Por muy
emocionada que estuviera no quería perder la concentración y perder otro día
más. Tenía la convicción de que si no lo hacía al alba no podría hacerlo y por
eso había insistido sin venirse abajo.
¿Hola? Volvió a intentar la muchacha, pero no
hubo respuesta. Al cabo de un rato se levantó y echó a correr para volver a
casa a tiempo para ducharse y vestirse e ir a la consulta del médico. La última
vez que lo vio se mostró muy enigmático y ella creyó que se estaban despidiendo,
por lo que no sabía qué se iba a encontrar en esa ocasión.
Su madre
trabajaba prácticamente todo el día porque era una mujer muy entregada y amaba
lo que hacía. Su padre había tenido que salir del país por un problema en su
compañía. Era una oportunidad única para ascender en su empresa y viendo que
las cosas iban bien con Andrea no tuvo reparo en aceptar el reto. Confiaban en
su hija y la veían capaz de salir adelante incluso con algo tan delicado como
lo que le había pasado. Por ese motivo, estaba acostumbrada a ir sola a los
sitios. Al doctor Yagoubi era algo que siempre le había sorprendido. A pesar de
que había hablado mucho con su madre mientras estuvo en el hospital y de que le
dejara claro que todo lo que hacían era por su hija, no se había dado cuenta hasta
entonces de que el conjunto de toda la situación había provocado que la chica
se hubiese transformado en alguien tan solitario como Andrea.
— Buenos
días. — La recibió el doctor cuando abrió la puerta de su consulta. — Pasa, por
favor. — Ambos tomaron posiciones, cada uno en su lado de la mesa correspondiente.
Él la miró a los ojos con aquella mirada verde tan penetrante que a veces la
incomodaba. Estaba muy serio y no era lo
habitual. — Llevo una semana pensando en qué voy a hacer contigo. Tus informes
médicos y todos los chequeos que te hemos hecho son correctos. Además, aquella
amnesia que presentabas al principio parece que ha remitido por sí misma. Si
siguiera el protocolo tendría que darte el alta de estas sesiones tan
continuadas y pautarte para que nos viéramos una vez cada tres meses y de esta
manera cerciorarnos de que no se ha producido ninguna lesión cerebral que de
momento no estemos detectando. Siguiendo esta línea pasaríamos después a un
tercer estadio y nos veríamos anualmente. — La chica se esperaba algo así al
ver que no estaba tan sonriente como de costumbre. — Pero no lo voy a hacer. Tu
caso es diferente, por lo que no lo te puedo tratar igual que al resto. — El
médico se incorporó un poco en su silla para acortar las distancias y
cerciorarse de que el contacto visual era total. Me va a decir algo importante. — Te diré lo que haremos: repetiré
un par de pruebas para asegurarme de que a nivel celular todo está bien y si es
así aplazaremos las visitas. Pero primero quiero asegurarme. ¿Qué te parece?
— No sé qué
decir…
— Aún así,
te vuelvo a decir que tu caso no es normal, así que hoy haremos algo que no
suelo hacer, aunque contigo será la segunda vez.
— ¿Cómo?
— Cerraré
la consulta durante un rato e iremos a pasear.
— No lo
entiendo…
— Por
cierto, sé que todo el mundo me llama doctor Yagoubi cuando estoy trabajando,
pero mientras no lleve la bata te agradecería que me llamaras simplemente
Yassir. — Dijo mientras se la quitaba y la colgaba en el respaldo de su silla.
— ¿Yassir?
— Así me
llamo. ¿Vamos? — Dijo abriendo la puerta e invitándola a salir. La chica
simplemente se levantó, cogió su minúsculo bolso y salió del edificio junto a
él. Enseguida decidieron caminar hasta un parque cercano.
— Debo
decirte que hoy pareces más feliz. ¿Algo que contar? — Apuntó el doctor con un
tono mucho más alegre. La joven dudó un instante, pero viendo tantos aires
renovados y dándole la sensación de que su médico le estaba dando más margen
para expresarse libremente decidió soltarse y ser sincera.
— Doctor…
Me he dado cuenta de que no pertenezco a este mundo… — Desde luego, esa no fue
la respuesta que esperaba o al menos eso dedujo ella por su cara de asombro.
— Andrea,
por favor… — Intentó frenarla.
— ¡Lo digo
en serio! Hoy he vuelto a conectar pero no estoy muy segura de con quién…
— Andrea,
no sigas por aquí… — Insistió.
— Normalmente
no me encuentro bien anímicamente porque sé que no tendría que estar aquí, pero
hoy es diferente: he logrado conectar con alguien de allí y eso es una prueba
más de que Gaia existe. ¿Es que no lo entiende? ¡Debo volver!
— ¡Andrea!
— Acabó gritando él para frenar aquella verborrea que empezaba a sonar como una
súplica ante algo imposible. Unas mujeres que paseaban cerca de ellos se
giraron para ver qué pasaba, entonces él bajó el tono e intentó continuar con naturalidad.
— Me estás empezando a preocupar seriamente. Lo tuyo cada vez se parece más a
la esquizofrenia que a un rechazo de la realidad. Crees firmemente que eso que
soñaste fue real y además estás convencida de que puedes volver. Pero no puede
ser. ¿Es que no te das cuenta? — La chica estuvo a punto de venirse abajo. Otro
día seguramente se hubiese deshecho en lágrimas pero en aquella ocasión fue
distinto y se lo tomó como un ataque directo, por lo que enseguida contraatacó.
— Lo que no
puede ser es que me niegue con tanta naturalidad todo aquello que en algún
momento fue importante para mí. Si me quita eso no me queda nada de valor en
esta vida. Tantos estudios como tiene en psicología y no es capaz de darse
cuenta de lo que le estoy diciendo. ¿Tan difícil es entender que este no es mi
sitio?
— ¿Y qué me
dices de la familia? — Andrea lo miró torciendo el gesto, como si hubiese dicho
una estupidez.
— El
concepto de familia cambia y yo no me veo construyendo la mía aquí. ¡Estoy
sola! ¿O es que no lo ve? — Entonces, el apuesto médico se abalanzó sobre ella
y la abrazó.
— No estás
sola Andrea. — De pronto, la joven volvió a notar la energía que emanaba del
hombre que la acogía entre sus brazos. Su perfume tan característico entraba
por su nariz y tenía la sensación de que también lo hacía por los poros. Sintió
que la envolvía completamente, mucho más allá de lo que era meramente físico. Y
en ese preciso momento notó cómo la energía vital que había sentido en otras
ocasiones volvía a ella, por lo que sintió un escalofrío tan intenso que no
pudo reprimir que le temblara el cuerpo. — Te prometo que haré todo lo que
pueda para ayudarte y que puedas encontrar tu lugar en este mundo. — La apartó
un poco para mirarla directamente a los ojos y asegurarse de que el mensaje le
llegaba sin alteraciones. Aquellos ojos verdes eran especialmente hermosos en
un semblante aceitunado con rasgos árabes como el suyo. Era un joven apuesto y
en aquel momento se dio cuenta de que seguían abrazados y muy cerca el uno del
otro, por lo que la chica se apresuró a apartarse de él.
— No sé a
qué se refiere doctor, pero si no me ayuda a volver a Gaia no creo que pueda
hacer nada más por mí. — Contestó visiblemente incómoda.
—
¿Realmente crees que no hay nada que yo pueda hacer por ti?
— No lo sé,
pero ahora mismo no lo creo. — Él pareció resignarse y dio un largo suspiro al
tiempo que daba un paso atrás para generar más distancia entre ellos. —
Sígueme, por favor. Hay algo que quiero hablar contigo sin que nadie nos oiga.
Caminaron
por un rato hasta llegar a una zona del parque más apartada en la que unos niños
jugaban mientras que sus madres conversaban y los vigilaban a la vez. La
extraña pareja se acercó a una zona de césped en la que vieron oportuno
sentarse para seguir su conversación. Andrea no quiso abrir la boca y fue
Yassir quién tomó la iniciativa.
— ¿Te
acuerdas de cuando pasabas estos ratos con tus padres? — Preguntó él mirando a
los pequeños subir i bajar constantemente del tobogán. Ella miró a una niña que
se había caído del columpio y se había golpeado la cabeza. Lloraba mientras
corría a refugiarse en los brazos de su madre y ésta la consolaba con una
sonrisa en los labios.
— ¿A dónde
quiere llegar?
— La
familia no la elegimos…
— No estoy
muy segura de por dónde quiere ir, pero le aseguro que superé mi infancia hace
mucho. — El médico la miró sorprendido. — La semana que viene es mi cumpleaños.
Cumpliré los dieciocho, por lo que seré legalmente mayor de edad. Llevo días
dándole vueltas y creo que buscaré un empleo para independizarme. Vivir con mi
madre no me hace feliz. Tampoco es que la vea mucho… Así que creo que ya va
siendo hora de abandonar el nido. El caso es que no sé a dónde ir… Tendría que
hacer un viaje astral para conseguir encontrar lo que busco.
— Andrea,
te parecerá una pregunta un tanto estúpida, pero déjame que la formule en voz
alta. — Ella asintió dándole el consentimiento para continuar. — ¿Toda esta
obstinación viene originada por Cloud? O mejor dicho, ¿estás enamorada de él? —
Andrea dio un largo suspiro y miró al cielo… Azul… como sus ojos.
— La verdad
es que son dos preguntas distintas y no coinciden en la respuesta. ¿Estoy
enamorada de Cloud? No lo sé. Lo único que sé sobre él es que despertó en mí
sentimientos que no sabía que tenía. Es una persona que sabe sacar mi mejor
lado, que confía en mí ciegamente y que me confiaría su vida sin dudarlo ni un
solo instante. Él me enseñó muchas cosas, no sólo a combatir. También estuvo a
mi lado incondicionalmente a pesar de que no me conocía. Apostaba a mi favor en
cualquier circunstancia. Y yo… Bueno, ahora que no le tengo conmigo creo que me
sería muy difícil imaginarme una vida feliz sin que estuviera a mi lado. No sé
en calidad de qué, pero al menos formando parte de mi vida. Nunca catalogamos
nuestra relación aunque siempre supimos que era muy especial. — La joven se
perdió por unos instantes en sus propios pensamientos, con la mirada perdida en
el cielo sin nubes, pero enseguida retomó la conversación. — En cuanto a la
otra pregunta, la respuesta es no. Todo este circo no viene provocado por
Cloud. Él es alguien importante sin duda alguna, pero no es el eje sobre el que
mi mundo gira. Si quiero volver a Gaia es por mí misma en primer lugar y
después porque creo que tengo una misión importante que cumplir allí. Si
hubiésemos acabado lo que íbamos a hacer tal vez no me viera con la carga moral
de haber dejado algo a medias, pero no he tenido la oportunidad de elegir. Si pudiera
volver sabiendo lo que sé ahora supongo que tomaría una decisión cuando zanjáramos
el tema de Shinra y Jénova.
— Ya veo…—
Dijo el doctor absorto entre tanta información.
— Como le
he dicho antes…
— Por
favor, tutéame. — La corrigió él.
— Bien,
pues como te he dicho antes hoy he conectado espiritualmente con alguien, he
oído cómo me llamaban. Creo que estoy a punto de descubrir el nexo que me puede
llevar de vuelta a Gaia.
— Sí,
bueno… en cuanto a eso quería hablar contigo. — Andrea se calló de golpe
esperando que continuara hablando. — La semana pasada te dije que quería meditar
sobre tu caso para decidir qué hacer. ¿Recuerdas? — Ella asintió. — Bien, pues
llegué a la conclusión de que podíamos hacer dos cosas: o bien continuar con lo
que íbamos haciendo o bien probar algo distinto. Creí que la primera opción
sería viable si lograbas hacer algún progreso con tu adaptación a las rutinas
diarias y tengo que confesarte que cuando me dijiste que habías empezado a
correr creí ver un rayo de esperanza, pero por otro lado tenía el
presentimiento de que no pasarías de ese punto. Eso nos lleva a la segunda
opción.
— Probar
algo nuevo. — Repitió ella.
— Exacto.
Sé que la semana que viene es tu cumpleaños y que llegarás a la mayoría de edad,
por lo que no necesitarías el consentimiento parental para hacerte las pruebas
médicas que normalmente hay que firmar. — Andrea se estaba empezando a perder. —
Le he dado muchas vueltas porque todo esto es una locura, pero creo que en
vistas de lo acontecido no tenemos una opción mejor. — El médico cogió aire. —
He pensado en hacerte una prueba del sueño, pero un poco distinta. Si te parece
bien te ingresaré en el hospital durante un periodo de tiempo y analizaré tus
ondas cerebrales mientras duermes y sueñas con Gaia.
— Eso no
será posible. — Contestó ella enseguida.
— ¿Por qué
no?
— Porque he
deseado soñar con Gaia desde que desperté y no lo he conseguido.
— Lo
siento, no me he explicado bien. Quería decir que te induciré un coma. — A la
chica se le desencajó la mandíbula. — No te asustes, será algo totalmente
controlado y monitorizado. Te sedaré a un nivel de sueño tan profundo como un
coma. Si tus ondas cerebrales se relajan, que sería lo normal, te retiraré la
sedación y esperaríamos a que despertases. En ese caso, habríamos hecho todo lo
posible y no te quedaría otra que aceptar la realidad. En cambio, si una vez te
quedes dormida tu actividad cerebral continua como cuando estuviste en Gaia por
primera vez entenderé que habrás vuelto y te mantendré el coma cuanto sea
necesario. De esta manera tendrás una segunda oportunidad para acabar lo que
fuiste a hacer y podrás quedarte con la conciencia tranquila. — La joven no
pudo más y se le tiró encima para abrazarle tan efusivamente como pudo.
— Gracias.
Gracias. Gracias. Gracias.
— ¡Espera!
Espera… — Dijo sonriente después de apartarla con delicadeza. — No me esperaba
tanta alegría después de decirte que te iba a poner en coma durante semanas. —
Bromeó.
— ¿Se puede
hacer todo eso?
— La verdad
es que no va a ser tarea fácil. Tengo que argumentar el motivo por el cuál te
quiero hacer esta prueba y mostrarte como un conejillo de indias para que los
jefazos me den el material y el permiso que necesito para llevar a cabo esto.
Además, aunque tu madre no tenga que firmar la autorización debe saberlo y
tenemos que explicárselo de manera que le parezca algo creíble. No les podemos
decir que el coma te ayudará a viajar a un mundo paralelo en el que hay un
desastre natural que sólo tú puedes detener.
— Yo nunca
dije eso.
— Pero
Aerith así lo cree, ¿no? — Andrea no respondió. — Bien, la argumentación será
la siguiente. Como tu actividad cerebral durante el coma fue anormal voy a
solicitar el inducirte al coma voluntariamente para analizar tus conexiones
neuronales durante esa fase de sueño que es más profunda que la que se consigue
durmiendo. El experimento durará varios días, o tal vez semanas. Será de tiempo
indeterminado. Lo que sí que tendremos que pensar es en una señal para saber
cuándo es el momento de volver y que te retire la sedación.
— Cuando
llegue el momento agotaré mi energía vital y despertaré. Eso fue lo que pasó la
primera vez.
— Pero, ¿y
si mueres?
— Es un
riesgo que vale la pena correr. — Al médico no le convenció la respuesta. —
Pero tengo una pregunta: ¿cómo lo hacemos si cuando todo termine no quiero
volver?
— Supongo
que si no despiertas del coma me meteré en un buen lío… Mira, Andrea, no te lo
tomes mal, pero si te propongo esto no es porque sea un inconsciente o porque
crea ciegamente en toda la historia que me contaste. Lo hago para satisfacer mi
propia curiosidad. Me pareció que sería una manera de matar dos pájaros de un
tiro. Por eso creo que vale la pena, a pesar de los riesgos. Si te soy sincero,
realmente no creo que Gaia exista. Por mucho que me insistas, me parece algo
increíble y creo firmemente que este experimento me dará muchos más beneficios
a mí que a ti. Sin embargo, si por un momento me planteo que pueda ser real y
que decidas quedarte allí… me da miedo. Supongo que por eso me es más fácil
pensar que se trata de tu propia imaginación.
— No
importa lo que pienses, lo siento. Ahora mismo no me afecta en absoluto. Y
déjame añadir que creo que esta decisión es la más correcta y la que nos
aportará más beneficio a ambos. — Yassir se levantó y le ofreció su mano para
ayudarla a imitarle y volver a la consulta.
— Quería
apartarme un poco del entorno de trabajo. Piensa que delante de los demás
debemos mantener la versión de que es una prueba con fines de investigación,
sino será muy complicado que nos permitan llevarla a cabo. Ahora iremos un
momento a mi despacho para rellenar unos formularios y así poder tramitar la
petición lo antes posible. Supongo que tú también tienes ganas de dar el
siguiente paso, ¿verdad?
— ¡Por
supuesto!
Una vez en
la consulta y después de rellenar aquellos papeles Andrea se sintió llena de
energía. Cuando llegó a casa se puso a jugar a Final Fantasy VII y estuvo enganchada
a la pantalla durante horas. Aunque la historia del juego estaba conectada con
lo que ella conocía, no era exactamente lo mismo y creyó que descubriendo cosas
a través de esa vía, tal vez, le fuese útil cuando por fin regresara a Gaia.
Llegó el
día de su cumpleaños y su madre tuvo el detalle de comprar una tarta y soplar
las velas. Hacía mucho tiempo que no lo hacía y, a pesar de que su padre no
estaba allí con ellas, fue algo especial para ambas. Al día siguiente Andrea
era una persona totalmente nueva y a partir de entonces su perspectiva sobre la
vida cambió. Igualmente, se levantaba temprano por las mañanas y meditaba hasta
que había amanecido del todo. Cada día oía como alguien susurraba su nombre
desde el otro lado y eso le recargaba las pilas para soportar otro día anodino
de su vida en la Tierra. Pero no le importaba, sabía que aquello estaba
destinado a cambiar y quería aprovechar esa segunda oportunidad que le iban a
brindar. Andrea era una persona nueva y salía de su casa con una sonrisa puesta,
que ni sus despistes de clase, ni la indiferencia del resto del mundo ante su
presencia hacía que se desdibujara. Era feliz, tenía esperanza y estaba
tremendamente ilusionada.
Al cabo de
otra semana Yassir la llamó directamente a su casa.
— Andrea, tendrías
que pasarte por mi consulta esta tarde a eso de las siete.
— ¿Pasa
algo?
— No, sólo
tienes que firmar más papeles. Ya sabes… formalidades de médicos.
— De
acuerdo.
A las siete
menos cinco minutos ya se estaba esperando en la antesala para que la recibiera
el doctor, aunque no fue hasta la hora en punto que despachó a su último
paciente. Enseguida reparó en su presencia y le hizo un gesto con la mano para
que entrara a continuación. Él aún se entretuvo un poco con el señor que
acababa de salir indicándole y recordándole las pautas que le había dado
previamente. Andrea se sentó en la silla a esperar y enseguida entró él.
— Perdona
que te haya hecho esperar. Enseguida te saco los papeles y te lo explico todo. —
En esta ocasión acudió a un archivador que tenía en un estante cerca de la
ventana y lo puso sobre su mesa. — Tengo buenas noticias para ti: han aprobado
el experimento, lo que quiere decir que nos concederán todos los permisos y
facilidades para llevarlo a cabo. — Dijo sin ánimo, como el que habla de que ha
recibido una carta del ministerio de Hacienda.
— ¡Pero eso
es genial! ¿Por qué no estás contento?
— Porque
tengo la sensación de que esto no acabará bien.
— ¿Crees
que me quedaré allí, que desapareceré de la Tierra? — El desvió la mirada. —
Pero si me dijiste que en el fondo no creías nada de toda esa historia, que
esta prueba iba a ser más provechosa para ti que para mí. ¿Acaso me mentías?
— No.
Cuando te lo dije estaba totalmente convencido. Pero estos días que he estado
moviendo ficha le he dado muchas vueltas. Como médico me estoy
responsabilizando de tu bienestar y si algo falla, si algo sale mal y no
vuelves en sí cargaré con ello el resto de mi vida. No sé si estoy preparado
para eso. — Andrea le cogió de la mano que tenía apoyada sobre su mesa para
calmarle un poco y le dedicó la mejor de sus sonrisas. Él se sorprendió y
recibió con afecto su gesto puniendo su otra mano sobre la de ella.
— No te
preocupes Yassir. Yo también le he dado muchas vueltas a todo esto y también he
pensado en que en el peor de los casos podría quedarme como un vegetal o
incluso morir y no quiero que te sientas culpable por ello en ningún caso. Te
estoy muy agradecida por este gesto que estás teniendo conmigo y creo que debo
corresponderte. — Andrea liberó su mano y buscó en su pequeño bolso un papel
que desdobló y extendió ante el doctor. — Al día siguiente de cumplir la
mayoría de edad me acerqué al notario con mis ahorros y quise hacer una
declaración firmada en la que te eximo de toda culpa en caso de que se produzca
algún daño cerebral, a cualquier nivel. En esa acta notarial expreso mi deseo
por llevar a cabo esta prueba y atenerme a cualquier consecuencia. Me pongo
totalmente en tus manos y te confío mi vida porque creo en ti y porque estoy
segura de que es precisamente esto lo que debo hacer. Por eso te estoy tan
agradecida y por eso mismo no podía dejar cabos sueltos con los que pudieses
buscarte un lío. — El doctor Yagoubi se quedó mudo. Cogió el papel y lo leyó en
su totalidad.
— ¿Estás
segura de esto, Andrea?
—
Totalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario