Al cabo de
un par de días de huir de los Turcos prácticamente sin descanso se encontraron
con Clive. Estaba esperando tranquilamente junto a un rebaño de chocobos que
estaba pastando en una pradera cerca de la entrada a la mina que debían
atravesar para seguir con su viaje. En cuanto la camioneta se acercó y paró
Clive desmontó para hablar con ellos. Todos, sin excepción, se acercaron.
— Hola
Tifa… Chicos… — Dijo apesadumbrado a modo de saludo. — Quería pediros disculpas
por lo que os hizo mi mujer. Quiero que sepáis que os acogí en mi casa porque
conozco a Tifa muy bien, la aprecio mucho y ella me lo pidió. Además sé que
sois de AVALANCHA y estoy totalmente de acuerdo con vuestro cometido; yo
también creo que la manipulación sin control de la energía vital sólo nos puede
llevar a la autodestrucción y que hay que hacer algo ya.
— No tienes
que disculparte Clive. — Le cortó Tifa. — No hemos dudado de ti en ningún
momento y hemos entendido que Nora hizo lo que hizo simplemente porque quería
proteger aquello que ama y sobretodo lo que está por venir. Cada uno de
nosotros lucha a su manera por tener un mañana mejor.
— Gracias,
pero aún así no me quedaba tranquilo viéndoos marchar con un mal sabor de boca.
Así que, imaginándome que pasaríais por estas minas, he cogido un rebaño con
mis mejores chocobos con la escusa de hacerlos correr y comer de manera más
silvestre. Os estaba esperando para entregaros uno a cada uno como disculpa. —
Todos, sin excepción, abrieron la boca con gran sorpresa. — Barret, hiciste un
gran trabajo con la camioneta, pero teniendo en cuenta lo agreste del terreno
de la zona y que posiblemente recibió daños en la batalla con los Turcos creo
que no tardaréis en quedaros sin transporte y si tenéis que continuar a pie
Gaia morirá antes de que podáis hacer algo para evitarlo.
— No
podemos aceptarlos, Clive. — Dijo Tifa. — El sustento de tu familia depende de
los chochobos.
— No
llegaré a ver a mi hijo si llega el Apocalipsis y desde luego, no estaría en
paz conmigo mismo si no lo hiciera. Así que, por favor, aceptadlos. — Tifa miró
al resto dubitativa y Barret asintió.
— Será un
placer ir por ahí diciendo que llevamos los mejores chocobos de la granja de
Clive. — Contestó el corpulento líder de AVALANCHA. — Además, tienes toda la
razón con la camioneta y pronto nos hubiéramos encontrado sin combustible, la
hubiéramos tenido que mover a base de magia lo cual sería muy pesado e incluso
costoso para cualquiera de nosotros. — El joven granjero se mostró muy feliz de
la resolución.
Una vez
llegados a un acuerdo, también les regaló un par de alforjas para transportar
sus pertenencias en uno de los chocobos, por lo que alguien se quedaría sin
montura. Poco después Clive se fue galopando en su semental deseándoles mucho
éxito en su misión. Cuando se hubo ido y sin perder más tiempo, hicieron el
traslado de todas sus pertenencias y en poco rato estuvieron listos para
reanudar la marcha. Eso sí, antes de abandonar su vehículo por ahí decidieron
ocultarlo en un hueco de roca que había cerca de la entrada a la mina, por si
los Turcos volvían para seguirles la pista.
— ¿Cómo nos
lo repartimos? — Preguntó Aerith.
— Yo soy el
comodín, ¿verdad? — Dijo Kanha. — Debo serlo. No tengo ni idea de montar. Ni
siquiera he montado nunca a caballo. — Todos hicieron una cara rara. — Ah,
claro… Que no sabéis lo qué es un caballo… No importa. El caso es que no sé
montar y tendría que ir con otra persona.
— Vente
conmigo. — Dijo Tifa alegremente. — Al menos de momento, hasta que crucemos las
minas. Yo soy la que sabe montar mejor y así damos tiempo a los demás para que
se acostumbren a ir en chocobo. Cuando las hayamos cruzado haremos un parón y
montarás con otra persona.
— Con
cualquiera menos conmigo. — Dijo Barret curiosamente divertido. Todos se
giraron a mirarle y vieron que ya estaba sobre su chocobo. Clive le había dicho
expresamente que utilizara ese. Era el más grande y robusto de todos, como su
jinete, y justamente por la corpulencia de Barret era imposible que otra
persona viajara a lomos del animal junto a él. Ante tal evidencia todos rieron.
— Bien, en
ese caso, después ya veremos si vas con Cloud o con Aerith. Ya lo decidiremos…
Lo que sí que está claro es que irás rotando para no cargar en exceso a los
animales. — Entonces quiso dirigirse a todos, que ya estaban montando. —
Chicos, a partir de ahora el viaje será mucho más rápido. Los chocobos son
maravillosos. Si no habéis montado nunca uno no os preocupéis porque no
tendréis demasiados problemas, ya lo veréis, y además son muy rápidos. Fijaros
que Clive llegó aquí antes que nosotros habiendo salido mucho más tarde. Yo
creo que para mañana ya habremos atravesado las minas. Sin embargo también creo
que deberíamos hacerlo de un tirón porque ya sabéis que no es un lugar seguro.
Acamparemos a la salida. Así que sujetaos fuerte y seguidme.
Kanha se
agarró a la cintura de su amiga y pronto empezaron a galopar adentrándose en
una cueva bastante oscura. Dentro el aire era espeso y ella sentía miedo aunque
no sabía por qué, así que cerró los ojos. Les atacaron monstruos en más de una
ocasión y se defendieron con ataques a larga distancia, pero siguiendo las
órdenes de Tifa no pararon en ningún momento. Al cabo de unas horas la gruta se
hizo más amplia, más luminosa, y la atmósfera más ligera, por lo que los
chocobos pudieron pasar del galope al trote y continuar la marcha sin tener la
sensación de estar huyendo de alguien que les pisaba los talones.
— ¿Dónde me
quedé? — Preguntó Tifa.
— ¿Dónde te
quedaste de qué? — Quiso saber su acompañante.
— Te estaba
contando lo que pasó en Nibelheim, ¿no? — Asintió. — Pues eso: ¿qué fue lo
último que te conté?
— Pues me
contaste que tu padre estaba muy mal herido y que querías vengarte de
Sephiroth, que según tú era quién le había atacado.
— Ah, sí… —
Miró a su alrededor para asegurarse de que el resto del grupo las seguía pero
no estaban lo suficientemente cerca como para seguir la conversación. — Pues me
puse mis guantes, que los llevaba en el bolsillo trasero de los vaqueros y
entré en el reactor. Lo que encontré allí fue horrible, Kanha: Sephiroth no se
había conformado con atacar a mi padre sino que todos los soldados que le
habían acompañado y actuaban bajo sus órdenes yacían muertos en el interior del
reactor. El suelo estaba cubierto de cadáveres de jóvenes reclutas y todos
ellos presentaban la misma herida mortal en el abdomen. Pero es que aquello no
fue todo ya que además aquel lugar no era exactamente lo que todos creíamos que
era. Allí fue donde me di cuenta de que Shinra no era lo decía ser. Aquello era
una especie de laboratorio científico donde experimentaban con la energía vital
y ciertos monstruos. Allí creaban mutantes, monstruos más fuertes, supongo que
para fortalecer su ejército todavía más. La verdad es que me tomó mi tiempo
asimilar todo aquello porque también me di cuenta de que todos aquellos
monstruos que eran más agresivos con la gente del pueblo y que incluso
atravesaban el cerco de la barrera protectora estaban siendo creados por el
propio reactor y había docenas de cápsulas que parecía incubadoras y que
contenían ejemplares de esos. Me da vergüenza admitirlo, pero me colapsé y caí
sobre mis rodillas desesperada ante tanta depravación, ante tanta inmoralidad. —
Incluso en aquel momento parecía hacérsele un nudo en la garganta porque tragó
saliva pesadamente y después de un momento continuó. — Cuando tuve fuerzas para
continuar decidí adentrarme en el reactor. En principio, entrar en un lugar así
es algo extremadamente peligroso porque representa que te expones directamente
a la energía vital y como ya sabes en un proceso así te la juegas, pero algo
dentro de mí me decía que una vez más se trataba de un truco y que aquello en
realidad no era un reactor mako sino simplemente una tapadera para tener un
laboratorio clandestino. Así que realmente creí que no debía preocuparme por
eso porque en realidad no me estaría exponiendo a nada. Pero antes de que
llegara al corazón del supuesto reactor apareció un soldado que me pidió que
volviera a la aldea. Ya lo había visto antes, había llegado supuestamente para
apoyar al destacamento de Sephiroth así que no me inspiraba confianza, por lo
que me sorprendió verlo allí. Por supuesto, no confié en él. Llegados a ese
punto, para mí, todos los soldados eran traidores. Para mí, todos eran
cómplices de aquello y, por supuesto, también lo eran de la muerte de mi padre.
En ese momento no fui consciente de que Sephiroth había matado a todos sus
subordinados, de que había decidido romper su código ético por un motivo
personal que nadie conocía, de que él era el único traidor y de que aquel chico
simplemente estaba actuando acorde a lo que era: el líder de un destacamento de
Soldado. Por lo tanto, desoí su alerta para que me alejara y le seguí. Finalmente
llegué al centro del lugar. Allí, escondida y a través de la rendija de una
puerta acorazada que habían forzado, contemplé la lucha más espectacular que he
visto en toda mi vida. No duró mucho, pero te aseguro que fue muy, muy intensa.
Ambos se enzarzaron en una pelea en la que las espadas rechinaron y la magia
brilló. Era muy difícil seguir sus movimientos porque eran realmente rápidos,
pero finalmente Sephiroth salió victorioso y el chico con el uniforme negro
cayó derrotado cerca de donde yo estaba. Entonces recuerdo que miré a Sephiroth
con odio y ante mi incredulidad me lo encontré mirándome directamente a los
ojos, inmovilizándome una vez más con aquella enorme presencia. Aquel fue el
momento en el que he sentido más miedo de toda mi vida porque realmente pude
ver su sed de sangre proyectada sobre mí. Sin embargo, y ante mi gran asombro, decidió
ignorarme; simplemente me dio la espalda y subió por unas escaleras para llegar
a una especie de probeta enorme que contenía algo que no alcanzaba a ver desde
donde estaba. Tampoco me podía mover para cambiar la perspectiva. Me temblaban
tanto las piernas que volví a caer sobre mis rodillas y sin quererlo me puse a
llorar. ¡Me sentí sumamente impotente! No podía hacer nada ni para vengar a mi
padre ni para ayudar a aquel soldad que estaba mal herido y que entendía que de
alguna manera estaba en el mismo bando que yo. Me sentí totalmente inútil. Y en
aquel momento de miseria absoluta una ráfaga de aire atravesó la puerta y acto
seguido se oyó el ruido hueco del cristal al quebrarse. Fue algo muy rápido,
como una corriente de aire frío. Cuando levanté la vista vi a un soldado raso
que había atravesado a Sephiroth con una espada de tal manera que incluso la
había encastado en el recipiente de vidrio que tenía delante haciéndole una
gran brecha de la que emanaba un líquido que no era agua sino algo más espeso.
Sephitoth cayó mal herido y el muchacho se giró corriendo hacia mí. ¡No te
puedes imaginar la sorpresa que me llevé cuando gritó mi nombre y se quitó el
casco para ayudar a levantarme! ¡Era Cloud! Estaba allí para ayudarme y fue la
vez que me sentí más rescatada por alguien hasta ahora. Mis heridas no eran
físicas pero me sentía sumamente débil. Nuestro reencuentro fue muy emotivo.
Seguía siendo el de siempre y se había convertido en un hombre, pero no pudimos
alargarlo mucho porque un estruendo de cristales rotos desvió nuestra atención:
Sephiroth se había puesto en pie y había roto aquel recipiente que tenía
delante para tomar entre sus manos lo que contenía. No nos prestaba atención
alguna sino que seguía adelante con lo que se supone que había ido a hacer. “Acaba con él” dijo el superior de Cloud con un hilo de voz. Estaba muy mal
herido pero seguía consciente y aquello era una orden y, como buen soldado que
era, Cloud obedeció. Enseguida se puso a correr escaleras arriba y antes de que
tuviera la más mínima oportunidad de alcanzarle Sephiroth se giró
repentinamente empuñando su larga katana y lo encastó en ella. Me quedé
totalmente helada. No podía aceptar más muerte en un solo día y aún menos la
suya, pero no tuve tiempo de nada, ni de gritar que parase porque acto seguido
lo levantó en vilo como si fuese un trozo de carne que pones sobre el fuego
para cocinarla y lo sostuvo a pulso sobre el agujero que abrían los reactores hasta
el torrente de energía vital.
— ¿Entonces
sí que era un reactor?
— Sí. Al
final, parece ser que sí, aunque era mucho más que eso, como ya te he contado.
Por lo que Cloud corría un gran peligro. De hecho en aquel momento estaba
convencida de que moriría o bien por la herida de la katana o bien porque se
precipitaría por el abismo. Sin embargo, reaccionó y aún no sé muy bien cómo
consiguió utilizar la misma espada que le atravesaba el cuerpo para volver a
tocar tierra firme, sorprender a su atacante y mandarlo contra la pared en una
embestida. Entonces me di cuenta de que el reactor parecía un volcán a punto de
entrar en erupción y de que Cloud estaba envuelto en un halo de luz verdosa un
tanto fantasmal. Instantes después fue el propio Sephiroth quien se precipitó
voluntariamente al foso emitiendo una risa sádica que aún hoy me hiela la
sangre cuando la recuerdo... — Y literalmente un escalofrío sacudió su cuerpo. —
Después de eso Cloud se desmayó y cuando conseguí levantarme para ir a
socorrerle no pude porque llegaron los Turcos y enseguida acordonaron la zona. No
me dejaron acercarme a él. No me dijeron ni cómo estaba ni nada, simplemente me
escoltaron hasta el pueblo. Cuando llegué ya habían apagado el incendio pero
había muerto mucha gente. Mi madre tampoco lo superó y yo me colapsé. La verdad
es que me costó mucho tomar las riendas de mi vida… Al cabo de un par de días
sellaron el reactor y lo desalojaron, dejándolo desierto y abandonado. Así que
sin nada más que me atara a la aldea, al cabo de un tiempo, decidí irme. Así
fue cómo perdí el contacto con Cloud de nuevo y no fue hasta que él mismo vino
a AVALANCHA que nos volvimos a ver.
— ¿Y fue
entonces que planeasteis simular su muerte para escapar de Soldado?
— ¿Cómo
dices?
— Eso fue
lo que me explicó…
— Pues te
ha tomado el pelo, chica. Cloud simplemente apareció un día en nuestra
centralita. No sé cómo nos encontró, la verdad, pero allí estaba. Y no te
pienses que hace meses de eso sino que fue pocos días antes de encontrarte a ti.
Lo cierto es que se le veía muy distinto, incluso confundido, pero sin duda era
él y estaba dispuesto a ayudarnos. Me hizo mucha ilusión volver a encontrarme
con él y además me di cuenta de que iba a ser una pieza clave para nuestros
planes, teniendo en cuenta que había pertenecido a Soldado. — Kanha se quedó
pensativa. — ¿Qué pasa?
— No
entiendo por qué debería mentirme. No acabo de ver por qué tendría que
inventarse una historia para satisfacer mi curiosidad. ¿Por qué simplemente no
me dijo la verdad?
— No tengo
ni idea, pero ya te digo que, a pesar de que aquel chico era Cloud, enseguida
me di cuenta de que no era el mismo, de que parecía un muñeco roto, alguien a
quien le faltaba una pizca de humanidad, un hervor de vida. Y también estaban
sus ojos de mako, el resplandor de los cuales me recordó aquel halo que emanaba
del agujero del reactor. — El chocobo seguía al trote y se hizo un silencio un
poco incómodo. — Desde aquel incidente en Nibelheim han pasado cinco años y
durante ese tiempo no he tenido nada más en mente que destruir Shinra para
parar con toda esa locura de la que estoy segura que sólo vi la punta del
iceberg. Fue entonces cuando inicié mi viaje y ahora estoy deshaciendo mis
pasos con la esperanza de encontrar una solución a este problemón al que nos
enfrentamos. Cuando dejé mi aldea atrás no pensé que esto se nos haría tan
grande. — Tifa se giró un momento para buscar contacto visual. Sus ojos eran
normales, de color marrón avellana. — Han sido cinco años de vacío entre Cloud
y yo. No sé por lo que ha pasado y a estas alturas tampoco creo que me lo
cuente. Pero estoy convencida de que sea lo que sea que le haya pasado ha tenido
que ser totalmente traumático para dejarle así. No creo que simplemente la
exposición a la energía vital de la que siempre habla les haga cambiar de esa
manera, porque recuerdo perfectamente a aquel soldado que iba de negro y la
verdad es que era muy simpático. También tenía ojos de mako, y, aunque en aquel
momento yo no estaba por la labor, la verdad es que era un chico muy humano,
como cualquier otra persona. Pero la actitud de Cloud, la frialdad que muestra
ahora y esa mirada sin expresión… Si te soy sincera, me recuerda mucho más a
Sephiroth y me da escalofríos pensarlo.
— Pero
Sephiroth murió, ¿no?
— Por
supuesto. Nadie podría sobrevivir a una exposición total al torrente de energía
y él se tiró como si fuese una piscina. Te lo puedo asegurar porque lo vi con
mis propios ojos. — Entonces sonrió, como orgullosa de sí misma. — Y poco más
te puedo contar. Has tenido que esperar varias semanas para podértelo decir
todo, pero ahora ya está. — Kanha la miró extrañada y Tifa continuó con su
justificación. — No acabo de reconocer a este Cloud que viaja hoy con nosotros
y tengo la corazonada de que tú vas a ser clave para ayudarle con eso que le
frena para ser quien es en realidad. No te lo cuento para presionarte a hacer
algo, simplemente para que tengas más información en tu mano cuando necesites
usarla. — Kanha no acababa de entender esas palabras, pero de alguna manera
estuvo de acuerdo con ella y le dedicó una leve sonrisa para darle las gracias.
Pocos
minutos después vieron a lo lejos la salida de la mina y cómo la luz del sol se
había vuelto anaranjada a causa del crepúsculo. Debían acampar para poder descansar
y partir al alba. Los chocobos eran realmente rápidos…
La leyenda de Soldado: Sephiroth |
Sephiroth ensartando a Cloud sobre el foso del reactor |
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