Tal
y como habían acordado, todos subieron a la camioneta y antes de estar
acomodados en el vehículo éste se puso en marcha y huyó a toda prisa del lugar.
Como habían hecho hasta el momento, Tifa y Barret iban en la cabina del
conductor, aunque en esta ocasión Cloud se unió a ellos. Por otro lado y
siguiendo las indicaciones que les habían dado, Aerith y Kanha se ocultaron en
la parte trasera.
No tardarán en darse cuenta de que estamos
huyendo. Dijo el joven en la cabeza de una aturdida Kanha que no acababa de
asumir que en cualquier momento iban a entrar en un combate real y
potencialmente peligroso. No te expongas,
por favor. La chica sintió un escalofrío de terror. Temía por su vida,
evidentemente, pero al mismo tiempo era consciente de que la vida de todos corría
peligro, que cada uno de ellos se iba a exponer a morir en combate contra los
Turcos que, según Cloud, no eran más que sicarios bien entrenados por lo que no
dudarían en acabar con ellos. Al entender la magnitud de la situación sus ojos
se inundaron de lágrimas. Ella tampoco quería que él estuviera en primera línea
de fuego, también quería protegerlo.
Tal vez deba intervenir. Tal vez llegue ese
momento en el que deba rescatarte yo… Murmuró entre sollozos.
Tal vez… Pero sobretodo no te expongas
inútilmente. Tu preparación física es muy limitada. Serías un blanco demasiado
fácil para ellos y te aseguro que no dudarán en ejecutarte si te ven como un
estorbo.
En
aquel momento de tanta tensión Kanha se dio cuenta de que Aerith la observaba
con gran intensidad, en silencio.
— ¿Qué
pasa? — Quiso saber la joven aturdida ante tantos estímulos, mientras se
enjugaba las lágrimas.
—Sabes que
muy posiblemente tengamos que luchar junto a ellos, ¿verdad? — La muchacha
asintió con gran pesar. — ¿Sabes también que las palabras de Barret no son
ciertas? La magia blanca es mucho más poderosa que la negra y tanto tú como yo
seremos clave en esta batalla.
— No te
entiendo…
Y cuando
las explicaciones iban a seguir su curso el camión paró en seco haciendo que
las dos chicas salieran despedidas hacia una de las paredes del habitáculo.
Cuando se recuperaron del susto y del golpe se quedaron muy quietas, a la expectativa
y afinando el oído al máximo para averiguar lo que pasaba en el exterior.
Oyeron cómo se abrían las puertas de la cabina de conducción. También oyeron a
Tseng hablar de nuevo, pero no entendieron lo que decía. De fondo se oía el
sonido del helicóptero, que parecía mantener la distancia con ellos sin
alejarse demasiado. Después habló Barret y poco después Tifa gritó unas
palabras de disconformidad.
¡Cloud! ¿Qué está pasando?
¡Manteneros ocultas!
— Ven por
aquí. — Dijo Aerith que se acercaba a la puerta trasera. — Tranquila, no nos
verán. Están justo en el lado opuesto. El propio camión nos ocultará.
Las dos
muchachas salieron del vehículo y se escondieron tras unas rocas amontonadas
que les permitían tener un pequeño agujerito desde el cual mirar desde una
distancia prudencial dónde estaban sus compañeros. Tseng hablaba con su voz
profunda directamente con Cloud, pero no llegaban a entender lo que decía.
Barret y Tifa estaban tensos, en guardia y con sus armas preparadas para
luchar. Tenían sus fragmentos de materia encastados y listos para entrar en
batalla. Cloud parecía más relajado, aunque sostenía con firmeza su espadón;
era pura fachada. Tseng parecía muy seguro de sí mismo y también se mostraba
tranquilo mientras que sus dos subordinados estaban listos para reaccionar al
más mínimo movimiento. Entonces Aerith sacó su cetro y empezó a invocar un
hechizo de barrera para proteger al grupo entero de ataques mágicos y en unos
instantes lo tuvo listo y lo lanzó. Kanha también había aprendido a hacer eso,
pero su dominio aún era limitado y sólo podía aplicarlo a una persona cada vez.
— Nuestra
tarea será actuar desde la distancia para protegerlos y sanarlos. Los Turcos no
saben dónde estamos y no podrán dejar la batalla para buscarnos, así que su
seguridad y bienestar corre a nuestro cargo, ¿entendido? — Kanha asintió y
Aerith, satisfecha, lanzó el hechizo de protección sobre el grupo. — Tú te
encargarás de ayudarlos de manera individual mientras que yo haré magia que
afecte a todo el grupo. De momento, dales prisa a todos, pero empieza por Cloud
para que nos aseguremos la primera baza; yo mientras invocaré un muro para
protegerlos de los ataques físicos.
Cuando se
pusieron manos a la obra Kanha se dio cuenta de que el combate ya había
empezado: Tseng luchaba contra Cloud, Tifa contra la novata y Barret contra
Rude. Acto seguido, Aerith lanzó su segundo hechizo e hizo que su compañera
volviera del shock en el que había entrado al ver una batalla real. Sin darle
más vueltas, se miró las manos que ya llevaban los guantes puestos, y empezó a
concentrar la energía. Pronto tuvo la magia preparada para lanzarla, pero
cuando se centró en el campo de batalla tuvo miedo de fallar y darle al enemigo
por error.
No dudes. Dijo Aerith en su cabeza. No se trata de puntería, sino de intención.
Concéntrate en la persona a la que quieres favorecer. Por eso te he dicho que
empieces por él, porque te será más fácil focalizar. Él es un blanco fácil para
ti.
Kanha
alucinó de que Aerith utilizara la telepatía con ella y más en un momento así,
pero no era momento para preguntas sino para la acción así que se concentró en
él y simplemente le envió su energía acumulada. Pronto vio que lo había hecho
bien porque Cloud aumentó su velocidad considerablemente.
Ahora debes alternar prisa con cura para
mantenerlos activos. Yo te ayudaré.
No cruzaron
más palabras. Los Turkos también invocaban magia y Reno empezó a moverse con el
helicóptero por las alturas. Seguramente estaba buscando a Aerith, pero si la
encontraba a ella estarían acabados. Así que Kanha, conciente de ello, se alejó
un poco para poder recoger unas cuantas ramas y cubrirse con ellas, construir
una especie de búnker para protegerlas de la vista de pájaro que pudiese tener
Reno. Cuando creyó que ya era suficiente se volvió a centrar en la batalla y
vio que Barret estaba bastante mal herido, yacía en el suelo sangrando
abundantemente y Rude se acercaba para darle el golpe de gracia. Sin dudarlo,
concentró su energía para sanarlo y en unos instantes pudo hacerlo, justo antes
del momento fatal y, como si resucitara, levantó su brazo metálico para detener
ese golpe y ponerse en pie con energías renovadas
— ¡Los
están ayudando! — Gritó un Tseng colérico que estaba empezando a someter a
Cloud. Entonces, creyendo que no tenía nada que temer, se despistó unos
instantes para dar órdenes. — ¡Reno, encuentra a Aerith! ¡Elena, deja de jugar!
¡Y Rude, no me puedo creer que no hayas acabado ya!
Seguramente
el líder de los Turcos daba por hecho que Cloud estaba ya derrotado, pero esos
instantes que estuvo su rival despistado los aprovechó para hacer una
invocación. El tiempo de concentración era mayor, por lo que aquella concesión
de Tseng junto al hechizo prisa que aún tenía efecto sobre él le permitieron
invocar a Ifrit: el espíritu del fuego. Un enorme humanoide con rasgos de toro
y envuelto en llamas emergió de la tierra que se tornó incandescente en
cuestión de dos parpadeos. Cloud gritó una orden directa e Ifrit se lanzó al
ataque contra todo el grupo. La ofensiva les pilló por sorpresa y a penas
tuvieron tiempo para protegerse: Elena quedó bastante tocada, Reno se protegió
a tiempo aunque se chamuscó y Tseng se había autoaplicado un hechizo de coraza,
que era la magia que aglutinaría el muro y la barrera, por lo que no sufrió
demasiados daños. Tifa y Barret no quisieron dar tregua a sus contrincantes y
continuaron atacando. Aquello tenía bastante buena pinta, hasta que Kanha se
dio cuenta de que Cloud estaba al límite.
Invocar a Ifrit le está agotando su energía
vital. Es posible que se desmaye y si eso sucede la invocación desaparecerá. Aclaró
Aerith en su cabeza.
Como si
hubiese desaparecido por completo y apareciese de pronto de la nada, el ruido
del helicóptero estuvo de pronto sobre ellas y a muy poca distancia. Kanha no soportaba
ver a Cloud a punto de perder el conocimiento y en un gesto desesperado
concentró magia curativa a toda prisa para intentar sanarle, aunque fuese sólo
físicamente. Quería ignorar el helicóptero para centrarse en lo que era
importante para ella, pero la fuerza de las hélices hizo que las ramas que las
cubrían saliesen volando y su escondite quedó al descubierto. Aún así pudo
lanzar el hechizo antes de que fuese demasiado tarde para ambos.
— ¡He
encontrado a Aerith, jefe! — Dijo Reno por un altavoz. — Y además tenemos una
nueva sorpresa en forma de magia blanca… — Era evidente que al pelirrojo no se
le había escapado ese detalle.
Aerith se
puso en pie y la miró intensamente. Yo me
enfrentaré a él. Concéntrate en la batalla y ayúdales tanto como puedas. Ella
simplemente asintió y se volvió a centrar en la zona de combate convencida de
que su amiga le cubriría las espaldas. Confiaba ciegamente en ella. Y para su
horror vio que Ifrit se desvanecía y que Cloud caía. Entonces Tseng se abalanzó
sobre Tifa y en un par de movimientos rápidos ya la había noqueado y más tarde
fue el turno de Barret que se resistió un poco más pero que acabó por sucumbir
a un Turco implacable. ¡Sólo quedaban ellas! Y cuando Kanha se giró para
informar a su amiga un ruido totalmente ensordecedor, que obligó a todos los
presentes a cubrirse los oídos, inundó el valle. Los mecanismos del helicóptero
empezaron a fallar y el vehículo empezó a tambalearse violentamente. Entonces
Reno cogió altura e informó a su superior.
— ¡Tseng!
¡Un objeto volador no identificado se acerca a gran velocidad y es enorme!
— ¿Qué
quieres decir con “enorme”?
— Pronto lo
sabrás… — Al poco de acabar de pronunciar las últimas sílabas una sombra inundó
el páramo prácticamente en su totalidad. — El sistema eléctrico principal del
helicóptero se está colapsando. ¡Si no me alejo de esa cosa pronto perderé el
control y me estrellaré! — Tseng arrugó el gesto y dio un golpe de rabia en el
suelo con el pie dejando su huella marcada.
—
¡Retirada! — Gritó demasiado alto a causa de su alterado estado de ánimo.
Levantó el brazo haciendo el gesto por si no había quedado claro. Una magullada
Elena y un Rude agotado le siguieron a la carrera como pudieron.
— Nos
volveremos a ver, monadas…— Dijo Reno antes de alejarse para recoger a sus
compañeros y huir.
Kanha y
Aerith corrieron a toda prisa ladera abajo para reunirse con los suyos. Cloud
estaba bien, sólo cansado e inconsciente. Tifa y Barret eran los que
necesitaban los primeros auxilios, así que Kanha se fue con ella y Aerith con
él. Cuando estuvieron más o menos recuperados alzaron la vista al cielo para
ver lo que era aquello que les privaba de la luz solar directa. Al principio no
lo vieron demasiado claro, pero poco a poco distinguieron a una enorme criatura
que parecía metálica. A Kanha le pareció un robot de estos que construían los
japoneses para luchar contra Godzilla, pero aquél podía volar y de alguna
manera su simple presencia les alteraba.
— Eso es
mala señal. — Dijo finalmente Aerith.
— Por
supuesto, si los Turcos se han tenido que ir cuando tenían la batalla ganada
por culpa de eso, desde luego que tiene que ser una mala señal. — Puntualizó
Tifa irónicamente para ocultar su miedo.
— No sabéis
lo que es, ¿verdad? — Todos negaron con la cabeza. — Es un Arma de Gaia. —
Nadie reaccionó a esas palabras y la joven entendió que seguían sin saber lo
que era. — Las Armas de Gaia son cuatro en total. Son entes que provienen
directamente del torrente principal de energía vital. Son muy poderosas,
prácticamente indestructibles, pero no salen nunca a la superficie porque como
su propio nombre indica son Armas que el planeta utiliza cuando se ve
amenazado.
— ¿Qué
quieres decir? — Quiso saber Kanha.
— Quiero
decir que si las Armas han salido es porque la vida del planeta realmente está
bajo una serie amenaza.
— ¡Yo pensé
que era una invocación tuya! — Volvió a intervenir.
— No. La
verdad es que su aparición ha sido muy oportuna, pero ha sido pura casualidad.
No tengo tal poder. Nadie puede invocar a las Armas más que el propio Gaia.
— ¿Viene a
matarnos? — Quiso saber Barret.
— No,
siempre y cuando no nos considere una amenaza para la vida del planeta. —
Aerith dejó de mirar al cielo y se centró en sus compañeros. — La cuenta atrás
a comenzado. Tengo entendido que Gaia no despierta a las cuatro Armas a la vez,
pero sí que cuando empieza a despertarlas hay muchas posibilidades de que éstas
destruyan toda la vida del planeta para recuperar la intensidad absoluta del
torrente de energía vital y empezar el ciclo de la vida con nuevos seres.
— ¿Quieres
decir que arrasarán a la humanidad para empezar de cero? — Dijo Tifa
horrorizada.
—
Exactamente. Pero ya digo que aún no es demasiado tarde. Sólo hay una Arma
invocada, quedan tres más para que no haya vuelta atrás, lo que quiere decir
que ya no podemos perder más tiempo.
— Pues
sugiero que continuemos nuestro viaje y que nos des los detalles cuando estemos
de camino. — Dijo Barret categóricamente. — Seguiremos el itinerario que
teníamos establecido.
Enseguida y
sin esperar réplicas cogió a Cloud, que aún yacía inconsciente en el suelo, y
lo cargó sobre sus hombros como si fuese un saco de patatas para meterlo
después en la parte trasera del camión. Tifa se apresuró a dar las gracias por
la ayuda en combate y en cuestión de unos pocos minutos volvían a estar en
marcha. En esta ocasión Aerith era quién acompañaba a los líderes de AVALANCHA
en la cabina del vehículo, mientras que Kanha prefirió quedarse con Cloud en la
parte trasera. Sabía que se iba a perder muchas explicaciones de lo más
interesantes, pero prefería quedarse con él al menos hasta que despertase. Como
mínimo le debía eso. Así que lo acomodó en el camastro que tenían para
descansar y lo sujetó con unas cintas para evitar que una conducción temeraria
proyectara su cuerpo y se lastimase. Ella simplemente se sentó a su lado, en el
suelo, y le observó. Parecía otra persona. La inexpresividad de su rostro
mostraba paz, un gesto que no había visto en él más que a través de sus
visiones, cuando era más joven. Tenía el cuerpo cubierto de sudor y el pelo se
le pegaba a la cara. Apartó suavemente lo que creyó que le sería molesto y
después le acarició la mejilla dejándose llevar por esa atracción que sentía
por él. Entonces el chico sonrió (algo poco común en él) y abrió los ojos
lentamente mirándola con ese destello de luz azul tan característico.
— ¡Estás
bien! — Exclamó ella. El chico se incorporó para sentarse mientras, con cierta
pesadumbre, se quitaba las cintas que le sujetaban. Kanha se sintió tan feliz
que se puso a llorar y se tiró sobre él para abrazarle. Él no le correspondió
con la misma intensidad, pero también se mostró feliz y ella notó como el ritmo
cardíaco se le aceleraba bajo esa coraza de Soldado. Me encanta eses sonido pensó.
— ¿Hemos
ganado la batalla? — Preguntó casi como si fuese una exclamación. Entonces ella
se separó un poco y se sentaron uno frente al otro.
— No sabría
responder a eso…
— ¿Qué ha
pasado?
— Es que ha
sido todo muy rápido…
— ¿Qué ha
pasado, Kanha? — Insistió poniendo una mano sobre una de sus rodillas para
calmar su nerviosismo.
— Los
Turcos estaban a punto de ganar, pero se han retirado.
— No lo
entiendo… No tiene sentido…
— Ha
aparecido una especie de robot gigante volador que les ha asustado y se han
ido.
— ¿Robot
gigante volador?
— Sí,
Aerith dice que es una de las Armas de Gaia. — Al oír esas palabras se puso
pálido al instante. — ¿Ya habías oído hablar de ellas? — El chico simplemente
asintió levemente. Había terror en su rostro y sus ojos estaban abiertos como
platos, hecho que hizo que Kanha desviara su atención y su mundo se vio de
pronto abducido por un remolino de destellos de luz azul.
Zack,
vestido de negro, junto a un destacamento de no más de quince soldados llegaron
a una pequeña aldea cuando el sol ya se ponía por el horizonte. Pronto supo
dónde estaban por la construcción que había en el centro de la plaza principal,
ya que la había visto en visiones anteriores. Se trataba de Nibelheim, el
pueblo natal de Cloud y Tifa. Sabía que su amigo estaba allí porque podía
sentir su presencia, pero no sabía cuál de ellos era ya que todos llevaban el
casco integral que impedía que les identificasen. Eran normas de la
organización. Querían dar la imagen de uniformidad y de unión. Cuando alguien
llegaba a Soldado dejaba de ser alguien para ser Soldado. Enseguida se
encontraron con Sephiroth que les estaba esperando y Zack se puso a hablar con
él dentro de una casa enorme. Entonces vio a una joven Tifa ataviada con ropa
más rural y portando un gran sombrero que la protegía del sol. Intentando
parecer casual se fue acercando poco a poco al destacamento de soldados para
danzar entre sus filas y provocar algo que no llegó a producirse. Evidentemente
estaba buscando a su amigo, pero aquello era muy importante para él como para
romper filas y descubrirse ante ella en un arrebato. Notó en uno de ellos (no
sabía en cuál) la esperanza de encontrar el momento adecuado para hacerlo más
adelante. Cuando la puerta se abrió para que los dos líderes volvieran a la
plaza Tifa se acercó a ellos. Un hombre realmente corpulento estaba junto a
ellos y la joven se le agarró del brazo muy cariñosamente.
— Cariño,
voy a acompañar a estos señores al reactor. Quédate y cuida de tu madre. El
destacamento que ha llegado hoy se queda para proteger la aldea. — Tifa miró a
los dos líderes con desconfianza y mientras Sephiroth hacía crecer su presencia
con aquella mirada gélida, Zack simplemente sonrió intentando superar esa
situación tan incómoda. Entonces ella liberó el brazo de su padre y le dio un
beso de despedida. Poco después se sentó en un banco de la plaza con los brazos
cruzados y con una evidente expresión de desacuerdo.
— Tengo
entendido que Sephiroth no se ha preocupado mucho de la seguridad de la aldea,
¿verdad? — Dijo el joven sentándose a su lado. Ella dio un pequeño saltito para
alejarse de él y llegar al límite del asiento. — No te preocupes. Él es así,
tiene un carácter difícil, pero es una persona de gran corazón. Ya lo verás…
Piensa que cuando supo que había problemas en esta zona fue el primero en
ofrecerse voluntario para la misión. Alegó que ya había estado aquí y que
conocía el terreno, pero sus amigos dicen que esa insistencia sólo podía estar
justificada por un interés personal, así que entiendo que siente cierta
vinculación con este sitio.
— Pues lo
disimula muy bien…— Contestó finalmente la joven. — Tampoco me puedo creer que
tenga amigos.
— Pues la
verdad es que no tiene muchos. — Dijo entre risas nerviosas y tocándose el
cogote con una de sus manos. — Pero antes hacía equipo con dos más y uno de
ellos era mi mentor. Él fue quien me dejó mi arma. — Entonces se volvió a
llevar la mano a la espalda y desenfundó un enorme espadón que Kanha reconoció
al instante y que Zack admiraba como si fuese la primera vez que lo viera. —
Tal vez en el futuro yo también se lo pueda dejar a alguien, pero espero que en
mejores condiciones que las que Angel me la pasó a mí.
Kanha notó
una presión en los hombros y una sacudida hizo que su mente volviera atrás en
el túnel para volver a la realidad. Cloud estaba frente a ella, con semblante
preocupado. Seguramente la había abofeteado porque notó calor en las mejillas y
parecía asustado.
— ¿Qué ha
pasado? — Ella dudó un momento. Sabía que hablar de Zack era triste para él y además
le había pedido que no volviera a hacerlo, por lo que prefirió guardar
silencio. — ¿Otra visión? — Asintió. — ¿Crees que sería mejor evitarlo?
— No lo sé.
Aerith ya me ha dicho en varias ocasiones que esto que hacemos no es bueno,
pero no lo puedo controlar, no es algo que decida hacer o no, simplemente
sucede.
— Pues
teniendo en cuenta que ella es la que más sabe de la energía vital de todos
nosotros, si te ha aconsejado que no lo hagamos más será mejor evitarlo. ¿Te
parece bien? — Volvió a asentir mirando al suelo.
Entonces llegó
un momento de silencio y Kanha empezó a sentir flojera y unas ganas tremendas
de llorar, algo que no pudo controlar por mucho que lo intentó. Lo cierto era
que cada vez se sentía peor. Empezó haciendo pucheros, después intentó evitar inútilmente
que se le desbordaran las lágrimas y al poco su llanto era totalmente
descontrolado. Por primera vez, Cloud reaccionó como una persona normal y la
abrazó para intentar consolarla. Tal vez otro pensaría que su pena se debía a
lo que el chico le acababa de decir, pero él no era tan vanidoso y además
entendía esa reacción porque él mismo la había sufrido: acababan de salir
airosos de una batalla ni más ni menos que contra los Turcos. En este caso no
había habido bajas, pero teniendo en cuenta que ella se había visto inmersa en
esta lucha prácticamente sin poderlo decidir y que este había sido su primer
encontronazo serio, en el que se jugaban la vida de verdad, entendió que la
situación la había sobrepasado y que esa era su reacción natural.
—
Tranquila… — Dijo suavemente apoyando su mejilla contra la cabeza temblorosa de
su pupila y apretándola contra él en un abrazo más intenso. — Lo has hecho muy
bien. — Continuó en el mismo tono conciliador. — De hecho, me has rescatado,
tal y como dijiste que harías. — Entonces la separó un poco e intentó
levantarle la cara para poderla mirar. Estaba totalmente deshecha en lágrimas y
a Cloud le partió el corazón verla así. — ¡Mírame: estoy bien! — Quiso
animarla. — Y todo es gracias a ti y a
tu magia blanca. — Ella, sin parar de sollozar, dibujó una leve sonrisa. — No
te lo digo por decir, de verdad. No tengo ni un rasguño gracias a ti. Y tengo
que decirte que cada vez que me mandabas un hechizo notaba mi corazón más
cálido, notaba cierta paz interior. — A la chica se le escapó una risita tonta
de incredulidad mientras intentaba enjugarse las lágrimas. — En serio. Por eso
sé que la barrera la puso Aerith y tú me lanzaste prisa. — Kanha se quedó
parada al oír eso porque era totalmente cierto, pero nadie le había comentado
que el usuario que recibía el hechizo lo notara de una manera o de otra
dependiendo de la persona que se lo mandara. — Ya te dije que la conexión que
existe entre nosotros es especial y que la quiero proteger a toda costa. — La
chica ya no lloraba y Cloud parecía mucho más satisfecho. Él mismo le barrió
las mejillas con los pulgares para eliminar los restos de su llanto mientras
continuaba con las manos enmarcándole el rostro. — Eres muy importante para mí.
Mucho más de lo que crees. — Dijo muy bajito y cada vez más cerca de ella. De
repente, Kanha pasó a un estado de shock total cuando inexplicablemente la
distancia se redujo a cero y aquel acercamiento casual se convirtió en un tierno
beso. Los corazones de ambos saltaban con alegría y el pesar que tenía Kanha de
sentir que estaba donde no le tocaba se desvaneció por completo en un parpadeo.
Estoy en casa.
Los Turcos |
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