La noticia
no sentó demasiado bien pero todos creyeron que irse era lo más prudente.
Decidieron que los más jóvenes debían quedarse para proteger la base. No había
evidencias de que aquello fuese la sede de AVALANCHA, por lo que podrían seguir
viviendo allí con tranquilidad, sin miedo a ser el blanco de Shinra. Barret, Tifa
y Cloud empezaron a hacer el equipaje con lo más imprescindible para el viaje e
irse lo antes posible. Aerith se vio forzada a seguirlos con lo puesto ya que
no podía volver a su casa y debía huir del lugar; todos estaban convencidos de
que, con los Turcos tras ella, su vida corría peligro. Kanha simplemente se vio
atrapada en una situación que no podía controlar y en la que pensó que era
mejor seguir a las pocas personas que conocía antes que quedarse sola en un
lugar hostil que no reconocía como su hogar. Al menos, por el momento, parecía
la mejor opción. Tampoco es que tuviera mucho donde elegir… Así que antes de
que el sol hiciera acto de presencia ya habían abandonado el lugar.
Caminaron
un buen rato para salir de los Suburbios que eran más grandes de lo que
parecían, bastante más que Midgar, y cuando llegaron a los límites de la ciudad
no hubo lugar a dudas de que la estaban abandonando porque de repente se acabó
el asfalto, las ruinas y los restos de edificios. Ante ellos se extendía el
campo más desértico que la joven extranjera jamás habían visto: todo estaba
verde pero no había ni flores ni árboles ni nada destacable en todo el paisaje,
al menos hasta donde abarcaba la vista. Barret había nacido allí y era la
primera vez que salía de los Suburbios pero los demás sabían a lo que se iban a
enfrentar por lo que iban preparados para varios días de travesía. La única que
permanecía a la expectativa era Kanha.
De entre
los últimos escombros desenterraron una moto y un coche que parecían haber
ocultado allí previamente. Cloud se calzó su capa con capucha para cubrirse la
cabeza y volvió a ponerse las gafas de sol. Sin mediar palabra todos subieron a
los vehículos para emprender su huida. Kanha quería ir con Cloud que ya se
había subido a la moto, pero pensó que sería más coherente que fuese en el
coche con los demás. Sin embargo, cuando se acercó a la puerta Barret la volvió
a fulminar con la mirada y dudó.
— Vamos. No
podemos perder más tiempo. — Dijo Cloud con firmeza ofreciéndole la mano para
que subiera con él. Ella aceptó instantáneamente y se agarró fuerte a su
cintura para evitar caerse.
Enseguida
emprendieron la marcha. La chica cerró los ojos y hundió la cara en la espalda
de su acompañante para aceptar mejor la resistencia del aire a medida que
incrementaba la velocidad. El olor que desprendía Cloud la inundó y sintió
calidez en su corazón, así que respiró hondo para impregnarse de él. Ojalá pudiera parar el tiempo…
Durante el
trayecto reflexionaron sobre la envergadura de lo que estaban a punto de hacer
y de si realmente estaban dispuestos a llegar hasta el final. El objetivo primordial de ese viaje era
escapar de los Turcos para proteger a Cloud y Aerith de su amenaza. Sin
embargo, Tifa y Barret coincidían en que la guerra era inevitable, que Shinra
iría a por ellos sin piedad, así que decidieron comprar armas en el siguiente
punto de venta que encontraran. Pero con eso no sería suficiente; debían
fortalecerse, formar un ejército más poderoso. Ellos solos no podrían con Rufus
y sus seguidores. Era como si una hormiga amenazase a un elefante.
Aerith, por
su parte, entendió que todos querían lo mismo: proteger el planeta. Sin embargo,
no le convencían las formas en que AVALANCHA procedía, por lo que seguía
desconfiando de ellos y hablaba lo justo para ser cordial. Incluso con Kanha se
mostraba un poco distante aunque ella no lo apreciaba demasiado porque estaba
ocupada con las enseñanzas de Cloud, que le dedicaba mucho tiempo al cabo del
día. Y la verdad es que la chica estaba encantada con su tutor. Pasaba la mayor
parte del día con él y su habilidad telepática era cada vez más eficaz, aunque
todavía necesitaban establecer contacto visual para poder comunicarse. Él le
enseñó los sellos mágicos que conocía y ella aprendía asombrosamente rápido.
Cloud no podía creer que sin fragmentos de materia tuviera tal potencial,
aunque teniendo en cuenta que era capaz de usar la magia blanca de la manera en
que la usaba y sin apenas instrucciones le pareció hasta normal que pudiese
usar hechizos ofensivos básicos con cuatro indicaciones que él le dio.
Ya habían
pasado cinco días cuando llegaron a Kalm, la primera aldea que encontraron. Aprovecharon
para comprar un transporte en el que pudiesen viajar todos juntos. Se trataba
de un camión que habían transformado en una especie de minibús y que además les
permitía ocultar en la parte trasera a las dos personas más buscadas: Cloud y
Aerith. También descansaron y compraron víveres para seguir su viaje, así que su
paso por allí fue bastante fugaz. Intentaron ser lo más breves posible porque sospechaban
que los Turcos no les dejaría tranquilos tan fácilmente, que seguramente les
estaban pisando los talones. Así que todos coincidieron en mantenerse en
movimiento constante, al menos hasta que se alejaran más de Midgar.
Tifa y Barret
quisieron aprovechar el parón para intentar reclutar soldados para AVALANCHA,
pero Cloud les recomendó que no hiciesen demasiado ruido ya que sino les sería
imposible dar esquinazo a los Turcos. Sin embargo, les urgía fortalecerse y
volver a Midgar para llevar a cabo su misión, antes de que fuese demasiado
tarde. Por lo que se tuvieron que conformar con comprarse armas nuevas y más
potentes en cuanto tuvieron la ocasión. Cloud también se las apañó para
conseguir algún fragmento más de materia, por un lado para él y por otro para
que Kanha empezara a encastar materia en sus guantes y probara de ejecutar
hechizos más poderosos. Tuvo que vender
su moto para poderlos comprar, pero no fue un gran sacrificio teniendo en
cuenta que no podría conducirla más si se querían ocultar. En un par de días
volvían a estar en ruta.
Cuando
pararon en medio de la nada Cloud animó a Kanha a alejarse del grupo para
probar en combate real los fragmentos que había comprado en Kalm.
— No pienso
enfrentarme a ti. — Dijo ella una vez estuvieron solos.
— No nos
vamos a pelear entre nosotros. Tendremos un combate real con monstruos, así
podrás practicar la magia.
—
¿Monstruos? Me tomas el pelo, ¿verdad? — Cloud puso una cara rara, como si no
entendiese lo que decía.
— Sí,
monstruos. Los hay por todas partes y acechan a los viajeros y a los aldeanos
que se aventuran a salir de los núcleos de población. No entiendo por qué pones
esa cara. ¿Es que no hay monstruos de dónde tú vienes? — Ella se quedó pensando
sorprendida de tal revelación.
— No me
suena que los haya…
— Bien,
pues aquí sí, por doquier. Las ciudades están protegidas por una barrera que
mantiene a los monstruos fuera y así los civiles están protegidos. Durante la
instrucción de Soldado te enfrentas a especímenes domados que están en las
instalaciones de Shinra, en Midgar, pero cuando llevamos una temporada
entrenando bajo la protección de los instructores nos envían al exterior a
combatir con monstruos salvajes, por lo que la lucha es real y a muerte. —
Kanha se estremeció al oír estas últimas palabras. — Pero no te preocupes, esto
no es la instrucción de Soldado y yo te protegeré. — Cloud hizo el sello de
invocación para blandir su espadón. —Vamos.
Kanha
llevaba los guantes puestos casi todo el rato. Se sentía más segura con ellos.
Siguió a su instructor sin decir ni media palabra y al cabo de unos minutos de
caminar se encontraron con una manada compuesta por tres lobos, o al menos eso
le parecieron a ella. Las bestias se giraron a la vez hacia ellos cuando oyeron
sus pisadas. La chica se sintió intimidada y notó cómo le empezaban a temblar
las piernas.
— Yo te
cubro. Concéntrate y haz un hechizo ofensivo. — El miedo se dibujaba en su
rostro. — No te preocupes, estos son flojos. Podría destruirlos de un solo
golpe a todos a la vez. Recuerda que esto es un ejercicio para tu
entrenamiento.
La chica
intentó no mirarle a los ojos. Lo hacía cada vez que se quedaban solos porque
algo sucedía cada vez que conectaban las miradas y aquel no era el mejor
momento para perder el mundo de vista. Se miró los guantes y se centró en el trozo
de materia ámbar que Cloud le había comprado y que hacía un rato que había
encastado en una de las ranuras. Se centró en sus indicaciones y empezó a
acumular la energía mágica en sus manos. Ya había invocado fuego antes pero
esta era la primera vez que lo hacía con los guantes puestos y con el trozo de
materia en ellos. La energía mágica se empezó a acumular entre sus palmas
extendidas formando una bola de fuego, sólo que esta vez era mucho más grande y
le costó mucho menos conseguir formarla. Él tenía razón: no le quemaba por muy
poderosa que fuese. Viendo los resultados se sintió confiada de sus
posibilidades así que levantó la mirada y se sobresaltó al ver que Cloud se
interponía entre ella y uno de los lobos que había saltado para atacarla. Casi
pierde la concentración y deshace el hechizo cuando el joven gritó:
— ¡Lánzala!
Entonces Kanha
volvió a mirar la acumulación de energía entre sus manos y como si lo hubiera
hecho toda la vida lanzó la bola de fuego hacia el primer lobo, que había
vuelto con sus compañeros de manada después de su ataque fallido. El monstruo
quedó envuelto en llamas y emitió un grito ensordecedor. Pronto dejó de
moverse. La chica miraba los resultados de su magia negra cuando Cloud bloqueó
el ataque de otra de las bestias y le hizo recordar que seguían en medio de una
batalla.
— ¡Otra
vez! — Ordenó el instructor reteniendo al animal.
Sin pararse
a pensar Kanha volvió a concentrarse, pero esta vez quiso acumular más energía.
Quería poner a prueba su capacidad mágica. La bola de fuego crecía y crecía y
Cloud se quedó boquiabierto al ver aquella evolución repentina, aunque intentó
que no se le notara. Cuando creyó que ya era suficiente, decidió que podía
acertar a los dos monstruos restantes sin necesidad de un tercer ataque paró de
concentrar energía y con eso en mente la lanzó. La gran bola de fuego se
dividió en dos a medio camino: una parte atacó al animal que estaba más cerca
del chico y la otra al que se había quedado en la retaguardia, dando en el
blanco en ambos casos. Los monstruos murieron instantes después.
Kanha notó
como le subía la adrenalina y empezó a jadear costosamente para gestionar el
subidón. Por un lado se sentía mal porque había matado a tres criaturas
inocentes, pero por la otra se sentía muy orgullosa de haber sido capaz de
dominar la magia. De repente el cansancio la invadió y se tambaleó un poco,
recuperando enseguida el equilibrio. Acto seguido, buscó la mirada de Cloud
para encontrar en ella su aprobación. En lo que concierne al muchacho también
se sentía contrariado porque estaba orgulloso de su pupila pero también
abrumado por el potencial que mostraba; sólo llevaban unos pocos días de
instrucción, pero sabía que se había quedado sin nada más que enseñarle. En
cierta manera ese hecho le hirió el orgullo, porque él era un soldado de Shinra
que había sido expuesto al torrente de energía vital y que había entrenado duro
para llegar al nivel que ella ya superaba, mientras que ella no era más que una
simple muchacha que ni siquiera tenía la marca. Además, no necesitó ni una
semana para dejarlo atrás.
— ¿Y bien? —
Inquirió ella reduciendo las distancias.
Cloud
apartó la mirada y se acercó a los restos de los lobos. Mientras simulaba
seguir con la instrucción para esconder su creciente frustración.
— Los
monstruos son muy útiles. Por una parte nos ayudan a fortalecernos y por otra
nos proporcionan alimento, objetos e incluso dinero. — Se agachó junto al que
había bloqueado instantes antes. — Aunque en este caso no creo que podamos
aprovechar mucho… Está carbonizado, por lo que imagino que el otro también.
— ¿Y el
primero que he derribado?
— Ese será
nuestra comida de hoy. — Entre los dos cogieron el cuerpo sin vida y lo
llevaron hasta el campamento. — ¿Qué ha sido ese segundo ataque?
— Pues no
sé… Estaba asustada y quería acabar cuanto antes. Creí que si acumulaba más
energía sería capaz de atacarlos a los dos a la vez.
— Pero yo
no te he enseñado eso…
— Ya… Pero
sabía que podía hacerlo y lo he hecho. — Cloud no entendía nada y prefirió
dejar de preguntar. No quería parecer un ignorante cuando se suponía que era su
instructor.
En el
campamento cada uno tenía su labor: Barret se ocupaba del mantenimiento del
transporte y de defender el campamento, Tifa lo montaba y lo desmontaba y
también se encargaba de cocinar, Aerith la ayudaba y también recolectaba
plantas para hacer remedios y pociones y Cloud y Kanha se ocupaban de ir a
cazar y de proteger el perímetro. Cuando aparecieron con el monstruo Tifa fue a
recibirlos.
— ¡Genial!
Este ya viene medio hecho. ¡Excelente Cloud!
— Gracias,
pero el mérito no es mío. — Dijo con desgana. La morena miró a Kanha
sorprendida.
— ¡Vaya!
Aprendes rápido. Eso debe ser que Cloud es un gran instructor.
Tifa le
conocía mucho y se percató rápidamente del malestar de su amigo. Ese comentario
fue un vago intento de subirle la moral. De hecho, aquellas palabras hirieron
más el orgullo del ex-soldado que nada más comer se alejó del grupo para
practicar solo. Pero pronto se dio cuenta de que la magia no era lo suyo y
decidió centrarse en mejorar su forma física. Y así lo hizo en las siguientes
paradas. Kanha notaba que algo no estaba bien, pero no le daba demasiada importancia
ya que no le gustaba la lucha y parecía que su instructor creía que era lo más
importante del entrenamiento. Además, si él se alejaba ella podía estar más
tiempo con Aerith, quien también le enseñaba remedios naturales. También tuvo
la oportunidad de conocer mejor a Tifa y descubrió que era una persona muy
agradable, alguien que la hacía reír mucho y que además le explicaba muchas
cosas sobre Midgar y los Suburbios que ella encontraba fascinantes y muy
familiares al mismo tiempo. Dejando a Cloud sólo mataba dos pájaros de un tiro:
rehuía de la vertiente más bélica de su nueva realidad y además indagaba en su
memoria con la información que le facilitaba Tifa, o al menos eso creía ella.
— Estás
equivocado. — Dijo Aerith sin ganas, harta de verle hacer flexiones en el suelo.
Cloud no esperaba tener público y se sobresaltó un poco. Como solía hacer
últimamente se había alejado del campamento para entrenar por su cuenta y no se
había dado cuenta de que le observaban. — La magia no se basa en la fuerza
física. Al contrario. Son aspectos totalmente independientes del mismo
individuo. Que seas más fuerte o menos no influye en que tu magia sea más
poderosa o no. — El chico paró de hacer ejercicio y lentamente se giró hacia
ella con un fastidio evidente.
— ¿Y tú qué
sabrás? — Cloud no era especialmente amable con ella. En realidad, no era
especialmente amable con nadie, pero parecía sentir cierta aversión contra ella
en concreto. Con la única persona que era más humano era con Kanha.
— Lo que sé
o no sé no es de tu incumbencia. Sólo te digo que te estás equivocando y creo
que harías bien en escuchar a los demás de vez en cuando. Dices que Rufus tiene
un gran ego pero el tuyo no se queda atrás… — Aerith tampoco era demasiado
amable con él. Desde que se había visto obligada a dejar atrás los Suburbios
parecía estar enfadada con el mundo y lo pagaba con ellos. De nuevo, Kanha era
la única que se salvaba de su furia.
— Está
claro que si dices eso es porque no le conoces. — Aerith se quedó en silencio
durante unos instantes.
— Si lo quieres,
ese era mi consejo. Tú decides si escucharlo o no.
— ¿Y entonces
cómo se supone que debo hacerlo para aumentar mi poder mágico?
— Debes
encontrar tu conexión con el torrente principal. Recuerda que de ahí proviene
toda la magia de este planeta. Se trata de hacer ejercicios mentales, no
físicos. Por eso no avanzas. — Cloud podría no ser excesivamente hábil con la
magia, pero tampoco era tonto.
— ¿Cómo
sabes eso? — Preguntó con la intención de corroborar una teoría que se le
acababa de ocurrir. Aerith simplemente sonrió y se dio la vuelta para volver
con el resto del grupo. El chico se quedó pensando en lo que le había dicho y
poco a poco empezó a entender el interés que sentía Rufus por ella.
Cloud preparado para entrar en combate |
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