lunes, 7 de noviembre de 2016

Capítulo 15. Weapons of Gaia

Tal y como habían acordado, todos subieron a la camioneta y antes de estar acomodados en el vehículo éste se puso en marcha y huyó a toda prisa del lugar. Como habían hecho hasta el momento, Tifa y Barret iban en la cabina del conductor, aunque en esta ocasión Cloud se unió a ellos. Por otro lado y siguiendo las indicaciones que les habían dado, Aerith y Kanha se ocultaron en la parte trasera.

No tardarán en darse cuenta de que estamos huyendo. Dijo el joven en la cabeza de una aturdida Kanha que no acababa de asumir que en cualquier momento iban a entrar en un combate real y potencialmente peligroso. No te expongas, por favor. La chica sintió un escalofrío de terror. Temía por su vida, evidentemente, pero al mismo tiempo era consciente de que la vida de todos corría peligro, que cada uno de ellos se iba a exponer a morir en combate contra los Turcos que, según Cloud, no eran más que sicarios bien entrenados por lo que no dudarían en acabar con ellos. Al entender la magnitud de la situación sus ojos se inundaron de lágrimas. Ella tampoco quería que él estuviera en primera línea de fuego, también quería protegerlo.

Tal vez deba intervenir. Tal vez llegue ese momento en el que deba rescatarte yo… Murmuró entre sollozos.

Tal vez… Pero sobretodo no te expongas inútilmente. Tu preparación física es muy limitada. Serías un blanco demasiado fácil para ellos y te aseguro que no dudarán en ejecutarte si te ven como un estorbo.

En aquel momento de tanta tensión Kanha se dio cuenta de que Aerith la observaba con gran intensidad, en silencio.

— ¿Qué pasa? — Quiso saber la joven aturdida ante tantos estímulos, mientras se enjugaba las lágrimas.

—Sabes que muy posiblemente tengamos que luchar junto a ellos, ¿verdad? — La muchacha asintió con gran pesar. — ¿Sabes también que las palabras de Barret no son ciertas? La magia blanca es mucho más poderosa que la negra y tanto tú como yo seremos clave en esta batalla.

— No te entiendo…

Y cuando las explicaciones iban a seguir su curso el camión paró en seco haciendo que las dos chicas salieran despedidas hacia una de las paredes del habitáculo. Cuando se recuperaron del susto y del golpe se quedaron muy quietas, a la expectativa y afinando el oído al máximo para averiguar lo que pasaba en el exterior. Oyeron cómo se abrían las puertas de la cabina de conducción. También oyeron a Tseng hablar de nuevo, pero no entendieron lo que decía. De fondo se oía el sonido del helicóptero, que parecía mantener la distancia con ellos sin alejarse demasiado. Después habló Barret y poco después Tifa gritó unas palabras de disconformidad.

¡Cloud! ¿Qué está pasando?

¡Manteneros ocultas!

— Ven por aquí. — Dijo Aerith que se acercaba a la puerta trasera. — Tranquila, no nos verán. Están justo en el lado opuesto. El propio camión nos ocultará.

Las dos muchachas salieron del vehículo y se escondieron tras unas rocas amontonadas que les permitían tener un pequeño agujerito desde el cual mirar desde una distancia prudencial dónde estaban sus compañeros. Tseng hablaba con su voz profunda directamente con Cloud, pero no llegaban a entender lo que decía. Barret y Tifa estaban tensos, en guardia y con sus armas preparadas para luchar. Tenían sus fragmentos de materia encastados y listos para entrar en batalla. Cloud parecía más relajado, aunque sostenía con firmeza su espadón; era pura fachada. Tseng parecía muy seguro de sí mismo y también se mostraba tranquilo mientras que sus dos subordinados estaban listos para reaccionar al más mínimo movimiento. Entonces Aerith sacó su cetro y empezó a invocar un hechizo de barrera para proteger al grupo entero de ataques mágicos y en unos instantes lo tuvo listo y lo lanzó. Kanha también había aprendido a hacer eso, pero su dominio aún era limitado y sólo podía aplicarlo a una persona cada vez.

— Nuestra tarea será actuar desde la distancia para protegerlos y sanarlos. Los Turcos no saben dónde estamos y no podrán dejar la batalla para buscarnos, así que su seguridad y bienestar corre a nuestro cargo, ¿entendido? — Kanha asintió y Aerith, satisfecha, lanzó el hechizo de protección sobre el grupo. — Tú te encargarás de ayudarlos de manera individual mientras que yo haré magia que afecte a todo el grupo. De momento, dales prisa a todos, pero empieza por Cloud para que nos aseguremos la primera baza; yo mientras invocaré un muro para protegerlos de los ataques físicos.

Cuando se pusieron manos a la obra Kanha se dio cuenta de que el combate ya había empezado: Tseng luchaba contra Cloud, Tifa contra la novata y Barret contra Rude. Acto seguido, Aerith lanzó su segundo hechizo e hizo que su compañera volviera del shock en el que había entrado al ver una batalla real. Sin darle más vueltas, se miró las manos que ya llevaban los guantes puestos, y empezó a concentrar la energía. Pronto tuvo la magia preparada para lanzarla, pero cuando se centró en el campo de batalla tuvo miedo de fallar y darle al enemigo por error.

No dudes. Dijo Aerith en su cabeza. No se trata de puntería, sino de intención. Concéntrate en la persona a la que quieres favorecer. Por eso te he dicho que empieces por él, porque te será más fácil focalizar. Él es un blanco fácil para ti.

Kanha alucinó de que Aerith utilizara la telepatía con ella y más en un momento así, pero no era momento para preguntas sino para la acción así que se concentró en él y simplemente le envió su energía acumulada. Pronto vio que lo había hecho bien porque Cloud aumentó su velocidad considerablemente.

Ahora debes alternar prisa con cura para mantenerlos activos. Yo te ayudaré.

No cruzaron más palabras. Los Turkos también invocaban magia y Reno empezó a moverse con el helicóptero por las alturas. Seguramente estaba buscando a Aerith, pero si la encontraba a ella estarían acabados. Así que Kanha, conciente de ello, se alejó un poco para poder recoger unas cuantas ramas y cubrirse con ellas, construir una especie de búnker para protegerlas de la vista de pájaro que pudiese tener Reno. Cuando creyó que ya era suficiente se volvió a centrar en la batalla y vio que Barret estaba bastante mal herido, yacía en el suelo sangrando abundantemente y Rude se acercaba para darle el golpe de gracia. Sin dudarlo, concentró su energía para sanarlo y en unos instantes pudo hacerlo, justo antes del momento fatal y, como si resucitara, levantó su brazo metálico para detener ese golpe y ponerse en pie con energías renovadas

— ¡Los están ayudando! — Gritó un Tseng colérico que estaba empezando a someter a Cloud. Entonces, creyendo que no tenía nada que temer, se despistó unos instantes para dar órdenes. — ¡Reno, encuentra a Aerith! ¡Elena, deja de jugar! ¡Y Rude, no me puedo creer que no hayas acabado ya!

Seguramente el líder de los Turcos daba por hecho que Cloud estaba ya derrotado, pero esos instantes que estuvo su rival despistado los aprovechó para hacer una invocación. El tiempo de concentración era mayor, por lo que aquella concesión de Tseng junto al hechizo prisa que aún tenía efecto sobre él le permitieron invocar a Ifrit: el espíritu del fuego. Un enorme humanoide con rasgos de toro y envuelto en llamas emergió de la tierra que se tornó incandescente en cuestión de dos parpadeos. Cloud gritó una orden directa e Ifrit se lanzó al ataque contra todo el grupo. La ofensiva les pilló por sorpresa y a penas tuvieron tiempo para protegerse: Elena quedó bastante tocada, Reno se protegió a tiempo aunque se chamuscó y Tseng se había autoaplicado un hechizo de coraza, que era la magia que aglutinaría el muro y la barrera, por lo que no sufrió demasiados daños. Tifa y Barret no quisieron dar tregua a sus contrincantes y continuaron atacando. Aquello tenía bastante buena pinta, hasta que Kanha se dio cuenta de que Cloud estaba al límite.

Invocar a Ifrit le está agotando su energía vital. Es posible que se desmaye y si eso sucede la invocación desaparecerá. Aclaró Aerith en su cabeza.

Como si hubiese desaparecido por completo y apareciese de pronto de la nada, el ruido del helicóptero estuvo de pronto sobre ellas y a muy poca distancia. Kanha no soportaba ver a Cloud a punto de perder el conocimiento y en un gesto desesperado concentró magia curativa a toda prisa para intentar sanarle, aunque fuese sólo físicamente. Quería ignorar el helicóptero para centrarse en lo que era importante para ella, pero la fuerza de las hélices hizo que las ramas que las cubrían saliesen volando y su escondite quedó al descubierto. Aún así pudo lanzar el hechizo antes de que fuese demasiado tarde para ambos.

— ¡He encontrado a Aerith, jefe! — Dijo Reno por un altavoz. — Y además tenemos una nueva sorpresa en forma de magia blanca… — Era evidente que al pelirrojo no se le había escapado ese detalle.

Aerith se puso en pie y la miró intensamente. Yo me enfrentaré a él. Concéntrate en la batalla y ayúdales tanto como puedas. Ella simplemente asintió y se volvió a centrar en la zona de combate convencida de que su amiga le cubriría las espaldas. Confiaba ciegamente en ella. Y para su horror vio que Ifrit se desvanecía y que Cloud caía. Entonces Tseng se abalanzó sobre Tifa y en un par de movimientos rápidos ya la había noqueado y más tarde fue el turno de Barret que se resistió un poco más pero que acabó por sucumbir a un Turco implacable. ¡Sólo quedaban ellas! Y cuando Kanha se giró para informar a su amiga un ruido totalmente ensordecedor, que obligó a todos los presentes a cubrirse los oídos, inundó el valle. Los mecanismos del helicóptero empezaron a fallar y el vehículo empezó a tambalearse violentamente. Entonces Reno cogió altura e informó a su superior.

— ¡Tseng! ¡Un objeto volador no identificado se acerca a gran velocidad y es enorme!

— ¿Qué quieres decir con “enorme”?

— Pronto lo sabrás… — Al poco de acabar de pronunciar las últimas sílabas una sombra inundó el páramo prácticamente en su totalidad. — El sistema eléctrico principal del helicóptero se está colapsando. ¡Si no me alejo de esa cosa pronto perderé el control y me estrellaré! — Tseng arrugó el gesto y dio un golpe de rabia en el suelo con el pie dejando su huella marcada.

— ¡Retirada! — Gritó demasiado alto a causa de su alterado estado de ánimo. Levantó el brazo haciendo el gesto por si no había quedado claro. Una magullada Elena y un Rude agotado le siguieron a la carrera como pudieron.

— Nos volveremos a ver, monadas…— Dijo Reno antes de alejarse para recoger a sus compañeros y huir.

Kanha y Aerith corrieron a toda prisa ladera abajo para reunirse con los suyos. Cloud estaba bien, sólo cansado e inconsciente. Tifa y Barret eran los que necesitaban los primeros auxilios, así que Kanha se fue con ella y Aerith con él. Cuando estuvieron más o menos recuperados alzaron la vista al cielo para ver lo que era aquello que les privaba de la luz solar directa. Al principio no lo vieron demasiado claro, pero poco a poco distinguieron a una enorme criatura que parecía metálica. A Kanha le pareció un robot de estos que construían los japoneses para luchar contra Godzilla, pero aquél podía volar y de alguna manera su simple presencia les alteraba.

— Eso es mala señal. — Dijo finalmente Aerith.

— Por supuesto, si los Turcos se han tenido que ir cuando tenían la batalla ganada por culpa de eso, desde luego que tiene que ser una mala señal. — Puntualizó Tifa irónicamente para ocultar su miedo.

— No sabéis lo que es, ¿verdad? — Todos negaron con la cabeza. — Es un Arma de Gaia. — Nadie reaccionó a esas palabras y la joven entendió que seguían sin saber lo que era. — Las Armas de Gaia son cuatro en total. Son entes que provienen directamente del torrente principal de energía vital. Son muy poderosas, prácticamente indestructibles, pero no salen nunca a la superficie porque como su propio nombre indica son Armas que el planeta utiliza cuando se ve amenazado.

— ¿Qué quieres decir? — Quiso saber Kanha.

— Quiero decir que si las Armas han salido es porque la vida del planeta realmente está bajo una serie amenaza.

— ¡Yo pensé que era una invocación tuya! — Volvió a intervenir.

— No. La verdad es que su aparición ha sido muy oportuna, pero ha sido pura casualidad. No tengo tal poder. Nadie puede invocar a las Armas más que el propio Gaia.

— ¿Viene a matarnos? — Quiso saber Barret.

— No, siempre y cuando no nos considere una amenaza para la vida del planeta. — Aerith dejó de mirar al cielo y se centró en sus compañeros. — La cuenta atrás a comenzado. Tengo entendido que Gaia no despierta a las cuatro Armas a la vez, pero sí que cuando empieza a despertarlas hay muchas posibilidades de que éstas destruyan toda la vida del planeta para recuperar la intensidad absoluta del torrente de energía vital y empezar el ciclo de la vida con nuevos seres.

— ¿Quieres decir que arrasarán a la humanidad para empezar de cero? — Dijo Tifa horrorizada.

— Exactamente. Pero ya digo que aún no es demasiado tarde. Sólo hay una Arma invocada, quedan tres más para que no haya vuelta atrás, lo que quiere decir que ya no podemos perder más tiempo.

— Pues sugiero que continuemos nuestro viaje y que nos des los detalles cuando estemos de camino. — Dijo Barret categóricamente. — Seguiremos el itinerario que teníamos establecido.

Enseguida y sin esperar réplicas cogió a Cloud, que aún yacía inconsciente en el suelo, y lo cargó sobre sus hombros como si fuese un saco de patatas para meterlo después en la parte trasera del camión. Tifa se apresuró a dar las gracias por la ayuda en combate y en cuestión de unos pocos minutos volvían a estar en marcha. En esta ocasión Aerith era quién acompañaba a los líderes de AVALANCHA en la cabina del vehículo, mientras que Kanha prefirió quedarse con Cloud en la parte trasera. Sabía que se iba a perder muchas explicaciones de lo más interesantes, pero prefería quedarse con él al menos hasta que despertase. Como mínimo le debía eso. Así que lo acomodó en el camastro que tenían para descansar y lo sujetó con unas cintas para evitar que una conducción temeraria proyectara su cuerpo y se lastimase. Ella simplemente se sentó a su lado, en el suelo, y le observó. Parecía otra persona. La inexpresividad de su rostro mostraba paz, un gesto que no había visto en él más que a través de sus visiones, cuando era más joven. Tenía el cuerpo cubierto de sudor y el pelo se le pegaba a la cara. Apartó suavemente lo que creyó que le sería molesto y después le acarició la mejilla dejándose llevar por esa atracción que sentía por él. Entonces el chico sonrió (algo poco común en él) y abrió los ojos lentamente mirándola con ese destello de luz azul tan característico.

— ¡Estás bien! — Exclamó ella. El chico se incorporó para sentarse mientras, con cierta pesadumbre, se quitaba las cintas que le sujetaban. Kanha se sintió tan feliz que se puso a llorar y se tiró sobre él para abrazarle. Él no le correspondió con la misma intensidad, pero también se mostró feliz y ella notó como el ritmo cardíaco se le aceleraba bajo esa coraza de Soldado. Me encanta eses sonido pensó.

— ¿Hemos ganado la batalla? — Preguntó casi como si fuese una exclamación. Entonces ella se separó un poco y se sentaron uno frente al otro.

— No sabría responder a eso…

— ¿Qué ha pasado?

— Es que ha sido todo muy rápido…

— ¿Qué ha pasado, Kanha? — Insistió poniendo una mano sobre una de sus rodillas para calmar su nerviosismo.

— Los Turcos estaban a punto de ganar, pero se han retirado.

— No lo entiendo… No tiene sentido…

— Ha aparecido una especie de robot gigante volador que les ha asustado y se han ido.

— ¿Robot gigante volador?

— Sí, Aerith dice que es una de las Armas de Gaia. — Al oír esas palabras se puso pálido al instante. — ¿Ya habías oído hablar de ellas? — El chico simplemente asintió levemente. Había terror en su rostro y sus ojos estaban abiertos como platos, hecho que hizo que Kanha desviara su atención y su mundo se vio de pronto abducido por un remolino de destellos de luz azul.

Zack, vestido de negro, junto a un destacamento de no más de quince soldados llegaron a una pequeña aldea cuando el sol ya se ponía por el horizonte. Pronto supo dónde estaban por la construcción que había en el centro de la plaza principal, ya que la había visto en visiones anteriores. Se trataba de Nibelheim, el pueblo natal de Cloud y Tifa. Sabía que su amigo estaba allí porque podía sentir su presencia, pero no sabía cuál de ellos era ya que todos llevaban el casco integral que impedía que les identificasen. Eran normas de la organización. Querían dar la imagen de uniformidad y de unión. Cuando alguien llegaba a Soldado dejaba de ser alguien para ser Soldado. Enseguida se encontraron con Sephiroth que les estaba esperando y Zack se puso a hablar con él dentro de una casa enorme. Entonces vio a una joven Tifa ataviada con ropa más rural y portando un gran sombrero que la protegía del sol. Intentando parecer casual se fue acercando poco a poco al destacamento de soldados para danzar entre sus filas y provocar algo que no llegó a producirse. Evidentemente estaba buscando a su amigo, pero aquello era muy importante para él como para romper filas y descubrirse ante ella en un arrebato. Notó en uno de ellos (no sabía en cuál) la esperanza de encontrar el momento adecuado para hacerlo más adelante. Cuando la puerta se abrió para que los dos líderes volvieran a la plaza Tifa se acercó a ellos. Un hombre realmente corpulento estaba junto a ellos y la joven se le agarró del brazo muy cariñosamente.

— Cariño, voy a acompañar a estos señores al reactor. Quédate y cuida de tu madre. El destacamento que ha llegado hoy se queda para proteger la aldea. — Tifa miró a los dos líderes con desconfianza y mientras Sephiroth hacía crecer su presencia con aquella mirada gélida, Zack simplemente sonrió intentando superar esa situación tan incómoda. Entonces ella liberó el brazo de su padre y le dio un beso de despedida. Poco después se sentó en un banco de la plaza con los brazos cruzados y con una evidente expresión de desacuerdo.

— Tengo entendido que Sephiroth no se ha preocupado mucho de la seguridad de la aldea, ¿verdad? — Dijo el joven sentándose a su lado. Ella dio un pequeño saltito para alejarse de él y llegar al límite del asiento. — No te preocupes. Él es así, tiene un carácter difícil, pero es una persona de gran corazón. Ya lo verás… Piensa que cuando supo que había problemas en esta zona fue el primero en ofrecerse voluntario para la misión. Alegó que ya había estado aquí y que conocía el terreno, pero sus amigos dicen que esa insistencia sólo podía estar justificada por un interés personal, así que entiendo que siente cierta vinculación con este sitio.

— Pues lo disimula muy bien…— Contestó finalmente la joven. — Tampoco me puedo creer que tenga amigos.

— Pues la verdad es que no tiene muchos. — Dijo entre risas nerviosas y tocándose el cogote con una de sus manos. — Pero antes hacía equipo con dos más y uno de ellos era mi mentor. Él fue quien me dejó mi arma. — Entonces se volvió a llevar la mano a la espalda y desenfundó un enorme espadón que Kanha reconoció al instante y que Zack admiraba como si fuese la primera vez que lo viera. — Tal vez en el futuro yo también se lo pueda dejar a alguien, pero espero que en mejores condiciones que las que Angel me la pasó a mí.

Kanha notó una presión en los hombros y una sacudida hizo que su mente volviera atrás en el túnel para volver a la realidad. Cloud estaba frente a ella, con semblante preocupado. Seguramente la había abofeteado porque notó calor en las mejillas y parecía asustado.

— ¿Qué ha pasado? — Ella dudó un momento. Sabía que hablar de Zack era triste para él y además le había pedido que no volviera a hacerlo, por lo que prefirió guardar silencio. — ¿Otra visión? — Asintió. — ¿Crees que sería mejor evitarlo?

— No lo sé. Aerith ya me ha dicho en varias ocasiones que esto que hacemos no es bueno, pero no lo puedo controlar, no es algo que decida hacer o no, simplemente sucede.

— Pues teniendo en cuenta que ella es la que más sabe de la energía vital de todos nosotros, si te ha aconsejado que no lo hagamos más será mejor evitarlo. ¿Te parece bien? — Volvió a asentir mirando al suelo.

Entonces llegó un momento de silencio y Kanha empezó a sentir flojera y unas ganas tremendas de llorar, algo que no pudo controlar por mucho que lo intentó. Lo cierto era que cada vez se sentía peor. Empezó haciendo pucheros, después intentó evitar inútilmente que se le desbordaran las lágrimas y al poco su llanto era totalmente descontrolado. Por primera vez, Cloud reaccionó como una persona normal y la abrazó para intentar consolarla. Tal vez otro pensaría que su pena se debía a lo que el chico le acababa de decir, pero él no era tan vanidoso y además entendía esa reacción porque él mismo la había sufrido: acababan de salir airosos de una batalla ni más ni menos que contra los Turcos. En este caso no había habido bajas, pero teniendo en cuenta que ella se había visto inmersa en esta lucha prácticamente sin poderlo decidir y que este había sido su primer encontronazo serio, en el que se jugaban la vida de verdad, entendió que la situación la había sobrepasado y que esa era su reacción natural.

— Tranquila… — Dijo suavemente apoyando su mejilla contra la cabeza temblorosa de su pupila y apretándola contra él en un abrazo más intenso. — Lo has hecho muy bien. — Continuó en el mismo tono conciliador. — De hecho, me has rescatado, tal y como dijiste que harías. — Entonces la separó un poco e intentó levantarle la cara para poderla mirar. Estaba totalmente deshecha en lágrimas y a Cloud le partió el corazón verla así. — ¡Mírame: estoy bien! — Quiso animarla. —  Y todo es gracias a ti y a tu magia blanca. — Ella, sin parar de sollozar, dibujó una leve sonrisa. — No te lo digo por decir, de verdad. No tengo ni un rasguño gracias a ti. Y tengo que decirte que cada vez que me mandabas un hechizo notaba mi corazón más cálido, notaba cierta paz interior. — A la chica se le escapó una risita tonta de incredulidad mientras intentaba enjugarse las lágrimas. — En serio. Por eso sé que la barrera la puso Aerith y tú me lanzaste prisa. — Kanha se quedó parada al oír eso porque era totalmente cierto, pero nadie le había comentado que el usuario que recibía el hechizo lo notara de una manera o de otra dependiendo de la persona que se lo mandara. — Ya te dije que la conexión que existe entre nosotros es especial y que la quiero proteger a toda costa. — La chica ya no lloraba y Cloud parecía mucho más satisfecho. Él mismo le barrió las mejillas con los pulgares para eliminar los restos de su llanto mientras continuaba con las manos enmarcándole el rostro. — Eres muy importante para mí. Mucho más de lo que crees. — Dijo muy bajito y cada vez más cerca de ella. De repente, Kanha pasó a un estado de shock total cuando inexplicablemente la distancia se redujo a cero y aquel acercamiento casual se convirtió en un tierno beso. Los corazones de ambos saltaban con alegría y el pesar que tenía Kanha de sentir que estaba donde no le tocaba se desvaneció por completo en un parpadeo. Estoy en casa.

Los Turcos


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