. ¿Quiere esto decir que llevo varias semanas sin moverme y que me vuelvo a encontrar igual que en el mundo “real”? Asustada ante tal revelación se arrastró por el suelo para salir al exterior. La luz la cegó en un primer momento, pero pronto recuperó la visibilidad y vio a Barret intentando consolar a Tifa junto a una arboleda y a Cloud alejarse sólo.

— ¿Queréis explicarme qué está pasando? — Dijo gritando desesperada con la cara prácticamente a ras de suelo. — ¡Por favor! — Insistió. Los tres se giraron y al verla en aquella postura tan antinatural se sorprendieron. Cloud enseguida reaccionó cómo ella esperaba y corrió a su lado para ayudarla a levantarse.

— ¿Por qué no me has pedido que te ayude? — Le recriminó. — ¿Tan mal estás?

— Estoy bien, pero no entiendo nada. — El chico se pasó uno de sus brazos por encima de sus hombros y prácticamente la levantó en vilo. Cuando la tuvo a su altura la miró desde muy cerca. Aquellos ojos hicieron un amago de volverla a engullir, como pasaba al principio, antes de que Jénova decidiera impedirlo. — Cloud, tengo que contarte algo… No es agradable, pero es importante que lo sepas.

— ¿Qué pasa?

— Olvídate de nuestra conexión especial. Hace tiempo que no la tenemos. Jénova nos la robó.

— ¿Jénova? — Contestó sorprendido.

— Sí. Formas parte de un experimento que el doctor Hojo…

— Lo sé. — La cortó él. Kanha se quedó muda. — Han pasado muchas cosas desde que estuvimos en el laboratorio y estoy al tanto de lo que soy y de lo que represento. Jénova es un problema muy serio, algo contra lo que debemos luchar. Lo que no me imaginaba era que hubiese sido ella quién provocó que se rompiera nuestra conexión. — La chica asintió cansinamente, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Cloud y Barret se miraron y ambos asintieron. Entonces Cloud la volvió a cargar sobre su espalda y empezó a caminar. — Vamos. Tengo mucho que contarte, pero será mejor que demos un paseo. Tifa está muy sensible. Por suerte, vuelves a estar con nosotros y espero que eso signifique un halo de esperanza, porque realmente la necesitamos.

Sin prisa pero sin pausa, entraron en un bosque frondoso que estaba cerca de la caseta dónde se había despertado. Echó la vista atrás y vio que se trataba de los restos de un antiguo poblado. También vio a más gente unirse a la pareja fundadora de AVALANCHA, que se había quedado atrás, aunque no reconoció a nadie.

— ¿Dónde estamos?

— Cerca del continente del norte. En el último poblado Cetra.

— ¿Aerith nos ha traído hasta aquí?

— Así es.

La chica se acurrucó en el cogote de su amigo y aspiró profundamente ese olor que nunca había olvidado. Había echado mucho de menos el calor que desprendía su cuerpo, su dureza, su presencia, pero no se había dado cuenta de cuánto hasta que no lo había vuelto a percibir. Como si después de comer algo que te encanta te pasas un tiempo sin probarlo y después de mucho lo vuelves a hacer. En aquel momento, el estar con él era incluso placentero.

— Kanha, —continuó hablando el chico— cuando el laboratorio se vino abajo Sephiroth apareció ante nosotros.

— Sí, para entonces aún estaba consciente. Incluso vi cómo te desmayabas tú. Jénova lo provocó.

— Eso no lo sé seguro. Lo que sí sé es que AVALANCHA apareció poco después y esa fue nuestra tabla de salvación. Sephiroth no estaba allí por venganza. De hecho, para él fue una sorpresa encontrarme.

— ¿AVALANCHA apareció?

— Sí. Cuando los Turcos nos capturaron, Tifa y Barret continuaron la ruta con los chocobos y llegaron a una aldea de ninjas. Allí reclutaron a una niña, Yuffie, fue entonces cuando decidieron intentar nuestro rescate. — Kanha no le interrumpió con preguntas que hubiesen sido obvias porque gracias al juego sabía muchas cosas, incluidas las múltiples habilidades de Yuffie y su increíble espíritu. — Con los aliados de Midgar para hacer mucho ruido y con la esperanza de que nosotros respondiéramos desde dentro atacaron el edificio Shinra. Su sorpresa fue encontrarse que Sephiroth también estaba intentado entrar. Inicialmente nos definiríamos como enemigos, pero en ese momento ambos bandos teníamos un objetivo común, por lo que se acordó una tregua sin la necesidad de negociarla. Una vez dentro del edificio él se fijó en su objetivo y los nuestros nos buscaron. Por suerte, Aerith se lo montó de manera que pudo venir a echar una mano y nos rescataron a nosotros, heridos e inconscientes, y a otro sujeto de pruebas que se encontraba en el laboratorio: Nanaki.

— ¿Nanaki? — Enseguida recordó a quién pertenecía ese nombre. — ¿Una especie de felino de gran tamaño que tiene la habilidad de hablar y pensar como un ser humano? — Cloud paró de caminar y giró la cara tanto como pudo para mirarla con asombro.

— ¿Cómo sabes eso?

— Es… complicado. Además, también es una larga historia…— Evidentemente, lo sabía de haber jugado a Final Fantasy VII cuando había estado en la Tierra.

— ¿Quieres decir que no me lo vas a contar? — Quiso saber él.

— No, quiero decir que no te quiero interrumpir. Continúa, por favor. — Al chico le tomó un instante continuar la marcha y adentrarse un poco más en el bosque.

— Bueno, pues veo que me puedo saltar parte de la explicación… En fin, Nanaki nos ayudó a escapar de Midgar y para compensarle le acompañamos al Cañón Cosmo, que era dónde quería ir. Allí conocimos a un anciano que nos enseñó muchas cosas que nos serían útiles para nuestra misión y Nanaki tomó la decisión de venir con nosotros y ayudarnos. También Aerith pudo despejar muchas de sus dudas hablando con él. Era una especie de sabio, alguien con muchos años encima que conocía los misterios del planeta. Diría que después de hablar con él tuvo más claro lo que debíamos hacer. Nos dijo que debíamos ir al continente del norte, dónde está el cráter en el que debía descansar el cuerpo de Jénova y que allí debíamos invocar a Sagrado. También nos dijo que volverías, que no perdiéramos la esperanza contigo y que te lleváramos con nosotros, pasase lo que pasase.

— Lo dices como si ella hubiese decidido irse por su cuenta y hacer otra cosa, como si os hubiese hecho un encargo y os hubiese dejado las instrucciones…

— Más o menos… El caso es que a partir de entonces pusimos rumbo al norte y pasamos por Nibelheim. Para Tifa y para mí fue especialmente duro pensar en pasar de largo, así que hicimos nuestra parada para descansar allí. Yo me interesé por visitar la Mansión Shinra, especialmente el sótano. Allí encontré a Vincent, un antiguo miembro de los Turcos que también acabó siendo objeto de estudio del profesor Hojo. Era todo un personaje y no quería irse de allí. Parecía un vampiro, pero era un humano bajo el influjo de un profundo trauma. Finalmente, después de varias visitas, conseguimos que saliera de allí y ahora también nos acompaña. Además en aquel sótano hallé algunas pruebas de que en el pasado yo también estuve allí… con Zack. — Aquello parecía algo duro de verbalizar para él. — Recuperé mis recuerdos de entonces, algo que me confundió bastante y que me llevó a cometer un grave error.

— ¿Un error? — Después de pasar una pequeña colina llegaron a un claro en el que había una construcción similar a las que habían dejado atrás. Estaba junto a un lago de aguas cristalinas que parecía brillar bajo los rayos del sol.

— Jénova y Sephiroth van a invocar a Meteorito para dañar gravemente al planeta. De esta manera Gaia acumulará toda la energía vital en un punto en concreto para sanarse a sí mismo y ellos aprovecharán ese hecho para absorber tanta como les plazca y hacerse más fuertes e incluso inmortales. Para hacerlo necesitan la materia negra, por lo que decidimos ir a buscarla y así evitar que la consiguieran primero ellos. Y lo cierto es que lo conseguimos, después de pasar varias pruebas en el interior de un templo. Con la materia negra en nuestro poder ya teníamos mucho ganado, pero también necesitábamos la materia blanca para asegurarnos de tener todas las cartas a nuestro favor. Como puedes imaginar, es necesaria para invocar a Sagrado. — Se acercaron a la orilla del lago y se sentaron en el suelo, el uno al lado del otro. — Y cuando creíamos que habíamos conseguido una pequeña victoria Sephiroth apareció ante nosotros con su aplastante presencia.

— ¿Os atacó?

— No. La verdad es que fue muy raro. Simplemente me miró a los ojos y me dijo que le entregara la materia negra. No sé cómo lo hizo, pero yo no pude hacer otra cosa más que obedecer. Y ante el asombro de todos, incluido el mío propio, le entregué el tesoro que tanto nos había costado conseguir. Él básicamente se mofó de lo absurdo de la situación y se fue sin más. Ante este nuevo escenario nos dirigimos sin demora a Gongaga para encontrar la Ciudad Olvidada e intentar hacernos con la materia blanca y de esta manera poder invocar a Sagrado en caso de que fuese necesario. — Cloud señaló al edificio que ya habían visto junto al lago. — Aquel es el templo que la albergaba. Hace unos días entramos y superamos las pruebas para llegar a la cámara secreta. Cuando Aerith cogió la materia entre sus manos se puso a rezar. No es que estuviera invocando nada, simplemente es un ritual que hace siempre que se hace con un fragmento de materia, como si diera las gracias por haberla encontrado. Y en ese momento vi cómo mi cuerpo invocaba la espada y la blandía contra ella. Por suerte, tuve la suficiente fuerza de voluntad como para parar a tiempo pero, como por arte de magia, Sephiroth apareció de la nada y acabó el trabajo.

— ¿Qué quieres decir? — En el juego no había llegado hasta ese punto. Ya no disponía de más información que la pudiese ayudar a entender.

— Sephiroth mató a Aerith delante de nuestras narices y con ella murió la oportunidad que teníamos de invocar a Sagrado y nuestra esperanza de salvar el planeta. — El chico intentó contener unas lágrimas que finalmente se desbordaron mejillas abajo. Ella directamente se puso a llorar. Aerith… ¿muerta?

— No me lo puedo creer… — Consiguió decir entre sollozos. — ¿Y qué pasó después? — El chico enseguida recuperó la compostura.


— No pasó nada. Él se fue mofándose de nuevo de nosotros. Me siento como su marioneta y tengo miedo de hacer daño a alguien más. Estaba tan concentrado en frenar mis impulsos de atacar a Aerith que no me di cuenta de que él también estaba allí. Y lo peor de todo es que cuando me da una orden directa le obedezco sin objeción. Soy incluso más peligroso que él porque formo parte del grupo y gozo de vuestra confianza. Eso me convierte en su mejor arma. — Se produjo un silencio un tanto largo en el que la chica continuó sollozando. No me lo puedo creer… — Después de aquello llevé su cuerpo a descansar a las aguas del lago. — Ambos fijaron la mirada en el lugar. Ya no quedaban más lágrimas que derramar. — Ahora forma parte del Lifestream.


lunes, 13 de febrero de 2017

Capítulo 27. The doctor's decision

Por muy emocionada que estuviera no quería perder la concentración y perder otro día más. Tenía la convicción de que si no lo hacía al alba no podría hacerlo y por eso había insistido sin venirse abajo.

¿Hola? Volvió a intentar la muchacha, pero no hubo respuesta. Al cabo de un rato se levantó y echó a correr para volver a casa a tiempo para ducharse y vestirse e ir a la consulta del médico. La última vez que lo vio se mostró muy enigmático y ella creyó que se estaban despidiendo, por lo que no sabía qué se iba a encontrar en esa ocasión.

Su madre trabajaba prácticamente todo el día porque era una mujer muy entregada y amaba lo que hacía. Su padre había tenido que salir del país por un problema en su compañía. Era una oportunidad única para ascender en su empresa y viendo que las cosas iban bien con Andrea no tuvo reparo en aceptar el reto. Confiaban en su hija y la veían capaz de salir adelante incluso con algo tan delicado como lo que le había pasado. Por ese motivo, estaba acostumbrada a ir sola a los sitios. Al doctor Yagoubi era algo que siempre le había sorprendido. A pesar de que había hablado mucho con su madre mientras estuvo en el hospital y de que le dejara claro que todo lo que hacían era por su hija, no se había dado cuenta hasta entonces de que el conjunto de toda la situación había provocado que la chica se hubiese transformado en alguien tan solitario como Andrea.

— Buenos días. — La recibió el doctor cuando abrió la puerta de su consulta. — Pasa, por favor. — Ambos tomaron posiciones, cada uno en su lado de la mesa correspondiente. Él la miró a los ojos con aquella mirada verde tan penetrante que a veces la incomodaba. Estaba  muy serio y no era lo habitual. — Llevo una semana pensando en qué voy a hacer contigo. Tus informes médicos y todos los chequeos que te hemos hecho son correctos. Además, aquella amnesia que presentabas al principio parece que ha remitido por sí misma. Si siguiera el protocolo tendría que darte el alta de estas sesiones tan continuadas y pautarte para que nos viéramos una vez cada tres meses y de esta manera cerciorarnos de que no se ha producido ninguna lesión cerebral que de momento no estemos detectando. Siguiendo esta línea pasaríamos después a un tercer estadio y nos veríamos anualmente. — La chica se esperaba algo así al ver que no estaba tan sonriente como de costumbre. — Pero no lo voy a hacer. Tu caso es diferente, por lo que no lo te puedo tratar igual que al resto. — El médico se incorporó un poco en su silla para acortar las distancias y cerciorarse de que el contacto visual era total. Me va a decir algo importante. — Te diré lo que haremos: repetiré un par de pruebas para asegurarme de que a nivel celular todo está bien y si es así aplazaremos las visitas. Pero primero quiero asegurarme. ¿Qué te parece?

— No sé qué decir…

— Aún así, te vuelvo a decir que tu caso no es normal, así que hoy haremos algo que no suelo hacer, aunque contigo será la segunda vez.

— ¿Cómo?

— Cerraré la consulta durante un rato e iremos a pasear.

— No lo entiendo…

— Por cierto, sé que todo el mundo me llama doctor Yagoubi cuando estoy trabajando, pero mientras no lleve la bata te agradecería que me llamaras simplemente Yassir. — Dijo mientras se la quitaba y la colgaba en el respaldo de su silla.

— ¿Yassir?

— Así me llamo. ¿Vamos? — Dijo abriendo la puerta e invitándola a salir. La chica simplemente se levantó, cogió su minúsculo bolso y salió del edificio junto a él. Enseguida decidieron caminar hasta un parque cercano.

— Debo decirte que hoy pareces más feliz. ¿Algo que contar? — Apuntó el doctor con un tono mucho más alegre. La joven dudó un instante, pero viendo tantos aires renovados y dándole la sensación de que su médico le estaba dando más margen para expresarse libremente decidió soltarse y ser sincera.

— Doctor… Me he dado cuenta de que no pertenezco a este mundo… — Desde luego, esa no fue la respuesta que esperaba o al menos eso dedujo ella por su cara de asombro.

— Andrea, por favor… — Intentó frenarla.

— ¡Lo digo en serio! Hoy he vuelto a conectar pero no estoy muy segura de con quién…

— Andrea, no sigas por aquí… — Insistió.

— Normalmente no me encuentro bien anímicamente porque sé que no tendría que estar aquí, pero hoy es diferente: he logrado conectar con alguien de allí y eso es una prueba más de que Gaia existe. ¿Es que no lo entiende? ¡Debo volver!

— ¡Andrea! — Acabó gritando él para frenar aquella verborrea que empezaba a sonar como una súplica ante algo imposible. Unas mujeres que paseaban cerca de ellos se giraron para ver qué pasaba, entonces él bajó el tono e intentó continuar con naturalidad. — Me estás empezando a preocupar seriamente. Lo tuyo cada vez se parece más a la esquizofrenia que a un rechazo de la realidad. Crees firmemente que eso que soñaste fue real y además estás convencida de que puedes volver. Pero no puede ser. ¿Es que no te das cuenta? — La chica estuvo a punto de venirse abajo. Otro día seguramente se hubiese deshecho en lágrimas pero en aquella ocasión fue distinto y se lo tomó como un ataque directo, por lo que enseguida contraatacó.

— Lo que no puede ser es que me niegue con tanta naturalidad todo aquello que en algún momento fue importante para mí. Si me quita eso no me queda nada de valor en esta vida. Tantos estudios como tiene en psicología y no es capaz de darse cuenta de lo que le estoy diciendo. ¿Tan difícil es entender que este no es mi sitio?

— ¿Y qué me dices de la familia? — Andrea lo miró torciendo el gesto, como si hubiese dicho una estupidez.

— El concepto de familia cambia y yo no me veo construyendo la mía aquí. ¡Estoy sola! ¿O es que no lo ve? — Entonces, el apuesto médico se abalanzó sobre ella y la abrazó.

— No estás sola Andrea. — De pronto, la joven volvió a notar la energía que emanaba del hombre que la acogía entre sus brazos. Su perfume tan característico entraba por su nariz y tenía la sensación de que también lo hacía por los poros. Sintió que la envolvía completamente, mucho más allá de lo que era meramente físico. Y en ese preciso momento notó cómo la energía vital que había sentido en otras ocasiones volvía a ella, por lo que sintió un escalofrío tan intenso que no pudo reprimir que le temblara el cuerpo. — Te prometo que haré todo lo que pueda para ayudarte y que puedas encontrar tu lugar en este mundo. — La apartó un poco para mirarla directamente a los ojos y asegurarse de que el mensaje le llegaba sin alteraciones. Aquellos ojos verdes eran especialmente hermosos en un semblante aceitunado con rasgos árabes como el suyo. Era un joven apuesto y en aquel momento se dio cuenta de que seguían abrazados y muy cerca el uno del otro, por lo que la chica se apresuró a apartarse de él.

— No sé a qué se refiere doctor, pero si no me ayuda a volver a Gaia no creo que pueda hacer nada más por mí. — Contestó visiblemente incómoda.

— ¿Realmente crees que no hay nada que yo pueda hacer por ti?

— No lo sé, pero ahora mismo no lo creo. — Él pareció resignarse y dio un largo suspiro al tiempo que daba un paso atrás para generar más distancia entre ellos. — Sígueme, por favor. Hay algo que quiero hablar contigo sin que nadie nos oiga.

Caminaron por un rato hasta llegar a una zona del parque más apartada en la que unos niños jugaban mientras que sus madres conversaban y los vigilaban a la vez. La extraña pareja se acercó a una zona de césped en la que vieron oportuno sentarse para seguir su conversación. Andrea no quiso abrir la boca y fue Yassir quién tomó la iniciativa.

— ¿Te acuerdas de cuando pasabas estos ratos con tus padres? — Preguntó él mirando a los pequeños subir i bajar constantemente del tobogán. Ella miró a una niña que se había caído del columpio y se había golpeado la cabeza. Lloraba mientras corría a refugiarse en los brazos de su madre y ésta la consolaba con una sonrisa en los labios.

— ¿A dónde quiere llegar?

— La familia no la elegimos…

— No estoy muy segura de por dónde quiere ir, pero le aseguro que superé mi infancia hace mucho. — El médico la miró sorprendido. — La semana que viene es mi cumpleaños. Cumpliré los dieciocho, por lo que seré legalmente mayor de edad. Llevo días dándole vueltas y creo que buscaré un empleo para independizarme. Vivir con mi madre no me hace feliz. Tampoco es que la vea mucho… Así que creo que ya va siendo hora de abandonar el nido. El caso es que no sé a dónde ir… Tendría que hacer un viaje astral para conseguir encontrar lo que busco.

— Andrea, te parecerá una pregunta un tanto estúpida, pero déjame que la formule en voz alta. — Ella asintió dándole el consentimiento para continuar. — ¿Toda esta obstinación viene originada por Cloud? O mejor dicho, ¿estás enamorada de él? — Andrea dio un largo suspiro y miró al cielo… Azul… como sus ojos.

— La verdad es que son dos preguntas distintas y no coinciden en la respuesta. ¿Estoy enamorada de Cloud? No lo sé. Lo único que sé sobre él es que despertó en mí sentimientos que no sabía que tenía. Es una persona que sabe sacar mi mejor lado, que confía en mí ciegamente y que me confiaría su vida sin dudarlo ni un solo instante. Él me enseñó muchas cosas, no sólo a combatir. También estuvo a mi lado incondicionalmente a pesar de que no me conocía. Apostaba a mi favor en cualquier circunstancia. Y yo… Bueno, ahora que no le tengo conmigo creo que me sería muy difícil imaginarme una vida feliz sin que estuviera a mi lado. No sé en calidad de qué, pero al menos formando parte de mi vida. Nunca catalogamos nuestra relación aunque siempre supimos que era muy especial. — La joven se perdió por unos instantes en sus propios pensamientos, con la mirada perdida en el cielo sin nubes, pero enseguida retomó la conversación. — En cuanto a la otra pregunta, la respuesta es no. Todo este circo no viene provocado por Cloud. Él es alguien importante sin duda alguna, pero no es el eje sobre el que mi mundo gira. Si quiero volver a Gaia es por mí misma en primer lugar y después porque creo que tengo una misión importante que cumplir allí. Si hubiésemos acabado lo que íbamos a hacer tal vez no me viera con la carga moral de haber dejado algo a medias, pero no he tenido la oportunidad de elegir. Si pudiera volver sabiendo lo que sé ahora supongo que tomaría una decisión cuando zanjáramos el tema de Shinra y Jénova.

— Ya veo…— Dijo el doctor absorto entre tanta información.

— Como le he dicho antes…

— Por favor, tutéame. — La corrigió él.

— Bien, pues como te he dicho antes hoy he conectado espiritualmente con alguien, he oído cómo me llamaban. Creo que estoy a punto de descubrir el nexo que me puede llevar de vuelta a Gaia.

— Sí, bueno… en cuanto a eso quería hablar contigo. — Andrea se calló de golpe esperando que continuara hablando. — La semana pasada te dije que quería meditar sobre tu caso para decidir qué hacer. ¿Recuerdas? — Ella asintió. — Bien, pues llegué a la conclusión de que podíamos hacer dos cosas: o bien continuar con lo que íbamos haciendo o bien probar algo distinto. Creí que la primera opción sería viable si lograbas hacer algún progreso con tu adaptación a las rutinas diarias y tengo que confesarte que cuando me dijiste que habías empezado a correr creí ver un rayo de esperanza, pero por otro lado tenía el presentimiento de que no pasarías de ese punto. Eso nos lleva a la segunda opción.

— Probar algo nuevo. — Repitió ella.

— Exacto. Sé que la semana que viene es tu cumpleaños y que llegarás a la mayoría de edad, por lo que no necesitarías el consentimiento parental para hacerte las pruebas médicas que normalmente hay que firmar. — Andrea se estaba empezando a perder. — Le he dado muchas vueltas porque todo esto es una locura, pero creo que en vistas de lo acontecido no tenemos una opción mejor. — El médico cogió aire. — He pensado en hacerte una prueba del sueño, pero un poco distinta. Si te parece bien te ingresaré en el hospital durante un periodo de tiempo y analizaré tus ondas cerebrales mientras duermes y sueñas con Gaia.

— Eso no será posible. — Contestó ella enseguida.

— ¿Por qué no?

— Porque he deseado soñar con Gaia desde que desperté y no lo he conseguido.

— Lo siento, no me he explicado bien. Quería decir que te induciré un coma. — A la chica se le desencajó la mandíbula. — No te asustes, será algo totalmente controlado y monitorizado. Te sedaré a un nivel de sueño tan profundo como un coma. Si tus ondas cerebrales se relajan, que sería lo normal, te retiraré la sedación y esperaríamos a que despertases. En ese caso, habríamos hecho todo lo posible y no te quedaría otra que aceptar la realidad. En cambio, si una vez te quedes dormida tu actividad cerebral continua como cuando estuviste en Gaia por primera vez entenderé que habrás vuelto y te mantendré el coma cuanto sea necesario. De esta manera tendrás una segunda oportunidad para acabar lo que fuiste a hacer y podrás quedarte con la conciencia tranquila. — La joven no pudo más y se le tiró encima para abrazarle tan efusivamente como pudo.

— Gracias. Gracias. Gracias. Gracias.

— ¡Espera! Espera… — Dijo sonriente después de apartarla con delicadeza. — No me esperaba tanta alegría después de decirte que te iba a poner en coma durante semanas. — Bromeó.

— ¿Se puede hacer todo eso?

— La verdad es que no va a ser tarea fácil. Tengo que argumentar el motivo por el cuál te quiero hacer esta prueba y mostrarte como un conejillo de indias para que los jefazos me den el material y el permiso que necesito para llevar a cabo esto. Además, aunque tu madre no tenga que firmar la autorización debe saberlo y tenemos que explicárselo de manera que le parezca algo creíble. No les podemos decir que el coma te ayudará a viajar a un mundo paralelo en el que hay un desastre natural que sólo tú puedes detener.

— Yo nunca dije eso.

— Pero Aerith así lo cree, ¿no? — Andrea no respondió. — Bien, la argumentación será la siguiente. Como tu actividad cerebral durante el coma fue anormal voy a solicitar el inducirte al coma voluntariamente para analizar tus conexiones neuronales durante esa fase de sueño que es más profunda que la que se consigue durmiendo. El experimento durará varios días, o tal vez semanas. Será de tiempo indeterminado. Lo que sí que tendremos que pensar es en una señal para saber cuándo es el momento de volver y que te retire la sedación.

— Cuando llegue el momento agotaré mi energía vital y despertaré. Eso fue lo que pasó la primera vez.

— Pero, ¿y si mueres?

— Es un riesgo que vale la pena correr. — Al médico no le convenció la respuesta. — Pero tengo una pregunta: ¿cómo lo hacemos si cuando todo termine no quiero volver?

— Supongo que si no despiertas del coma me meteré en un buen lío… Mira, Andrea, no te lo tomes mal, pero si te propongo esto no es porque sea un inconsciente o porque crea ciegamente en toda la historia que me contaste. Lo hago para satisfacer mi propia curiosidad. Me pareció que sería una manera de matar dos pájaros de un tiro. Por eso creo que vale la pena, a pesar de los riesgos. Si te soy sincero, realmente no creo que Gaia exista. Por mucho que me insistas, me parece algo increíble y creo firmemente que este experimento me dará muchos más beneficios a mí que a ti. Sin embargo, si por un momento me planteo que pueda ser real y que decidas quedarte allí… me da miedo. Supongo que por eso me es más fácil pensar que se trata de tu propia imaginación.

— No importa lo que pienses, lo siento. Ahora mismo no me afecta en absoluto. Y déjame añadir que creo que esta decisión es la más correcta y la que nos aportará más beneficio a ambos. — Yassir se levantó y le ofreció su mano para ayudarla a imitarle y volver a la consulta.

— Quería apartarme un poco del entorno de trabajo. Piensa que delante de los demás debemos mantener la versión de que es una prueba con fines de investigación, sino será muy complicado que nos permitan llevarla a cabo. Ahora iremos un momento a mi despacho para rellenar unos formularios y así poder tramitar la petición lo antes posible. Supongo que tú también tienes ganas de dar el siguiente paso, ¿verdad?

— ¡Por supuesto!

Una vez en la consulta y después de rellenar aquellos papeles Andrea se sintió llena de energía. Cuando llegó a casa se puso a jugar a Final Fantasy VII y estuvo enganchada a la pantalla durante horas. Aunque la historia del juego estaba conectada con lo que ella conocía, no era exactamente lo mismo y creyó que descubriendo cosas a través de esa vía, tal vez, le fuese útil cuando por fin regresara a Gaia.

Llegó el día de su cumpleaños y su madre tuvo el detalle de comprar una tarta y soplar las velas. Hacía mucho tiempo que no lo hacía y, a pesar de que su padre no estaba allí con ellas, fue algo especial para ambas. Al día siguiente Andrea era una persona totalmente nueva y a partir de entonces su perspectiva sobre la vida cambió. Igualmente, se levantaba temprano por las mañanas y meditaba hasta que había amanecido del todo. Cada día oía como alguien susurraba su nombre desde el otro lado y eso le recargaba las pilas para soportar otro día anodino de su vida en la Tierra. Pero no le importaba, sabía que aquello estaba destinado a cambiar y quería aprovechar esa segunda oportunidad que le iban a brindar. Andrea era una persona nueva y salía de su casa con una sonrisa puesta, que ni sus despistes de clase, ni la indiferencia del resto del mundo ante su presencia hacía que se desdibujara. Era feliz, tenía esperanza y estaba tremendamente ilusionada.

Al cabo de otra semana Yassir la llamó directamente a su casa.

— Andrea, tendrías que pasarte por mi consulta esta tarde a eso de las siete.

— ¿Pasa algo?

— No, sólo tienes que firmar más papeles. Ya sabes… formalidades de médicos.

— De acuerdo.

A las siete menos cinco minutos ya se estaba esperando en la antesala para que la recibiera el doctor, aunque no fue hasta la hora en punto que despachó a su último paciente. Enseguida reparó en su presencia y le hizo un gesto con la mano para que entrara a continuación. Él aún se entretuvo un poco con el señor que acababa de salir indicándole y recordándole las pautas que le había dado previamente. Andrea se sentó en la silla a esperar y enseguida entró él.

— Perdona que te haya hecho esperar. Enseguida te saco los papeles y te lo explico todo. — En esta ocasión acudió a un archivador que tenía en un estante cerca de la ventana y lo puso sobre su mesa. — Tengo buenas noticias para ti: han aprobado el experimento, lo que quiere decir que nos concederán todos los permisos y facilidades para llevarlo a cabo. — Dijo sin ánimo, como el que habla de que ha recibido una carta del ministerio de Hacienda.

— ¡Pero eso es genial! ¿Por qué no estás contento?

— Porque tengo la sensación de que esto no acabará bien.

— ¿Crees que me quedaré allí, que desapareceré de la Tierra? — El desvió la mirada. — Pero si me dijiste que en el fondo no creías nada de toda esa historia, que esta prueba iba a ser más provechosa para ti que para mí. ¿Acaso me mentías?

— No. Cuando te lo dije estaba totalmente convencido. Pero estos días que he estado moviendo ficha le he dado muchas vueltas. Como médico me estoy responsabilizando de tu bienestar y si algo falla, si algo sale mal y no vuelves en sí cargaré con ello el resto de mi vida. No sé si estoy preparado para eso. — Andrea le cogió de la mano que tenía apoyada sobre su mesa para calmarle un poco y le dedicó la mejor de sus sonrisas. Él se sorprendió y recibió con afecto su gesto puniendo su otra mano sobre la de ella.

— No te preocupes Yassir. Yo también le he dado muchas vueltas a todo esto y también he pensado en que en el peor de los casos podría quedarme como un vegetal o incluso morir y no quiero que te sientas culpable por ello en ningún caso. Te estoy muy agradecida por este gesto que estás teniendo conmigo y creo que debo corresponderte. — Andrea liberó su mano y buscó en su pequeño bolso un papel que desdobló y extendió ante el doctor. — Al día siguiente de cumplir la mayoría de edad me acerqué al notario con mis ahorros y quise hacer una declaración firmada en la que te eximo de toda culpa en caso de que se produzca algún daño cerebral, a cualquier nivel. En esa acta notarial expreso mi deseo por llevar a cabo esta prueba y atenerme a cualquier consecuencia. Me pongo totalmente en tus manos y te confío mi vida porque creo en ti y porque estoy segura de que es precisamente esto lo que debo hacer. Por eso te estoy tan agradecida y por eso mismo no podía dejar cabos sueltos con los que pudieses buscarte un lío. — El doctor Yagoubi se quedó mudo. Cogió el papel y lo leyó en su totalidad.

— ¿Estás segura de esto, Andrea?


— Totalmente.