martes, 21 de febrero de 2017

Capítulo 28. The test

Después de firmar los diferentes formularios, pasar por una entrevista con el jefe de Yassir y por un test psicológico para verificar que Andrea estaba en sus cabales, todo estuvo listo para poner una fecha definitiva. No fue hasta entonces que se lo dijo a su madre. Al principio no se lo tomó muy bien porque le parecía que era acercarse demasiado a la experiencia anterior y le hacía recordar lo mal que lo pasó cuando creyó que su hija no iba a despertar, pero poco a poco y encarándolo desde la vertiente más investigativa, básicamente diciendo que podría ayudar a muchas otras personas (aunque ella no se refería a los terrícolas, precisamente), pudo apaciguarla e incluso hacerle creer que iba a hacer un gran aporte a la ciencia moderna. Realmente creyó que la dejaba en las mejores manos y se mostró tranquila ante la idea de que estuviera bajo la vigilancia directa del doctor Yagoubi. Así que, finalmente, el día tan esperado llegó y Andrea se despidió de su madre como cada mañana, aunque en esa ocasión se dieron un abrazo extra.

— Cuídate mucho, hija.

— Claro, mamá. — Y lo último que vio en ella fue una sonrisa llena de orgullo.

El lugar designado fue un edificio adyacente al hospital donde estuvo ingresada. Por dentro se parecían bastante, aunque éste no tenía habitaciones con pacientes. Una enfermera la acompañó a una salita en la que se tenía que desnudar del todo y ponerse una bata azul. Aquello le recordó a cuando entró en el laboratorio del doctor Hojo de la mano de Reno, aunque no tenía nada que ver ya que en esta ocasión lo estaba haciendo por propia voluntad y sin amenazas. Cuando estuvo lista la acompañaron hasta una habitación contigua a una especie de oficina o centro de control. Yassir apareció ataviado con vestimenta azul y se acercó a ella.

— Aún estás a tiempo de cambiar de idea. — Le susurró.

— Sabes que no caerá esa breva. — Le contestó ella sonriendo. Él dio un paso atrás y empezó con la explicación de protocolo.

— Bien. Te tumbarás en esta camilla y las enfermeras te pondrán estos sensores además de ponerte aquel gorro que captará tus ondas cerebrales para que las podamos monitorizar. Cuando lo tengas todo, pasaremos a la sedación. Primero te dormiremos con gas y cuando pierdas la consciencia te pondremos en vena un anestésico más potente que hará que entres en fases de sueño más profundas. La duración de la prueba es indeterminada por lo que puede que dure un día como un mes o más. Durante todo este tiempo habrá siempre alguien aquí, durante las veinticuatro horas del día, para asegurarse de que tus constantes vitales se mantienen dentro de la normalidad. En caso de que se produjese alguna alteración se me avisaría de inmediato y yo mismo tomaría las decisiones correspondientes. — Sus ojos verdes la penetraban intentando encontrar algo de arrepentimiento, de duda; pero no hallaron más que decisión e ilusión. — ¿Estás de acuerdo con todo lo que te he dicho?

— Sí, aunque quería puntualizar una cosa ahora que utilizamos al personal médico como testigos. Si me pasase algo durante la ejecución de esta prueba quiero que todo el mundo sepa que no ha sido culpa del doctor Yagoubi. Soy una persona adulta, en plenas facultades y conozco los riesgos y los acepto; por lo que no quiero que se le tache de ninguna manera si todo esto no saliera bien. Legalmente así lo he arreglado, pero en cuanto a su fama o popularidad en el hospital e incluso en el gremio no quiero que se le ponga en duda. ¿Queda claro? — Todo el personal asistente asintió al unísono y pasados unos segundos de rigor cada cual se puso en marcha para hacer que la maquinaria del experimento empezase a rodar.

Una enfermera la ayudó a tumbarse con cuidado en la cama mientras que otra le colocaba sensores en el pecho y en los brazos y una tercera le arreglaba el pelo para poder ajustarle el gorro. Yassir estaba a los pies de la cama y la miraba un tanto preocupado, con cierta tristeza; en cambio ella no podía más que sonreír y no entendía por qué él no se mostraba más alegre. Al fin y al cabo había sido idea suya, ¿no?

— Preparados para anestesiar, doctor. — Dijo el anestesista con la mascarilla en la mano. Él lo miró con desgana y asintió. — Andrea, debes respirar hondo e intentar hacer una cuenta atrás empezando desde el diez, ¿sí?

— Sí. — Enseguida le puso la mascarilla y un olor curioso la inundó cegando su mundo y dejándola a oscuras. No sabía si había empezado a contar cuando eso sucedió, el caso era que fue muy rápido, y que de pronto volvía a estar en aquel limbo en el que flotaba, perdiendo la noción del tiempo. Tampoco podía evaluar si seguía allí o si ya se había ido.

Kanha…

¡Estoy aquí! Se produjo un silencio que no se supo cuánto duró.

Kanha.. ¡Vuelve, por favor! Insistió la voz que la estuvo incitando desde hacía un par de días. No la reconocía, pero sabía que era aliada, amiga y por eso se entregaba a ella cada vez que la oía. Kanha…

¡Estoy aquí! Repitió la joven, pero el silencio devastador volvió a reinar en su mente.

Pasado otro periodo de tiempo que fue incapaz de determinar empezó a ver un resplandor. Parecía nacer de su propio interior y paulatinamente se fue haciendo más intenso. Tenía un tono verdoso y ella creyó que sabía lo que era: el Lifestream. ¿Me he muerto? Preguntó por si había alguien que le pudiera responder. ¿He muerto y estoy regresando al torrente principal? Insistió, pero no obtuvo respuesta alguna. Aquella luz la empezó a envolver y notó un calor interior que le daba una paz enorme.

Kanha… Esta vez ella no respondió. Realmente creyó que aquel era su fin. El resplandor verde dio lugar a una especie de aura que cada vez brillaba con más intensidad y que incluso parecía que tomaba cuerpo. Era como una acumulación masiva de energía vital. La chica se sintió tan atraída por todo aquel espectáculo que no dudó en aceptar lo que tuviera que pasar, como si fuese algo normal, algo que simplemente pasaba y que no se podía evitar. Pero en un momento dado y de forma totalmente inesperada las suaves ondas de energía que la rodeaban empezaron a girar a su alrededor bruscamente y de pronto se metieron en su cuerpo. Ella notó cómo su energía aumentaba exponencialmente y se sintió llena de vida. Su reacción natural a todo aquello fue abrir los ojos y encorvarse, como si le hubiesen asestado un puñetazo en el estómago.

— ¡Kanha! — Gritó alguien visiblemente alterado.

Se acababa de despertar de un largo sueño, o al menos eso le pareció. Estaba sentada en el suelo de una especie de chabola, sobre una tela no más fina que una simple sábana. Respiró hondo y notó un olor que recordó perfectamente.

— ¡Cloud! — Repitió en voz alta sabiendo que estaría cerca y en ese momento notó como alguien la abrazaba y se ponía a llorar sobre su hombro. Ella estaba muy desubicada, pero también se dejó llevar por sus sentimientos y derramó lágrimas de alegría. Lo he conseguido, ¡he vuelto! gritó para sí misma llena de júbilo. Sin embargo, enseguida cesó porque se dio cuenta de que la persona que le estaba abrazando no era quien ella pensaba y se recompuso para identificarla. Reconoció aquel cabello negro y largo, aquella piel excesivamente blanca, pero no creyó que la viera llorar de aquella manera algún día y menos por ella. —  ¿Tifa? — La joven se tapó la cara para secársela y mostrarse. — ¿Qué pasa? ¿Estás bien? — Le costó varios segundos recuperar la compostura aunque las lágrimas no cesaron en ningún momento.

— ¡No puedo creer que hayas vuelto! — Y volvió a dejarse llevar por sus sentimientos, perdiendo de nuevo el control. Entonces una mole enorme y negra entró por la pequeña puerta de la cabaña: Barret. Sorprendentemente le dedicó una amable sonrisa y se llevó a Tifa con una delicadeza impropia de su envergadura. Cuando abandonaron el lugar se percató de que un joven rubio estaba de pie apoyado en la pared junto a la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, el semblante serio y una enorme espada cargada a la espada y que además la miraba como si quisiera atravesarla con aquellos enormes ojos azules. Kanha notó un pinchazo en el corazón al verlo allí, sin hacer un ruido, observándola en silencio. Se quedaron así unos instantes, hasta que él se despegó de la pared y se puso a andar para salir de aquel lugar. Kanha se levantó enseguida para seguirle. Aún no le había hablado de Jénova y no sabía que habían perdido su telepatía. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando por la cabeza, pero tenían que hablar cuanto antes. Se tenía que poner al día de lo que había pasado, de cómo habían salido del edificio Shinra, de dónde se encontraban, de qué había pasado con Sephiroth y también tenía que aprender a invocar Sagrado. Demasiadas dudas como para que Cloud se pusiera exquisito y se enfadara.

Igual que cuando despertó del coma, cayó al suelo en cuanto se puso de pie enseguida. Se dio cuenta de que le volvían a flojear las piernas. Pero no lo entiendo: si representa que todo esto es un mundo virtual no debería estar en forma físicamente para poder moverme. ¿Quiere esto decir que llevo varias semanas sin moverme y que me vuelvo a encontrar igual que en el mundo “real”? Asustada ante tal revelación se arrastró por el suelo para salir al exterior. La luz la cegó en un primer momento, pero pronto recuperó la visibilidad y vio a Barret intentando consolar a Tifa junto a una arboleda y a Cloud alejarse sólo.

— ¿Queréis explicarme qué está pasando? — Dijo gritando desesperada con la cara prácticamente a ras de suelo. — ¡Por favor! — Insistió. Los tres se giraron y al verla en aquella postura tan antinatural se sorprendieron. Cloud enseguida reaccionó cómo ella esperaba y corrió a su lado para ayudarla a levantarse.

— ¿Por qué no me has pedido que te ayude? — Le recriminó. — ¿Tan mal estás?

— Estoy bien, pero no entiendo nada. — El chico se pasó uno de sus brazos por encima de sus hombros y prácticamente la levantó en vilo. Cuando la tuvo a su altura la miró desde muy cerca. Aquellos ojos hicieron un amago de volverla a engullir, como pasaba al principio, antes de que Jénova decidiera impedirlo. — Cloud, tengo que contarte algo… No es agradable, pero es importante que lo sepas.

— ¿Qué pasa?

— Olvídate de nuestra conexión especial. Hace tiempo que no la tenemos. Jénova nos la robó.

— ¿Jénova? — Contestó sorprendido.

— Sí. Formas parte de un experimento que el doctor Hojo…

— Lo sé. — La cortó él. Kanha se quedó muda. — Han pasado muchas cosas desde que estuvimos en el laboratorio y estoy al tanto de lo que soy y de lo que represento. Jénova es un problema muy serio, algo contra lo que debemos luchar. Lo que no me imaginaba era que hubiese sido ella quién provocó que se rompiera nuestra conexión. — La chica asintió cansinamente, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Cloud y Barret se miraron y ambos asintieron. Entonces Cloud la volvió a cargar sobre su espalda y empezó a caminar. — Vamos. Tengo mucho que contarte, pero será mejor que demos un paseo. Tifa está muy sensible. Por suerte, vuelves a estar con nosotros y espero que eso signifique un halo de esperanza, porque realmente la necesitamos.

Sin prisa pero sin pausa, entraron en un bosque frondoso que estaba cerca de la caseta dónde se había despertado. Echó la vista atrás y vio que se trataba de los restos de un antiguo poblado. También vio a más gente unirse a la pareja fundadora de AVALANCHA, que se había quedado atrás, aunque no reconoció a nadie.

— ¿Dónde estamos?

— Cerca del continente del norte. En el último poblado Cetra.

— ¿Aerith nos ha traído hasta aquí?

— Así es.

La chica se acurrucó en el cogote de su amigo y aspiró profundamente ese olor que nunca había olvidado. Había echado mucho de menos el calor que desprendía su cuerpo, su dureza, su presencia, pero no se había dado cuenta de cuánto hasta que no lo había vuelto a percibir. Como si después de comer algo que te encanta te pasas un tiempo sin probarlo y después de mucho lo vuelves a hacer. En aquel momento, el estar con él era incluso placentero.

— Kanha, —continuó hablando el chico— cuando el laboratorio se vino abajo Sephiroth apareció ante nosotros.

— Sí, para entonces aún estaba consciente. Incluso vi cómo te desmayabas tú. Jénova lo provocó.

— Eso no lo sé seguro. Lo que sí sé es que AVALANCHA apareció poco después y esa fue nuestra tabla de salvación. Sephiroth no estaba allí por venganza. De hecho, para él fue una sorpresa encontrarme.

— ¿AVALANCHA apareció?

— Sí. Cuando los Turcos nos capturaron, Tifa y Barret continuaron la ruta con los chocobos y llegaron a una aldea de ninjas. Allí reclutaron a una niña, Yuffie, fue entonces cuando decidieron intentar nuestro rescate. — Kanha no le interrumpió con preguntas que hubiesen sido obvias porque gracias al juego sabía muchas cosas, incluidas las múltiples habilidades de Yuffie y su increíble espíritu. — Con los aliados de Midgar para hacer mucho ruido y con la esperanza de que nosotros respondiéramos desde dentro atacaron el edificio Shinra. Su sorpresa fue encontrarse que Sephiroth también estaba intentado entrar. Inicialmente nos definiríamos como enemigos, pero en ese momento ambos bandos teníamos un objetivo común, por lo que se acordó una tregua sin la necesidad de negociarla. Una vez dentro del edificio él se fijó en su objetivo y los nuestros nos buscaron. Por suerte, Aerith se lo montó de manera que pudo venir a echar una mano y nos rescataron a nosotros, heridos e inconscientes, y a otro sujeto de pruebas que se encontraba en el laboratorio: Nanaki.

— ¿Nanaki? — Enseguida recordó a quién pertenecía ese nombre. — ¿Una especie de felino de gran tamaño que tiene la habilidad de hablar y pensar como un ser humano? — Cloud paró de caminar y giró la cara tanto como pudo para mirarla con asombro.

— ¿Cómo sabes eso?

— Es… complicado. Además, también es una larga historia…— Evidentemente, lo sabía de haber jugado a Final Fantasy VII cuando había estado en la Tierra.

— ¿Quieres decir que no me lo vas a contar? — Quiso saber él.

— No, quiero decir que no te quiero interrumpir. Continúa, por favor. — Al chico le tomó un instante continuar la marcha y adentrarse un poco más en el bosque.

— Bueno, pues veo que me puedo saltar parte de la explicación… En fin, Nanaki nos ayudó a escapar de Midgar y para compensarle le acompañamos al Cañón Cosmo, que era dónde quería ir. Allí conocimos a un anciano que nos enseñó muchas cosas que nos serían útiles para nuestra misión y Nanaki tomó la decisión de venir con nosotros y ayudarnos. También Aerith pudo despejar muchas de sus dudas hablando con él. Era una especie de sabio, alguien con muchos años encima que conocía los misterios del planeta. Diría que después de hablar con él tuvo más claro lo que debíamos hacer. Nos dijo que debíamos ir al continente del norte, dónde está el cráter en el que debía descansar el cuerpo de Jénova y que allí debíamos invocar a Sagrado. También nos dijo que volverías, que no perdiéramos la esperanza contigo y que te lleváramos con nosotros, pasase lo que pasase.

— Lo dices como si ella hubiese decidido irse por su cuenta y hacer otra cosa, como si os hubiese hecho un encargo y os hubiese dejado las instrucciones…

— Más o menos… El caso es que a partir de entonces pusimos rumbo al norte y pasamos por Nibelheim. Para Tifa y para mí fue especialmente duro pensar en pasar de largo, así que hicimos nuestra parada para descansar allí. Yo me interesé por visitar la Mansión Shinra, especialmente el sótano. Allí encontré a Vincent, un antiguo miembro de los Turcos que también acabó siendo objeto de estudio del profesor Hojo. Era todo un personaje y no quería irse de allí. Parecía un vampiro, pero era un humano bajo el influjo de un profundo trauma. Finalmente, después de varias visitas, conseguimos que saliera de allí y ahora también nos acompaña. Además en aquel sótano hallé algunas pruebas de que en el pasado yo también estuve allí… con Zack. — Aquello parecía algo duro de verbalizar para él. — Recuperé mis recuerdos de entonces, algo que me confundió bastante y que me llevó a cometer un grave error.

— ¿Un error? — Después de pasar una pequeña colina llegaron a un claro en el que había una construcción similar a las que habían dejado atrás. Estaba junto a un lago de aguas cristalinas que parecía brillar bajo los rayos del sol.

— Jénova y Sephiroth van a invocar a Meteorito para dañar gravemente al planeta. De esta manera Gaia acumulará toda la energía vital en un punto en concreto para sanarse a sí mismo y ellos aprovecharán ese hecho para absorber tanta como les plazca y hacerse más fuertes e incluso inmortales. Para hacerlo necesitan la materia negra, por lo que decidimos ir a buscarla y así evitar que la consiguieran primero ellos. Y lo cierto es que lo conseguimos, después de pasar varias pruebas en el interior de un templo. Con la materia negra en nuestro poder ya teníamos mucho ganado, pero también necesitábamos la materia blanca para asegurarnos de tener todas las cartas a nuestro favor. Como puedes imaginar, es necesaria para invocar a Sagrado. — Se acercaron a la orilla del lago y se sentaron en el suelo, el uno al lado del otro. — Y cuando creíamos que habíamos conseguido una pequeña victoria Sephiroth apareció ante nosotros con su aplastante presencia.

— ¿Os atacó?

— No. La verdad es que fue muy raro. Simplemente me miró a los ojos y me dijo que le entregara la materia negra. No sé cómo lo hizo, pero yo no pude hacer otra cosa más que obedecer. Y ante el asombro de todos, incluido el mío propio, le entregué el tesoro que tanto nos había costado conseguir. Él básicamente se mofó de lo absurdo de la situación y se fue sin más. Ante este nuevo escenario nos dirigimos sin demora a Gongaga para encontrar la Ciudad Olvidada e intentar hacernos con la materia blanca y de esta manera poder invocar a Sagrado en caso de que fuese necesario. — Cloud señaló al edificio que ya habían visto junto al lago. — Aquel es el templo que la albergaba. Hace unos días entramos y superamos las pruebas para llegar a la cámara secreta. Cuando Aerith cogió la materia entre sus manos se puso a rezar. No es que estuviera invocando nada, simplemente es un ritual que hace siempre que se hace con un fragmento de materia, como si diera las gracias por haberla encontrado. Y en ese momento vi cómo mi cuerpo invocaba la espada y la blandía contra ella. Por suerte, tuve la suficiente fuerza de voluntad como para parar a tiempo pero, como por arte de magia, Sephiroth apareció de la nada y acabó el trabajo.

— ¿Qué quieres decir? — En el juego no había llegado hasta ese punto. Ya no disponía de más información que la pudiese ayudar a entender.

— Sephiroth mató a Aerith delante de nuestras narices y con ella murió la oportunidad que teníamos de invocar a Sagrado y nuestra esperanza de salvar el planeta. — El chico intentó contener unas lágrimas que finalmente se desbordaron mejillas abajo. Ella directamente se puso a llorar. Aerith… ¿muerta?

— No me lo puedo creer… — Consiguió decir entre sollozos. — ¿Y qué pasó después? — El chico enseguida recuperó la compostura.


— No pasó nada. Él se fue mofándose de nuevo de nosotros. Me siento como su marioneta y tengo miedo de hacer daño a alguien más. Estaba tan concentrado en frenar mis impulsos de atacar a Aerith que no me di cuenta de que él también estaba allí. Y lo peor de todo es que cuando me da una orden directa le obedezco sin objeción. Soy incluso más peligroso que él porque formo parte del grupo y gozo de vuestra confianza. Eso me convierte en su mejor arma. — Se produjo un silencio un tanto largo en el que la chica continuó sollozando. No me lo puedo creer… — Después de aquello llevé su cuerpo a descansar a las aguas del lago. — Ambos fijaron la mirada en el lugar. Ya no quedaban más lágrimas que derramar. — Ahora forma parte del Lifestream.


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