Después de
firmar los diferentes formularios, pasar por una entrevista con el jefe de
Yassir y por un test psicológico para verificar que Andrea estaba en sus
cabales, todo estuvo listo para poner una fecha definitiva. No fue hasta
entonces que se lo dijo a su madre. Al principio no se lo tomó muy bien porque
le parecía que era acercarse demasiado a la experiencia anterior y le hacía
recordar lo mal que lo pasó cuando creyó que su hija no iba a despertar, pero
poco a poco y encarándolo desde la vertiente más investigativa, básicamente
diciendo que podría ayudar a muchas otras personas (aunque ella no se refería a
los terrícolas, precisamente), pudo apaciguarla e incluso hacerle creer que iba
a hacer un gran aporte a la ciencia moderna. Realmente creyó que la dejaba en
las mejores manos y se mostró tranquila ante la idea de que estuviera bajo la
vigilancia directa del doctor Yagoubi. Así que, finalmente, el día tan esperado
llegó y Andrea se despidió de su madre como cada mañana, aunque en esa ocasión
se dieron un abrazo extra.
— Cuídate
mucho, hija.
— Claro,
mamá. — Y lo último que vio en ella fue una sonrisa llena de orgullo.
El lugar
designado fue un edificio adyacente al hospital donde estuvo ingresada. Por
dentro se parecían bastante, aunque éste no tenía habitaciones con pacientes.
Una enfermera la acompañó a una salita en la que se tenía que desnudar del todo
y ponerse una bata azul. Aquello le recordó a cuando entró en el laboratorio
del doctor Hojo de la mano de Reno, aunque no tenía nada que ver ya que en esta
ocasión lo estaba haciendo por propia voluntad y sin amenazas. Cuando estuvo
lista la acompañaron hasta una habitación contigua a una especie de oficina o
centro de control. Yassir apareció ataviado con vestimenta azul y se acercó a
ella.
— Aún estás
a tiempo de cambiar de idea. — Le susurró.
— Sabes que
no caerá esa breva. — Le contestó ella sonriendo. Él dio un paso atrás y empezó
con la explicación de protocolo.
— Bien. Te
tumbarás en esta camilla y las enfermeras te pondrán estos sensores además de
ponerte aquel gorro que captará tus ondas cerebrales para que las podamos
monitorizar. Cuando lo tengas todo, pasaremos a la sedación. Primero te
dormiremos con gas y cuando pierdas la consciencia te pondremos en vena un
anestésico más potente que hará que entres en fases de sueño más profundas. La
duración de la prueba es indeterminada por lo que puede que dure un día como un
mes o más. Durante todo este tiempo habrá siempre alguien aquí, durante las
veinticuatro horas del día, para asegurarse de que tus constantes vitales se
mantienen dentro de la normalidad. En caso de que se produjese alguna
alteración se me avisaría de inmediato y yo mismo tomaría las decisiones
correspondientes. — Sus ojos verdes la penetraban intentando encontrar algo de
arrepentimiento, de duda; pero no hallaron más que decisión e ilusión. — ¿Estás
de acuerdo con todo lo que te he dicho?
— Sí,
aunque quería puntualizar una cosa ahora que utilizamos al personal médico como
testigos. Si me pasase algo durante la ejecución de esta prueba quiero que todo
el mundo sepa que no ha sido culpa del doctor Yagoubi. Soy una persona adulta,
en plenas facultades y conozco los riesgos y los acepto; por lo que no quiero
que se le tache de ninguna manera si todo esto no saliera bien. Legalmente así
lo he arreglado, pero en cuanto a su fama o popularidad en el hospital e
incluso en el gremio no quiero que se le ponga en duda. ¿Queda claro? — Todo el
personal asistente asintió al unísono y pasados unos segundos de rigor cada
cual se puso en marcha para hacer que la maquinaria del experimento empezase a
rodar.
Una
enfermera la ayudó a tumbarse con cuidado en la cama mientras que otra le
colocaba sensores en el pecho y en los brazos y una tercera le arreglaba el
pelo para poder ajustarle el gorro. Yassir estaba a los pies de la cama y la
miraba un tanto preocupado, con cierta tristeza; en cambio ella no podía más
que sonreír y no entendía por qué él no se mostraba más alegre. Al fin y al
cabo había sido idea suya, ¿no?
—
Preparados para anestesiar, doctor. — Dijo el anestesista con la mascarilla en
la mano. Él lo miró con desgana y asintió. — Andrea, debes respirar hondo e
intentar hacer una cuenta atrás empezando desde el diez, ¿sí?
— Sí. —
Enseguida le puso la mascarilla y un olor curioso la inundó cegando su mundo y
dejándola a oscuras. No sabía si había empezado a contar cuando eso sucedió, el
caso era que fue muy rápido, y que de pronto volvía a estar en aquel limbo en
el que flotaba, perdiendo la noción del tiempo. Tampoco podía evaluar si seguía
allí o si ya se había ido.
Kanha…
¡Estoy aquí! Se produjo un silencio que no se supo
cuánto duró.
Kanha.. ¡Vuelve, por favor! Insistió la
voz que la estuvo incitando desde hacía un par de días. No la reconocía, pero
sabía que era aliada, amiga y por eso se entregaba a ella cada vez que la oía. Kanha…
¡Estoy aquí! Repitió la joven, pero el silencio
devastador volvió a reinar en su mente.
Pasado otro
periodo de tiempo que fue incapaz de determinar empezó a ver un resplandor.
Parecía nacer de su propio interior y paulatinamente se fue haciendo más
intenso. Tenía un tono verdoso y ella creyó que sabía lo que era: el
Lifestream. ¿Me he muerto? Preguntó
por si había alguien que le pudiera responder. ¿He muerto y estoy regresando al torrente principal? Insistió, pero
no obtuvo respuesta alguna. Aquella luz la empezó a envolver y notó un calor
interior que le daba una paz enorme.
Kanha… Esta vez ella no respondió. Realmente
creyó que aquel era su fin. El resplandor verde dio lugar a una especie de aura
que cada vez brillaba con más intensidad y que incluso parecía que tomaba
cuerpo. Era como una acumulación masiva de energía vital. La chica se sintió
tan atraída por todo aquel espectáculo que no dudó en aceptar lo que tuviera
que pasar, como si fuese algo normal, algo que simplemente pasaba y que no se
podía evitar. Pero en un momento dado y de forma totalmente inesperada las
suaves ondas de energía que la rodeaban empezaron a girar a su alrededor
bruscamente y de pronto se metieron en su cuerpo. Ella notó cómo su energía
aumentaba exponencialmente y se sintió llena de vida. Su reacción natural a
todo aquello fue abrir los ojos y encorvarse, como si le hubiesen asestado un
puñetazo en el estómago.
— ¡Kanha! —
Gritó alguien visiblemente alterado.
Se acababa
de despertar de un largo sueño, o al menos eso le pareció. Estaba sentada en el
suelo de una especie de chabola, sobre una tela no más fina que una simple
sábana. Respiró hondo y notó un olor que recordó perfectamente.
— ¡Cloud! —
Repitió en voz alta sabiendo que estaría cerca y en ese momento notó como
alguien la abrazaba y se ponía a llorar sobre su hombro. Ella estaba muy
desubicada, pero también se dejó llevar por sus sentimientos y derramó lágrimas
de alegría. Lo he conseguido, ¡he vuelto!
gritó para sí misma llena de júbilo. Sin embargo, enseguida cesó porque se dio
cuenta de que la persona que le estaba abrazando no era quien ella pensaba y se
recompuso para identificarla. Reconoció aquel cabello negro y largo, aquella
piel excesivamente blanca, pero no creyó que la viera llorar de aquella manera algún
día y menos por ella. — ¿Tifa? — La
joven se tapó la cara para secársela y mostrarse. — ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —
Le costó varios segundos recuperar la compostura aunque las lágrimas no cesaron
en ningún momento.
— ¡No puedo
creer que hayas vuelto! — Y volvió a dejarse llevar por sus sentimientos,
perdiendo de nuevo el control. Entonces una mole enorme y negra entró por la
pequeña puerta de la cabaña: Barret. Sorprendentemente le dedicó una amable sonrisa
y se llevó a Tifa con una delicadeza impropia de su envergadura. Cuando
abandonaron el lugar se percató de que un joven rubio estaba de pie apoyado en
la pared junto a la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, el
semblante serio y una enorme espada cargada a la espada y que además la miraba
como si quisiera atravesarla con aquellos enormes ojos azules. Kanha notó un
pinchazo en el corazón al verlo allí, sin hacer un ruido, observándola en
silencio. Se quedaron así unos instantes, hasta que él se despegó de la pared y
se puso a andar para salir de aquel lugar. Kanha se levantó enseguida para
seguirle. Aún no le había hablado de Jénova y no sabía que habían perdido su
telepatía. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando por la cabeza, pero
tenían que hablar cuanto antes. Se tenía que poner al día de lo que había
pasado, de cómo habían salido del edificio Shinra, de dónde se encontraban, de
qué había pasado con Sephiroth y también tenía que aprender a invocar Sagrado.
Demasiadas dudas como para que Cloud se pusiera exquisito y se enfadara.
Igual que
cuando despertó del coma, cayó al suelo en cuanto se puso de pie enseguida. Se
dio cuenta de que le volvían a flojear las piernas. Pero no lo entiendo: si representa que todo esto es un mundo virtual no
debería estar en forma físicamente para poder moverme. ¿Quiere esto decir que
llevo varias semanas sin moverme y que me vuelvo a encontrar igual que en el
mundo “real”? Asustada ante tal revelación se arrastró por el suelo para
salir al exterior. La luz la cegó en un primer momento, pero pronto recuperó la
visibilidad y vio a Barret intentando consolar a Tifa junto a una arboleda y a
Cloud alejarse sólo.
— ¿Queréis
explicarme qué está pasando? — Dijo gritando desesperada con la cara
prácticamente a ras de suelo. — ¡Por favor! — Insistió. Los tres se giraron y
al verla en aquella postura tan antinatural se sorprendieron. Cloud enseguida
reaccionó cómo ella esperaba y corrió a su lado para ayudarla a levantarse.
— ¿Por qué
no me has pedido que te ayude? — Le recriminó. — ¿Tan mal estás?
— Estoy
bien, pero no entiendo nada. — El chico se pasó uno de sus brazos por encima de
sus hombros y prácticamente la levantó en vilo. Cuando la tuvo a su altura la
miró desde muy cerca. Aquellos ojos hicieron un amago de volverla a engullir,
como pasaba al principio, antes de que Jénova decidiera impedirlo. — Cloud,
tengo que contarte algo… No es agradable, pero es importante que lo sepas.
— ¿Qué
pasa?
— Olvídate
de nuestra conexión especial. Hace tiempo que no la tenemos. Jénova nos la
robó.
— ¿Jénova? —
Contestó sorprendido.
— Sí.
Formas parte de un experimento que el doctor Hojo…
— Lo sé. — La
cortó él. Kanha se quedó muda. — Han pasado muchas cosas desde que estuvimos en
el laboratorio y estoy al tanto de lo que soy y de lo que represento. Jénova es
un problema muy serio, algo contra lo que debemos luchar. Lo que no me
imaginaba era que hubiese sido ella quién provocó que se rompiera nuestra
conexión. — La chica asintió cansinamente, como si se hubiera quitado un gran
peso de encima. Cloud y Barret se miraron y ambos asintieron. Entonces Cloud la
volvió a cargar sobre su espalda y empezó a caminar. — Vamos. Tengo mucho que
contarte, pero será mejor que demos un paseo. Tifa está muy sensible. Por
suerte, vuelves a estar con nosotros y espero que eso signifique un halo de
esperanza, porque realmente la necesitamos.
Sin prisa
pero sin pausa, entraron en un bosque frondoso que estaba cerca de la caseta
dónde se había despertado. Echó la vista atrás y vio que se trataba de los
restos de un antiguo poblado. También vio a más gente unirse a la pareja
fundadora de AVALANCHA, que se había quedado atrás, aunque no reconoció a
nadie.
— ¿Dónde
estamos?
— Cerca del
continente del norte. En el último poblado Cetra.
— ¿Aerith
nos ha traído hasta aquí?
— Así es.
La chica se
acurrucó en el cogote de su amigo y aspiró profundamente ese olor que nunca
había olvidado. Había echado mucho de menos el calor que desprendía su cuerpo,
su dureza, su presencia, pero no se había dado cuenta de cuánto hasta que no lo
había vuelto a percibir. Como si después de comer algo que te encanta te pasas
un tiempo sin probarlo y después de mucho lo vuelves a hacer. En aquel momento,
el estar con él era incluso placentero.
— Kanha,
—continuó hablando el chico— cuando el laboratorio se vino abajo Sephiroth
apareció ante nosotros.
— Sí, para
entonces aún estaba consciente. Incluso vi cómo te desmayabas tú. Jénova lo
provocó.
— Eso no lo
sé seguro. Lo que sí sé es que AVALANCHA apareció poco después y esa fue
nuestra tabla de salvación. Sephiroth no estaba allí por venganza. De hecho,
para él fue una sorpresa encontrarme.
—
¿AVALANCHA apareció?
— Sí. Cuando
los Turcos nos capturaron, Tifa y Barret continuaron la ruta con los chocobos y
llegaron a una aldea de ninjas. Allí reclutaron a una niña, Yuffie, fue
entonces cuando decidieron intentar nuestro rescate. — Kanha no le interrumpió
con preguntas que hubiesen sido obvias porque gracias al juego sabía muchas
cosas, incluidas las múltiples habilidades de Yuffie y su increíble espíritu. —
Con los aliados de Midgar para hacer mucho ruido y con la esperanza de que
nosotros respondiéramos desde dentro atacaron el edificio Shinra. Su sorpresa
fue encontrarse que Sephiroth también estaba intentado entrar. Inicialmente nos
definiríamos como enemigos, pero en ese momento ambos bandos teníamos un
objetivo común, por lo que se acordó una tregua sin la necesidad de negociarla.
Una vez dentro del edificio él se fijó en su objetivo y los nuestros nos
buscaron. Por suerte, Aerith se lo montó de manera que pudo venir a echar una
mano y nos rescataron a nosotros, heridos e inconscientes, y a otro sujeto de pruebas
que se encontraba en el laboratorio: Nanaki.
— ¿Nanaki? —
Enseguida recordó a quién pertenecía ese nombre. — ¿Una especie de felino de
gran tamaño que tiene la habilidad de hablar y pensar como un ser humano? —
Cloud paró de caminar y giró la cara tanto como pudo para mirarla con asombro.
— ¿Cómo
sabes eso?
— Es…
complicado. Además, también es una larga historia…— Evidentemente, lo sabía de
haber jugado a Final Fantasy VII cuando había estado en la Tierra.
— ¿Quieres
decir que no me lo vas a contar? — Quiso saber él.
— No,
quiero decir que no te quiero interrumpir. Continúa, por favor. — Al chico le
tomó un instante continuar la marcha y adentrarse un poco más en el bosque.
— Bueno,
pues veo que me puedo saltar parte de la explicación… En fin, Nanaki nos ayudó
a escapar de Midgar y para compensarle le acompañamos al Cañón Cosmo, que era
dónde quería ir. Allí conocimos a un anciano que nos enseñó muchas cosas que
nos serían útiles para nuestra misión y Nanaki tomó la decisión de venir con
nosotros y ayudarnos. También Aerith pudo despejar muchas de sus dudas hablando
con él. Era una especie de sabio, alguien con muchos años encima que conocía
los misterios del planeta. Diría que después de hablar con él tuvo más claro lo
que debíamos hacer. Nos dijo que debíamos ir al continente del norte, dónde
está el cráter en el que debía descansar el cuerpo de Jénova y que allí
debíamos invocar a Sagrado. También nos dijo que volverías, que no perdiéramos
la esperanza contigo y que te lleváramos con nosotros, pasase lo que pasase.
— Lo dices
como si ella hubiese decidido irse por su cuenta y hacer otra cosa, como si os
hubiese hecho un encargo y os hubiese dejado las instrucciones…
— Más o
menos… El caso es que a partir de entonces pusimos rumbo al norte y pasamos por
Nibelheim. Para Tifa y para mí fue especialmente duro pensar en pasar de largo,
así que hicimos nuestra parada para descansar allí. Yo me interesé por visitar
la Mansión Shinra, especialmente el sótano. Allí encontré a Vincent, un antiguo
miembro de los Turcos que también acabó siendo objeto de estudio del profesor
Hojo. Era todo un personaje y no quería irse de allí. Parecía un vampiro, pero
era un humano bajo el influjo de un profundo trauma. Finalmente, después de
varias visitas, conseguimos que saliera de allí y ahora también nos acompaña.
Además en aquel sótano hallé algunas pruebas de que en el pasado yo también estuve
allí… con Zack. — Aquello parecía algo duro de verbalizar para él. — Recuperé
mis recuerdos de entonces, algo que me confundió bastante y que me llevó a
cometer un grave error.
— ¿Un
error? — Después de pasar una pequeña colina llegaron a un claro en el que
había una construcción similar a las que habían dejado atrás. Estaba junto a un
lago de aguas cristalinas que parecía brillar bajo los rayos del sol.
— Jénova y
Sephiroth van a invocar a Meteorito para dañar gravemente al planeta. De esta
manera Gaia acumulará toda la energía vital en un punto en concreto para
sanarse a sí mismo y ellos aprovecharán ese hecho para absorber tanta como les
plazca y hacerse más fuertes e incluso inmortales. Para hacerlo necesitan la
materia negra, por lo que decidimos ir a buscarla y así evitar que la
consiguieran primero ellos. Y lo cierto es que lo conseguimos, después de pasar
varias pruebas en el interior de un templo. Con la materia negra en nuestro
poder ya teníamos mucho ganado, pero también necesitábamos la materia blanca
para asegurarnos de tener todas las cartas a nuestro favor. Como puedes
imaginar, es necesaria para invocar a Sagrado. — Se acercaron a la orilla del
lago y se sentaron en el suelo, el uno al lado del otro. — Y cuando creíamos
que habíamos conseguido una pequeña victoria Sephiroth apareció ante nosotros
con su aplastante presencia.
— ¿Os
atacó?
— No. La
verdad es que fue muy raro. Simplemente me miró a los ojos y me dijo que le
entregara la materia negra. No sé cómo lo hizo, pero yo no pude hacer otra cosa
más que obedecer. Y ante el asombro de todos, incluido el mío propio, le
entregué el tesoro que tanto nos había costado conseguir. Él básicamente se
mofó de lo absurdo de la situación y se fue sin más. Ante este nuevo escenario
nos dirigimos sin demora a Gongaga para encontrar la Ciudad Olvidada e intentar
hacernos con la materia blanca y de esta manera poder invocar a Sagrado en caso
de que fuese necesario. — Cloud señaló al edificio que ya habían visto junto al
lago. — Aquel es el templo que la albergaba. Hace unos días entramos y
superamos las pruebas para llegar a la cámara secreta. Cuando Aerith cogió la
materia entre sus manos se puso a rezar. No es que estuviera invocando nada,
simplemente es un ritual que hace siempre que se hace con un fragmento de
materia, como si diera las gracias por haberla encontrado. Y en ese momento vi
cómo mi cuerpo invocaba la espada y la blandía contra ella. Por suerte, tuve la
suficiente fuerza de voluntad como para parar a tiempo pero, como por arte de
magia, Sephiroth apareció de la nada y acabó el trabajo.
— ¿Qué
quieres decir? — En el juego no había llegado hasta ese punto. Ya no disponía
de más información que la pudiese ayudar a entender.
— Sephiroth
mató a Aerith delante de nuestras narices y con ella murió la oportunidad que
teníamos de invocar a Sagrado y nuestra esperanza de salvar el planeta. — El
chico intentó contener unas lágrimas que finalmente se desbordaron mejillas
abajo. Ella directamente se puso a llorar. Aerith…
¿muerta?
— No me lo
puedo creer… — Consiguió decir entre sollozos. — ¿Y qué pasó después? — El
chico enseguida recuperó la compostura.
— No pasó
nada. Él se fue mofándose de nuevo de nosotros. Me siento como su marioneta y
tengo miedo de hacer daño a alguien más. Estaba tan concentrado en frenar mis
impulsos de atacar a Aerith que no me di cuenta de que él también estaba allí.
Y lo peor de todo es que cuando me da una orden directa le obedezco sin
objeción. Soy incluso más peligroso que él porque formo parte del grupo y gozo
de vuestra confianza. Eso me convierte en su mejor arma. — Se produjo un
silencio un tanto largo en el que la chica continuó sollozando. No me lo puedo creer… — Después de
aquello llevé su cuerpo a descansar a las aguas del lago. — Ambos fijaron la
mirada en el lugar. Ya no quedaban más lágrimas que derramar. — Ahora forma
parte del Lifestream.