lunes, 13 de febrero de 2017

Capítulo 27. The doctor's decision

Por muy emocionada que estuviera no quería perder la concentración y perder otro día más. Tenía la convicción de que si no lo hacía al alba no podría hacerlo y por eso había insistido sin venirse abajo.

¿Hola? Volvió a intentar la muchacha, pero no hubo respuesta. Al cabo de un rato se levantó y echó a correr para volver a casa a tiempo para ducharse y vestirse e ir a la consulta del médico. La última vez que lo vio se mostró muy enigmático y ella creyó que se estaban despidiendo, por lo que no sabía qué se iba a encontrar en esa ocasión.

Su madre trabajaba prácticamente todo el día porque era una mujer muy entregada y amaba lo que hacía. Su padre había tenido que salir del país por un problema en su compañía. Era una oportunidad única para ascender en su empresa y viendo que las cosas iban bien con Andrea no tuvo reparo en aceptar el reto. Confiaban en su hija y la veían capaz de salir adelante incluso con algo tan delicado como lo que le había pasado. Por ese motivo, estaba acostumbrada a ir sola a los sitios. Al doctor Yagoubi era algo que siempre le había sorprendido. A pesar de que había hablado mucho con su madre mientras estuvo en el hospital y de que le dejara claro que todo lo que hacían era por su hija, no se había dado cuenta hasta entonces de que el conjunto de toda la situación había provocado que la chica se hubiese transformado en alguien tan solitario como Andrea.

— Buenos días. — La recibió el doctor cuando abrió la puerta de su consulta. — Pasa, por favor. — Ambos tomaron posiciones, cada uno en su lado de la mesa correspondiente. Él la miró a los ojos con aquella mirada verde tan penetrante que a veces la incomodaba. Estaba  muy serio y no era lo habitual. — Llevo una semana pensando en qué voy a hacer contigo. Tus informes médicos y todos los chequeos que te hemos hecho son correctos. Además, aquella amnesia que presentabas al principio parece que ha remitido por sí misma. Si siguiera el protocolo tendría que darte el alta de estas sesiones tan continuadas y pautarte para que nos viéramos una vez cada tres meses y de esta manera cerciorarnos de que no se ha producido ninguna lesión cerebral que de momento no estemos detectando. Siguiendo esta línea pasaríamos después a un tercer estadio y nos veríamos anualmente. — La chica se esperaba algo así al ver que no estaba tan sonriente como de costumbre. — Pero no lo voy a hacer. Tu caso es diferente, por lo que no lo te puedo tratar igual que al resto. — El médico se incorporó un poco en su silla para acortar las distancias y cerciorarse de que el contacto visual era total. Me va a decir algo importante. — Te diré lo que haremos: repetiré un par de pruebas para asegurarme de que a nivel celular todo está bien y si es así aplazaremos las visitas. Pero primero quiero asegurarme. ¿Qué te parece?

— No sé qué decir…

— Aún así, te vuelvo a decir que tu caso no es normal, así que hoy haremos algo que no suelo hacer, aunque contigo será la segunda vez.

— ¿Cómo?

— Cerraré la consulta durante un rato e iremos a pasear.

— No lo entiendo…

— Por cierto, sé que todo el mundo me llama doctor Yagoubi cuando estoy trabajando, pero mientras no lleve la bata te agradecería que me llamaras simplemente Yassir. — Dijo mientras se la quitaba y la colgaba en el respaldo de su silla.

— ¿Yassir?

— Así me llamo. ¿Vamos? — Dijo abriendo la puerta e invitándola a salir. La chica simplemente se levantó, cogió su minúsculo bolso y salió del edificio junto a él. Enseguida decidieron caminar hasta un parque cercano.

— Debo decirte que hoy pareces más feliz. ¿Algo que contar? — Apuntó el doctor con un tono mucho más alegre. La joven dudó un instante, pero viendo tantos aires renovados y dándole la sensación de que su médico le estaba dando más margen para expresarse libremente decidió soltarse y ser sincera.

— Doctor… Me he dado cuenta de que no pertenezco a este mundo… — Desde luego, esa no fue la respuesta que esperaba o al menos eso dedujo ella por su cara de asombro.

— Andrea, por favor… — Intentó frenarla.

— ¡Lo digo en serio! Hoy he vuelto a conectar pero no estoy muy segura de con quién…

— Andrea, no sigas por aquí… — Insistió.

— Normalmente no me encuentro bien anímicamente porque sé que no tendría que estar aquí, pero hoy es diferente: he logrado conectar con alguien de allí y eso es una prueba más de que Gaia existe. ¿Es que no lo entiende? ¡Debo volver!

— ¡Andrea! — Acabó gritando él para frenar aquella verborrea que empezaba a sonar como una súplica ante algo imposible. Unas mujeres que paseaban cerca de ellos se giraron para ver qué pasaba, entonces él bajó el tono e intentó continuar con naturalidad. — Me estás empezando a preocupar seriamente. Lo tuyo cada vez se parece más a la esquizofrenia que a un rechazo de la realidad. Crees firmemente que eso que soñaste fue real y además estás convencida de que puedes volver. Pero no puede ser. ¿Es que no te das cuenta? — La chica estuvo a punto de venirse abajo. Otro día seguramente se hubiese deshecho en lágrimas pero en aquella ocasión fue distinto y se lo tomó como un ataque directo, por lo que enseguida contraatacó.

— Lo que no puede ser es que me niegue con tanta naturalidad todo aquello que en algún momento fue importante para mí. Si me quita eso no me queda nada de valor en esta vida. Tantos estudios como tiene en psicología y no es capaz de darse cuenta de lo que le estoy diciendo. ¿Tan difícil es entender que este no es mi sitio?

— ¿Y qué me dices de la familia? — Andrea lo miró torciendo el gesto, como si hubiese dicho una estupidez.

— El concepto de familia cambia y yo no me veo construyendo la mía aquí. ¡Estoy sola! ¿O es que no lo ve? — Entonces, el apuesto médico se abalanzó sobre ella y la abrazó.

— No estás sola Andrea. — De pronto, la joven volvió a notar la energía que emanaba del hombre que la acogía entre sus brazos. Su perfume tan característico entraba por su nariz y tenía la sensación de que también lo hacía por los poros. Sintió que la envolvía completamente, mucho más allá de lo que era meramente físico. Y en ese preciso momento notó cómo la energía vital que había sentido en otras ocasiones volvía a ella, por lo que sintió un escalofrío tan intenso que no pudo reprimir que le temblara el cuerpo. — Te prometo que haré todo lo que pueda para ayudarte y que puedas encontrar tu lugar en este mundo. — La apartó un poco para mirarla directamente a los ojos y asegurarse de que el mensaje le llegaba sin alteraciones. Aquellos ojos verdes eran especialmente hermosos en un semblante aceitunado con rasgos árabes como el suyo. Era un joven apuesto y en aquel momento se dio cuenta de que seguían abrazados y muy cerca el uno del otro, por lo que la chica se apresuró a apartarse de él.

— No sé a qué se refiere doctor, pero si no me ayuda a volver a Gaia no creo que pueda hacer nada más por mí. — Contestó visiblemente incómoda.

— ¿Realmente crees que no hay nada que yo pueda hacer por ti?

— No lo sé, pero ahora mismo no lo creo. — Él pareció resignarse y dio un largo suspiro al tiempo que daba un paso atrás para generar más distancia entre ellos. — Sígueme, por favor. Hay algo que quiero hablar contigo sin que nadie nos oiga.

Caminaron por un rato hasta llegar a una zona del parque más apartada en la que unos niños jugaban mientras que sus madres conversaban y los vigilaban a la vez. La extraña pareja se acercó a una zona de césped en la que vieron oportuno sentarse para seguir su conversación. Andrea no quiso abrir la boca y fue Yassir quién tomó la iniciativa.

— ¿Te acuerdas de cuando pasabas estos ratos con tus padres? — Preguntó él mirando a los pequeños subir i bajar constantemente del tobogán. Ella miró a una niña que se había caído del columpio y se había golpeado la cabeza. Lloraba mientras corría a refugiarse en los brazos de su madre y ésta la consolaba con una sonrisa en los labios.

— ¿A dónde quiere llegar?

— La familia no la elegimos…

— No estoy muy segura de por dónde quiere ir, pero le aseguro que superé mi infancia hace mucho. — El médico la miró sorprendido. — La semana que viene es mi cumpleaños. Cumpliré los dieciocho, por lo que seré legalmente mayor de edad. Llevo días dándole vueltas y creo que buscaré un empleo para independizarme. Vivir con mi madre no me hace feliz. Tampoco es que la vea mucho… Así que creo que ya va siendo hora de abandonar el nido. El caso es que no sé a dónde ir… Tendría que hacer un viaje astral para conseguir encontrar lo que busco.

— Andrea, te parecerá una pregunta un tanto estúpida, pero déjame que la formule en voz alta. — Ella asintió dándole el consentimiento para continuar. — ¿Toda esta obstinación viene originada por Cloud? O mejor dicho, ¿estás enamorada de él? — Andrea dio un largo suspiro y miró al cielo… Azul… como sus ojos.

— La verdad es que son dos preguntas distintas y no coinciden en la respuesta. ¿Estoy enamorada de Cloud? No lo sé. Lo único que sé sobre él es que despertó en mí sentimientos que no sabía que tenía. Es una persona que sabe sacar mi mejor lado, que confía en mí ciegamente y que me confiaría su vida sin dudarlo ni un solo instante. Él me enseñó muchas cosas, no sólo a combatir. También estuvo a mi lado incondicionalmente a pesar de que no me conocía. Apostaba a mi favor en cualquier circunstancia. Y yo… Bueno, ahora que no le tengo conmigo creo que me sería muy difícil imaginarme una vida feliz sin que estuviera a mi lado. No sé en calidad de qué, pero al menos formando parte de mi vida. Nunca catalogamos nuestra relación aunque siempre supimos que era muy especial. — La joven se perdió por unos instantes en sus propios pensamientos, con la mirada perdida en el cielo sin nubes, pero enseguida retomó la conversación. — En cuanto a la otra pregunta, la respuesta es no. Todo este circo no viene provocado por Cloud. Él es alguien importante sin duda alguna, pero no es el eje sobre el que mi mundo gira. Si quiero volver a Gaia es por mí misma en primer lugar y después porque creo que tengo una misión importante que cumplir allí. Si hubiésemos acabado lo que íbamos a hacer tal vez no me viera con la carga moral de haber dejado algo a medias, pero no he tenido la oportunidad de elegir. Si pudiera volver sabiendo lo que sé ahora supongo que tomaría una decisión cuando zanjáramos el tema de Shinra y Jénova.

— Ya veo…— Dijo el doctor absorto entre tanta información.

— Como le he dicho antes…

— Por favor, tutéame. — La corrigió él.

— Bien, pues como te he dicho antes hoy he conectado espiritualmente con alguien, he oído cómo me llamaban. Creo que estoy a punto de descubrir el nexo que me puede llevar de vuelta a Gaia.

— Sí, bueno… en cuanto a eso quería hablar contigo. — Andrea se calló de golpe esperando que continuara hablando. — La semana pasada te dije que quería meditar sobre tu caso para decidir qué hacer. ¿Recuerdas? — Ella asintió. — Bien, pues llegué a la conclusión de que podíamos hacer dos cosas: o bien continuar con lo que íbamos haciendo o bien probar algo distinto. Creí que la primera opción sería viable si lograbas hacer algún progreso con tu adaptación a las rutinas diarias y tengo que confesarte que cuando me dijiste que habías empezado a correr creí ver un rayo de esperanza, pero por otro lado tenía el presentimiento de que no pasarías de ese punto. Eso nos lleva a la segunda opción.

— Probar algo nuevo. — Repitió ella.

— Exacto. Sé que la semana que viene es tu cumpleaños y que llegarás a la mayoría de edad, por lo que no necesitarías el consentimiento parental para hacerte las pruebas médicas que normalmente hay que firmar. — Andrea se estaba empezando a perder. — Le he dado muchas vueltas porque todo esto es una locura, pero creo que en vistas de lo acontecido no tenemos una opción mejor. — El médico cogió aire. — He pensado en hacerte una prueba del sueño, pero un poco distinta. Si te parece bien te ingresaré en el hospital durante un periodo de tiempo y analizaré tus ondas cerebrales mientras duermes y sueñas con Gaia.

— Eso no será posible. — Contestó ella enseguida.

— ¿Por qué no?

— Porque he deseado soñar con Gaia desde que desperté y no lo he conseguido.

— Lo siento, no me he explicado bien. Quería decir que te induciré un coma. — A la chica se le desencajó la mandíbula. — No te asustes, será algo totalmente controlado y monitorizado. Te sedaré a un nivel de sueño tan profundo como un coma. Si tus ondas cerebrales se relajan, que sería lo normal, te retiraré la sedación y esperaríamos a que despertases. En ese caso, habríamos hecho todo lo posible y no te quedaría otra que aceptar la realidad. En cambio, si una vez te quedes dormida tu actividad cerebral continua como cuando estuviste en Gaia por primera vez entenderé que habrás vuelto y te mantendré el coma cuanto sea necesario. De esta manera tendrás una segunda oportunidad para acabar lo que fuiste a hacer y podrás quedarte con la conciencia tranquila. — La joven no pudo más y se le tiró encima para abrazarle tan efusivamente como pudo.

— Gracias. Gracias. Gracias. Gracias.

— ¡Espera! Espera… — Dijo sonriente después de apartarla con delicadeza. — No me esperaba tanta alegría después de decirte que te iba a poner en coma durante semanas. — Bromeó.

— ¿Se puede hacer todo eso?

— La verdad es que no va a ser tarea fácil. Tengo que argumentar el motivo por el cuál te quiero hacer esta prueba y mostrarte como un conejillo de indias para que los jefazos me den el material y el permiso que necesito para llevar a cabo esto. Además, aunque tu madre no tenga que firmar la autorización debe saberlo y tenemos que explicárselo de manera que le parezca algo creíble. No les podemos decir que el coma te ayudará a viajar a un mundo paralelo en el que hay un desastre natural que sólo tú puedes detener.

— Yo nunca dije eso.

— Pero Aerith así lo cree, ¿no? — Andrea no respondió. — Bien, la argumentación será la siguiente. Como tu actividad cerebral durante el coma fue anormal voy a solicitar el inducirte al coma voluntariamente para analizar tus conexiones neuronales durante esa fase de sueño que es más profunda que la que se consigue durmiendo. El experimento durará varios días, o tal vez semanas. Será de tiempo indeterminado. Lo que sí que tendremos que pensar es en una señal para saber cuándo es el momento de volver y que te retire la sedación.

— Cuando llegue el momento agotaré mi energía vital y despertaré. Eso fue lo que pasó la primera vez.

— Pero, ¿y si mueres?

— Es un riesgo que vale la pena correr. — Al médico no le convenció la respuesta. — Pero tengo una pregunta: ¿cómo lo hacemos si cuando todo termine no quiero volver?

— Supongo que si no despiertas del coma me meteré en un buen lío… Mira, Andrea, no te lo tomes mal, pero si te propongo esto no es porque sea un inconsciente o porque crea ciegamente en toda la historia que me contaste. Lo hago para satisfacer mi propia curiosidad. Me pareció que sería una manera de matar dos pájaros de un tiro. Por eso creo que vale la pena, a pesar de los riesgos. Si te soy sincero, realmente no creo que Gaia exista. Por mucho que me insistas, me parece algo increíble y creo firmemente que este experimento me dará muchos más beneficios a mí que a ti. Sin embargo, si por un momento me planteo que pueda ser real y que decidas quedarte allí… me da miedo. Supongo que por eso me es más fácil pensar que se trata de tu propia imaginación.

— No importa lo que pienses, lo siento. Ahora mismo no me afecta en absoluto. Y déjame añadir que creo que esta decisión es la más correcta y la que nos aportará más beneficio a ambos. — Yassir se levantó y le ofreció su mano para ayudarla a imitarle y volver a la consulta.

— Quería apartarme un poco del entorno de trabajo. Piensa que delante de los demás debemos mantener la versión de que es una prueba con fines de investigación, sino será muy complicado que nos permitan llevarla a cabo. Ahora iremos un momento a mi despacho para rellenar unos formularios y así poder tramitar la petición lo antes posible. Supongo que tú también tienes ganas de dar el siguiente paso, ¿verdad?

— ¡Por supuesto!

Una vez en la consulta y después de rellenar aquellos papeles Andrea se sintió llena de energía. Cuando llegó a casa se puso a jugar a Final Fantasy VII y estuvo enganchada a la pantalla durante horas. Aunque la historia del juego estaba conectada con lo que ella conocía, no era exactamente lo mismo y creyó que descubriendo cosas a través de esa vía, tal vez, le fuese útil cuando por fin regresara a Gaia.

Llegó el día de su cumpleaños y su madre tuvo el detalle de comprar una tarta y soplar las velas. Hacía mucho tiempo que no lo hacía y, a pesar de que su padre no estaba allí con ellas, fue algo especial para ambas. Al día siguiente Andrea era una persona totalmente nueva y a partir de entonces su perspectiva sobre la vida cambió. Igualmente, se levantaba temprano por las mañanas y meditaba hasta que había amanecido del todo. Cada día oía como alguien susurraba su nombre desde el otro lado y eso le recargaba las pilas para soportar otro día anodino de su vida en la Tierra. Pero no le importaba, sabía que aquello estaba destinado a cambiar y quería aprovechar esa segunda oportunidad que le iban a brindar. Andrea era una persona nueva y salía de su casa con una sonrisa puesta, que ni sus despistes de clase, ni la indiferencia del resto del mundo ante su presencia hacía que se desdibujara. Era feliz, tenía esperanza y estaba tremendamente ilusionada.

Al cabo de otra semana Yassir la llamó directamente a su casa.

— Andrea, tendrías que pasarte por mi consulta esta tarde a eso de las siete.

— ¿Pasa algo?

— No, sólo tienes que firmar más papeles. Ya sabes… formalidades de médicos.

— De acuerdo.

A las siete menos cinco minutos ya se estaba esperando en la antesala para que la recibiera el doctor, aunque no fue hasta la hora en punto que despachó a su último paciente. Enseguida reparó en su presencia y le hizo un gesto con la mano para que entrara a continuación. Él aún se entretuvo un poco con el señor que acababa de salir indicándole y recordándole las pautas que le había dado previamente. Andrea se sentó en la silla a esperar y enseguida entró él.

— Perdona que te haya hecho esperar. Enseguida te saco los papeles y te lo explico todo. — En esta ocasión acudió a un archivador que tenía en un estante cerca de la ventana y lo puso sobre su mesa. — Tengo buenas noticias para ti: han aprobado el experimento, lo que quiere decir que nos concederán todos los permisos y facilidades para llevarlo a cabo. — Dijo sin ánimo, como el que habla de que ha recibido una carta del ministerio de Hacienda.

— ¡Pero eso es genial! ¿Por qué no estás contento?

— Porque tengo la sensación de que esto no acabará bien.

— ¿Crees que me quedaré allí, que desapareceré de la Tierra? — El desvió la mirada. — Pero si me dijiste que en el fondo no creías nada de toda esa historia, que esta prueba iba a ser más provechosa para ti que para mí. ¿Acaso me mentías?

— No. Cuando te lo dije estaba totalmente convencido. Pero estos días que he estado moviendo ficha le he dado muchas vueltas. Como médico me estoy responsabilizando de tu bienestar y si algo falla, si algo sale mal y no vuelves en sí cargaré con ello el resto de mi vida. No sé si estoy preparado para eso. — Andrea le cogió de la mano que tenía apoyada sobre su mesa para calmarle un poco y le dedicó la mejor de sus sonrisas. Él se sorprendió y recibió con afecto su gesto puniendo su otra mano sobre la de ella.

— No te preocupes Yassir. Yo también le he dado muchas vueltas a todo esto y también he pensado en que en el peor de los casos podría quedarme como un vegetal o incluso morir y no quiero que te sientas culpable por ello en ningún caso. Te estoy muy agradecida por este gesto que estás teniendo conmigo y creo que debo corresponderte. — Andrea liberó su mano y buscó en su pequeño bolso un papel que desdobló y extendió ante el doctor. — Al día siguiente de cumplir la mayoría de edad me acerqué al notario con mis ahorros y quise hacer una declaración firmada en la que te eximo de toda culpa en caso de que se produzca algún daño cerebral, a cualquier nivel. En esa acta notarial expreso mi deseo por llevar a cabo esta prueba y atenerme a cualquier consecuencia. Me pongo totalmente en tus manos y te confío mi vida porque creo en ti y porque estoy segura de que es precisamente esto lo que debo hacer. Por eso te estoy tan agradecida y por eso mismo no podía dejar cabos sueltos con los que pudieses buscarte un lío. — El doctor Yagoubi se quedó mudo. Cogió el papel y lo leyó en su totalidad.

— ¿Estás segura de esto, Andrea?


— Totalmente.

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